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Review: patinete eléctrico Xiaomi Mijia M365

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Le tenía echado el ojo al patinete eléctrico de Xiaomi desde incluso antes de su lanzamiento en China, ya que me parecía un dispositivo práctico, bonito, moderno e ideal para los apasionados de la electrónica como yo. En mi mente la idea de tener uno de estos patinetes eléctricos cobraba fuerza, pero me tiraba para atrás lo poco acostumbrados que estamos en España a estas cosas viendo que incluso la gente mira con extrañeza a aquellos que van a trabajar en bicicleta.

Sin embargo todo esto cambió este pasado verano en un viaje con mi novia a París, ya que en sus calles me harté de ver a gente que iba y venía en estos aparatos. Jóvenes, mayores, gente de compras, ejecutivos de traje con portátil a cuestas… En ese momento me di cuenta de que aquello era una revolución en ciernes y que yo quería formar parte de ella sin importar que los demás me miraran con gesto raro.

Con esa premisa empecé a buscar por Madrid algún Mijia M365; y aunque de importación no salían demasiado caros me daba miedo que lo pararan en aduanas (la caja es muy grande) y al final la broma me saliera mucho más cara de lo esperado. El caso es que mirando en anuncios de segunda mano al final di con uno a buen precio y me hice con él sin darle muchas vueltas al asunto porque estaba más que convencido desde hacía unos días. Por fin, ya tenía mi Xiaomi.

Cuando lo recogí vi que la batería estaba casi totalmente cargada, así me dirigí directamente al parque Juan Carlos I, donde hice mis primeros kilómetros con un scooter eléctrico y me di cuenta de que la sensación de desplazarse con un vehículo que no hace ruido ni quema zumo de dinosaurio es fantástica y que subido en él eres el centro de atención de niños y mayores. Los niños alucinan: te señalan, gritan, corren detrás de ti, les dicen a sus padres que quieren uno de esos… Y los mayores por su parte hacen comentarios  que van desde el típico “¡hala, cómo mola!” hasta algún “parece un taca-taca” o “la gente es que ya ni se molesta en caminar”.

Recuerdo aquella tarde de sábado recorriendo el anillo ciclista del parque, adelantando a las bicicletas en las subidas, yendo por los caminos de tierra y pudiendo alcanzar sin esfuerzo cualquier rincón del recinto en pocos minutos y me viene a la cabeza el subidón mental que llevaba porque no hacía más que pensar “esto es flipante, es flipante…”. Estaba seguro de que había hecho una compra que de alguna manera iba a cambiar mi concepto de los desplazamientos por las ciudades.

Pero bueno, el caso es que después de tres meses usando prácticamente a diario el Mijia M365 y tras unos 300 Km recorridos sobre él tengo claro que el futuro es eléctrico y que de aquí a unos años vamos a ver un avance en el sector del transporte impulsado por este tipo de energía que cambiará radicalmente el sistema de movilidad actual basado en su mayor parte en combustibles fósiles.

Podríamos sentarnos a debatir sobre la prohibición de la circulación de vehículos de combustión en las ciudades y jamás llegaríamos a un consenso; y por eso lo que hoy pretendo no es más que hacer un análisis de un patinete eléctrico que consigue sacarte más que una sonrisa cuando vas sobre él y que creo sinceramente que es uno de los primeros esbozos de un cambio de mentalidad urbana en ciernes.

Datos técnicos

No me extenderé mucho en este apartado porque los datos técnicos los podéis encontrar a nada que hagáis una búsqueda en Google. Pretendo centrar la review en sensaciones y experiencias, pero aun así aquí tenéis algunos de los fríos números que da el fabricante mezclados con algunos detalles que he visto yo:

  • Autonomía: 30 Km
  • Velocidad máxima: 25 Km/h
  • Batería: 30 celdas litio LG 18650 en formato 3P10S. 7800 mA/h @ 36 Vcc. 1,5 Kg
  • Motor: Tipo brushless integrado en la rueda delantera. 250 W con picos de hasta 500 W
  • Subida de pendientes: hasta 14% aprox.
  • Sistema de frenado: frenada regenerativa (KERS) en la rueda delantera con e-ABS y freno de disco en la trasera
  • Luces: frontal blanca y trasera roja fijas. Luz de freno parpadeante cuando actúa el freno de disco. Catadióptrico trasero
  • Conectividad con app de la marca a través de Bluetooth
  • Material principal: aluminio
  • Dimensiones: 1080x430x1140 mm (extendido). 1080x430x490 mm (plegado)
  • Peso: 12,5 Kg
  • Capacidad máxima de carga: 100 Kg
  • Colores disponibles: negro y blanco
  • PVP en España: 349 euros

Experiencia de uso, consejos y advertencias

Mi intención en estos párrafos es tratar de transmitiros las sensaciones que me ofrece este patinete durante su uso. Quiero centrarme en qué se me pasa por la cabeza, que echo en falta y también en comentaros algunas cosas importantes de cara a su manejo y su mantenimiento; así que espero que el esfuerzo de escribir todo esto os sirva para guiaros en la compra o no de este gadget y al mismo tiempo para ayudaros a resolver los problemas que os puedan ir surgiendo con el tiempo.

Lo primero que noté al verlo en directo es que su aspecto dista mucho de ser un juguete. El patinete está hecho de aluminio de muy buena calidad, con un grosor de las paredes considerable que le da un tacto sólido como una roca y unas soldaduras perfectamente ejecutadas que contribuyen a la rigidez general del conjunto. Es verdad que esto hace que pese un poco más de lo que me gustaría, pero la robustez del patinete es indudable y no vamos a notar flexiones raras en los materiales ni nada parecido. Del mismo modo, la pintura que se ha usado en este modelo tiene un tacto áspero y que aguanta bien los roces del día a día así como también parecen de lo más resistentes las zonas de goma blanda (puños y tabla) que son los puntos de contacto con el usuario.

Como os decía, a día de hoy llevo ya unos 300 Km recorridos con el patinete y todavía me sorprende la fuerza que tiene cuando en el modo de funcionamiento estándar pulsas el acelerador a fondo y vas a poca velocidad. De hecho las primeras veces agarraba con mucha fuerza el manillar porque me daba la sensación de que se me podía escurrir si me sudaban las manos (no olvidemos que lo compré a finales de agosto). La aceleración no es como en un coche o una moto en la que esta depende del régimen de revoluciones en el que estemos, sino que en un vehículo eléctrico el par está disponible desde el primer momento y es prácticamente lineal.

Una peculiaridad de este modelo es que desde parado el patinete no se mueve aunque pulsemos el acelerador que tenemos junto al puño derecho; ya que el “arranque” consiste en subirse en él, darle un impulso inicial con el pie y a partir de ahí ya el acelerador comenzará a actuar. No nos hará falta volver a poner un pie en el suelo a no ser que nos detengamos, pero el arreón incial hay que dárselo por seguridad. Por cierto, que se enciende y se apaga con una pulsación larga sobre el único botón que hay en el centro del manillar.

Para que os hagáis un poco una idea de cómo nos deplazamos sobre el patinete os voy a poner a continuación un breve vídeo que grabé en el campus de ciencias de la UAH en la que trato de captar el movimiento el patinete a través de una serie de tomas rápidas.

Y hablando de aceleración, disponemos de dos modos de funcionamiento en el Mijia: el modo normal y el modo ECO. Se cambia entre modos dando una doble pulsación al botón del manillar y la diferencia entre ambos es la velocidad máxima (18 Km/h en el ECO) y la aceleración, que es considerablemente más suave en el modo ahorrativo. Yo, habitualmente, uso el modo ECO porque maximiza la duración de la batería; pero aun así alguna vez si veo que voy sobrado de batería cambio un rato al modo normal y me doy alguna alegría. Cuando estamos en el modo ECO el LED inferior de los cuatro que hay en el manillar se ilumina en color verde; mientras que si estamos en modo normal este LED será blanco como el resto.

Estos LEDs sirven para conocer en todo momento la carga de la batería, teniendo ocho estados intermedios: con la batería al 100% están encendidas de forma fija las cuatro, cuando está al 88% comienza a parpadear la superior, cuando llegamos al 75% se apaga la luz superior quedando fijas las tres inferiores… Y así hasta que cuando nos queda un 12% parpadea la luz inferior apagándose esta (y todo el patinete) si la carga de la batería llega al 0%.

Me gusta mucho el relieve tanto de la tabla del patinete como de los puños, pues es resistente y bastante antideslizante. Hasta el momento no he pegado ningún resbalón ni se me ha escapado la mano del manillar incluso al pasar sobre algún bache yendo rápido, así que cumplen su cometido bastante bien y tiene pinta de que el relieve no se desgasta con facilidad porque incluso en los puños (zona de contacto permanente) el aspecto es prácticamente como el del primer día.

Las ruedas agarran bastante bien. Si habéis probado patinetes con ruedas de poliuretano sabréis que los giros a veces son un poco un acto de fe y en mojado es mejor no ir ni en línea recta. En el caso del Xiaomi las ruedas tienen dibujo y agarran muy bien; sobre todo en seco. En mojado no he hecho mucho el animal porque a mi edad no me apetece partirme la crisma, pero he girado con cierta alegría y frenado con todas mis ganas sin irme al suelo. Eso sí, lo que os sugiero es que tengáis cuidado al acelerar fuerte, pues en zonas húmedas o con tierra si llevamos el peso hacia atrás la rueda delantera derrapa que da gusto y yo particularmente ya me di un susto un día en el parque Juan Carlos I. No me fui al suelo, pero falto poco porque al acelerar girando un poco sobre tierra la rueda delantera empezó a derrapar y el patinete se me fue de lado; si bien fui capaz de sacar el pie a tiempo y la cosa no pasó de ahí.

Algo que debéis tener siempre presente es que el motor no está completamente sellado frente a la humedad, de modo que no os metáis en charcos muy profundos porque si entra agua entre el neumático y la llanta delantera (no debería, pero puede pasar si sumergís la rueda más allá del grosor del caucho) el líquido elemento podría llegar al interior del motor provocando un desastre. Ah, eso sí, en mojado los guardabarros que lleva el patinete hacen que no nos salpique ni una gota de agua, así que en ese sentido un 10 para Xiaomi.

Por cierto, ojo al bajar bordillos altos porque aunque tiene bastante altura libre al suelo, como la plataforma es muy larga podemos pegarle un rascón a la tapa inferior, la cual es de plástico y se marcará. Como orientación, podéis pasar sin problemas por los típicos rebajes de las pasos de peatones y cosas así; pero si vais a bajar un bordillo “al uso” es mejor bajar y tirar del manillar hacia arriba al sortearlo, porque además del rascón que os comentaba, al no llevar ningún tipo de suspensión el golpe contra el suelo es fuerte y más adelante veremos que ese tipo de sacudidas no le van a sentar bien a la parte eléctrica del bicho.

Ya que estamos, vamos a hablar de la batería, porque es uno de los puntos principales (si no el que más) del patinete: la batería se recarga en un enchufe estándar con el cargador que viene con el patinete y normalmente tardará en ello un máximo de cinco horas (siempre en función de cómo haya quedado de carga en el último viaje).

Sea como sea, al igual que en un coche, el estilo de conducción va a ser una factor muy importante de cara a la autonomía. Xiaomí dice que el patinete puede recorrer 30 Km con una sola carga, pero por mi experiencia os puedo asegurar que no es fácil sacarle más de 20 Km en realidad. Ojo, 20 Km está más que bien, pero para homologar esos 30 Km han debido usar a un niño de 25 Kg dando vueltas a una pista hecha de teflón. Vamos, lo mismo que los fabricantes de coches y sus medias de consumo inalcanzables en el mundo real.

Lo fundamental para maximizar la autonomía es controlar las aceleraciones: la corriente que absorbe el motor se dispara durante las aceleraciones fuertes, y eso hace que la autonomía baje muchos kilómetros. Lo mismo ocurre en subidas prolongadas y cuando hay mucho viento en contra. Y es verdad que tenemos un sistema de recuperación de energía que actúa en las bajadas y en las frenadas inyectando corriente a la batería; pero aun así lo que vamos a recuperar en estas situaciones es mucho menos que lo que consumiremos en el uso habitual. Es decir, por poner un ejemplo numérico, que si gastamos un 50% de la batería al subir una pendiente muy larga, no recargaremos más de un 15% al bajarla después, de modo que el balance de energía no nos beneficia.

El cargador es como el de un portátil (tanto en apariencia como en dimensiones) y entrega una potencia de unos 70 W/h. Cuando queremos recargar la batería del patinete primero debemos abrir la tapa de goma roja que tenéis en la fotografía de ahí arriba y conectar el cargador, el cual encenderá un LED rojo en su cuerpo. Si el patinete está encendido los LED del manillar se irán iluminando y la luz trasera se irá enciendiendo y apagando con suavidad de una forma bastante hipnótica. Sea como sea, si no queréis tener ese juego de luces a la vista (por la noche parece una feria) lo mejor es cargarlo con el patinete apagado y cuando haya terminado la carga el LED del cargador se pondrá de color verde y ya está.

Por cierto, es muy importante cerrar bien la tapa cuando desconectemos el cargador porque si nos vamos a la calle con la tapa abierta se nos puede colar polvo (malo) dentro del conector de alimentación o si el suelo está mojado, agua (mucho peor). Advertidos quedáis.

Volviendo a la experiencia de uso como tal, me gustaría contaros que lo que hago yo cuando quiero batir mi récord personal de autonomía es usar el modo ECO con el control de velocidad activado a una velocidad de entre 10 y 12 Km/h y tratar de circular por rutas que sean lo más planas posibles y, si es posible, que no me obliguen a parar y reanudar muchas veces la marcha (para esto los carriles bici son idóneos). En esas situaciones veréis que las luces que indican la autonomía restante de la batería bajan muy despacio incitándonos a llegar un poco más lejos; si bien hemos de tener en cuenta que si el recorrido que estamos haciendo es lineal luego hay que volver, así que mi consejo es que como muy tarde cuando el indicador marque 50% (cuando el tercer LED del manillar deje de parpadear y sólo queden fijos los dos inferiores) vayáis dando la vuelta si no queréis usar “tracción animal” al final del recorrido.

Y precisamente como de lo que se trata es de evitar la exigencia de corriente para maximizar la carga de la batería, una cosa muy recomendable es ayudar al patinete a coger velocidad usando el pie como un patinete de los de toda la vida. Por el mismo motivo también es recomendable darle una ayudita en subidas fuertes.

Con respecto a la batería tened presente una cosa que por desgracia os va a pasar antes o después: la batería está compuesta de una serie de celdas de litio tipo 18650 (10 grupos en serie de 3 celdas en paralelo cada uno) cuyos contactos metálicos no van soldados; sino que son unas láminas que hacen presión sobre los extremos de las celdas y esos contactos con las vibraciones van a ir cogiendo holgura y os va a tocar desmontar la batería para soldar esas patillas y que así no den más la lata.

Dependiendo de qué patillas se aflojen podéis notar que perdéis autonomía de golpe o incluso que se apague el patinete y se niegue a arrancar de nuevo e incluso que tampoco cargue. Como os digo, es un problema muy común que os va a ocurrir con las vibraciones del uso diario como el relieve de las aceras, pequeños bordillos, piedrecitas… Podéis tener más o menos cuidado y el defecto tardará en aparecer; pero siento deciros que antes o después se manifestará a no ser que Xiaomi le de un toque a LG y en los nuevos modelos estas patillas vengan ya soldadas (cosa que, de momento, parece ser que no es así).

A mí me ocurrió más o menos a las dos semanas de empezar a usarlo y en cuanto me puse a buscar el tema en Google vi que a mucha gente le había ocurrido y que había varios tutoriales explicando cómo detectar y arreglar el tema, así que al final de este artículo os dejaré algún enlace que os puede ser de utilidad. Si sois manitas y controláis un poco de electrónica no tengáis miedo porque la cosa no es complicada; pero si no es el caso mejor que vayáis localizando a alguien que sepa de estos temas para que os eche una mano llegado el caso.

Algo que sirve de gran ayuda para controlar si la batería está dando problemas es acceder a la información de la misma en la app de Xiaomi llamada “Mi Home” y consultar ahí el voltaje de las celdas. En teoría todas deberían estar más o menos igual, pero si veis que alguna(s) está(n) mucho más altas o más bajas que las otras tendréis el problema que os digo con las patillas. Para que os hagáis una idea, a la hora de recargar la batería, el cargador corta corriente cuando una de las celdas alcanza los 4,2 voltios y deja de extraer corriente de una de ellas cuando baja de 3,2 voltios. Por tanto, los voltajes deberían de estar entre ambos valores en función de la carga de la batería y con las 10 celdas presentando más o menos el mismo valor. Os pongo a continuación unas capturas sacadas de la aplicación que os decía para que veáis lo que podemos monitorizar en ella:

Por ejemplo, cuando a mí me empezó a ocurrir el problema de la batería, me daba cuenta de que a lo mejor iba con la batería al 50% y de repente se me ponía a parpadear el último LED; señal de que andas ya por debajo del 12%. Si en ese momento miraba la tensión de las celdas veía que la 2 y la 9 estaban marcando menos de dos voltios, lo que hacía que la tensión total de la batería cayera en picado. Como os decía, al tratarse de un mal contacto eléctrico, con soldar las patillas y reforzar la presión en las zonas de contacto el problema desapareció y a día de hoy (toco madera) no ha vuelto a reproducirse. Si os fijáis en la última de las tres capturas veréis que aun así esas dos celdas me marcan unas centésimas de voltio menos, y aunque no es relevante de cara a la autonomía, creo que es consecuencia del mal contacto que durante un tiempo estuvieron haciendo durante las cargas y descargas.

Otra cosa que os va a pasar también antes o después es que vais a pinchar alguna rueda, ya que el patinete originalmente lleva cámaras de aire de muy poca calidad. Ya no es sólo que en cuanto paséis sobre algo puntiagudo traspasará la cubierta de goma y pinchará la cámara; es que por lo visto incluso con el uso normal al final a estas cámaras les acaban saliendo poros y pierden el aire; sobre todo sin van algo bajas de presión.

Para remediar esto hay dos opciones: por un lado comprar cámaras mejores y añadir una banda de kevlar antipinchazos como suelen hacer los ciclistas de carretera y por otro radicalizarse comprando ruedas macizas.

Las cámaras que lleva son para ruedas de 8,5 x 2″, que es una medida un poco rara pero que la marca Continental fabrica y comercializa. Eso sí, cambiarlas no es tan fácil como en una bicicleta, ya que el ser de tan poco diámetro no salen de la llanta con la facilidad que lo hacen en una bicicleta de ruedas grandes.

La opción de la rueda maciza parece mejor porque la cambias una vez y ya es (casi) para siempre; pero al ser más pesada y de caucho toda ella perdemos autonomía y capacidad de aceleración y además vamos a sufrir muchas más vibraciones cuando circulemos sobre suelos irregulares (sí, haciendo que aparezca antes el problema de la batería que antes os comentaba).

Cuando compré el patinete ya venía con la rueda trasera maciza y la delantera con cámara cambiada y banda de kevlar porque el usuario anterior había sufrido varios pinchazos y la verdad es que no he tenido el más mínimo problema en todo este tiempo, más allá de que cuando pillo baches se nota que la parte de atrás del patinete rebota más que la delantera. Tras los 300 Km que le he hecho al patinete la rueda trasera tiene el mismo relieve que cuando lo estrené, de modo que no parece sufrir demasiado con el paso de los kilómetros.

Con las ruedas originales, al llevar aire en su interior, se notan menos las irregularidades del terreno y es en lo que Xiaomi se escuda para no haber implementado algún tipo de sistema de suspensión. De cualquier modo, hay en el mercado algún modelo de otra marca que pese a llevar el mismo tipo de neumáticos sí que incluye suspensión, ganando en comodidad; por lo que en ese sentido hubiera sido de agradecer que Xiaomi hubiera incluido una horquilla con un par de centímetros de amortiguación (no haría falta mucho más) e incluso algún tipo de balancín con un pequeño muelle/elastómero en la parte trasera.

En cuanto a la plataforma, es decir, la superficie sobre la que van apoyados nuestros pies he de decir que es de buen tamaño y si tenemos un número de zapatilla no demasiado grande (yo tengo un 42) podemos llevar los dos pies de forma cómoda. En mi caso el derecho lo suelo llevar detrás en paralelo al sentido de la marcha y del izquierdo ligeramente cruzado hacia el interior y apoyando la punta de los dedos en la barra diagonal que une dicha plataforma con la barra de dirección.

Os comentaba antes que tenemos disponible un control de velocidad de crucero, así que os voy a contar un par de cosas sobre él. Lo primero es que se utiliza activando primero la opción en la app para móvil “Mi Home” con el patinete conectado por bluetooth y una vez que nos aseguramos de que está activa hay que hacer lo siguiente: cuando vamos en movimiento debemos dejar pulsado el acelerador en la misma posición durante 5 segundos de modo que cuando escuchemos un pitido ya podemos soltarlo y el Mijia mantendrá la velocidad constante.

En realidad no es en un control de velocidad sino de potencia; ya que con él activado si subimos una pendiente el patinete baja su velocidad aun teniendo reserva de potencia disponible al igual que si descendemos la aumenta. Como os decía, no mantiene constante la velocidad como tal sino la corriente entregada al motor; pero aun así es de gran ayuda a la hora de circular con el patinete y nos evitará tener que ir con el acelerador pulsado constantemente, lo cual es un descanso para nuestro dedo pulgar derecho. Por cierto, el control se desactiva al más mínimo toque al acelerador o al freno y si hacéis un alto en el camino la pata que tiene en un lateral hace que no haga falta buscar un sitio donde apoyar nuestra montura.

Ya que estamos, aprovecho para deciros que el patinete es capaz de superar cuestas más o menos empinadas (hasta un 14% según el fabricante) pero sólo en el modo normal. En el modo ECO, en cuanto el terreno pica hacia arriba unos grados el patinete va perdiendo velocidad y os va a tocar darle algún empujoncito con el pie. Es el precio a pagar por intentar tener la mayor autonomía posible.

Ahora bien, en llano, la velocidad máxima del patinete es de 25 Km/h en el modo normal (18 en el ECO) y os aseguro que cuando la alcanzáis tendréis la sensación de estar yendo bastante rápido. Tened en cuenta que vamos circulando sobre dos ruedas canijas y totalmente expuestos al aire, por lo que el pensamiento de “cómo se me cruce algo el piñazo va a ser de los gordos” se os pasará por la cabeza más de una vez; aunque es verdad que el tema del frenado está resuelto con muy buena nota.

El freno trasero es de disco, y es una de las cosas que más me gustan de este modelo de Xiaomi. Va accionado por cable, frena con contundencia y en muy poco espacio. Sólo tenemos que tenerlo bien regulado y tener cuidado de no golpear la pinza de freno o el disco para que no se mueva de su posición. Si se nos gastan las pastillas o el disco es más o menos fácil de encontrar porque son componentes estándar de bicicleta (disco de 110 mm y pastillas Clarks tipo CMD-5/7/12).

La pinza de freno está, según vamos en el sentido de la marcha, en el lado izquierdo; de modo que debéis ser cuidadosos al bajaros del patinete en marcha como por ejemplo para subir un bordillo porque al tirar del manillar si el patinete se inclina hacia nuestro lado podéis golpear la pinza de freno bien contra el propio bordillo (me paso una vez y se descolocó, quedando la rueda trasera bloqueada por la pastilla de freno) o bien contra la pierna haciéndoos daño (también me ha pasado alguna que otra vez). Si la pinza se descoloca no os asustéis, ya que se recoloca aflojando los dos tornillos que hay en la parte superior de esta y centrándola de nuevo con respecto al disco de freno. Lo de la pierna se pasa sólo al rato.

Aprovecho para contaros una manía que me viene de mis tiempos de mountain biker y que sigo usando en cada medio de transporte que lleve manillar y manetas de freno: siempre llevo el dedo índice apoyado en la(s) maneta(s) de modo que si tengo que frenar con urgencia ese escaso medio segundo que tardo en mover el dedo del manillar a la maneta puede ser la diferencia entre darme un golpe o quedarme a centímetros de dármelo. Podéis comprobar esto en el vídeo que os puse antes, pues hay un breve plano en el que se aprecia.

El freno delantero (eléctrico) actúa de dos maneras: cuando el patinete alcanza más velocidad de la que debería llevar por lo que dicta el acelerador la rueda delantera ejerce un par de frenado que genera electricidad que va a la batería recargando esta (es lo que ocurre en las bajadas o en las deceleraciones). Del mismo modo, llevemos la velocidad que llevemos, si pulsamos la maneta de freno el motor delantero también ejercerá ese par resistente que os decía antes frenando el patinete.

Mi consejo es que ajustéis el freno trasero para que entre en acción después del delantero. Es decir, que si pulsamos ligeramente la maneta será el freno delantero el que actúe, recargando algo la batería además. Si la situación requiere una frenada más potente, al pulsar algo más la maneta entrará el freno trasero que no regenera energía pero detiene el patín en nada de espacio actuando más como un freno “de emergencia” que otra cosa. Además, al hacerlo así gastaréis menos las pastillas de freno, que siempre es un poco engorroso cambiarlas.

Por cierto, me encanta el detalle de los rápidos destellos de la luz de freno cuando pulsamos la maneta de freno porque si llevamos a alguien detrás le va a llamar la atención y no se va a chocar contra nosotros. La detección de esta pulsación es a través de un sensor hall situado dentro de la maneta del freno.

Hablando de luces, con una pulsación del botón del manillar apagaremos y encenderemos la iluminación del patinete. Ambas luces van de la mano, siendo un foco frontal LED de color blanco que alumbra bastante (probad a circular por una zona oscura de noche) y una luz trasera de posición en forma de 0 de lo más resultona.

Más cosas: si sois tan maníaticos de los ruidos como yo lo soy os gustará saber que el patinete apenas hace ningún sonido más que el del siseo del motor al circular, pero yo me he encontrado con “grillos” en la zona de plegado, los cuales se pueden arreglar con una gota de grasa bien extendida por las zonas metálicas en contacto (podéis verlo porque al abrir la bisagra se nota que rozan por el acabado que presentan) o mejor aun, colocando una fina lámina de teflón recortada con la forma de la pieza. Sé que es un mal menor, pero si os pone nerviosos escuchar un ñi-ñi-ñi al pasar por zonas bacheadas podéis solucionarlo en cinco minutos y sin manchar nada.

Una cosa que echo en falta en este patinete es contar con una pantalla LCD en la que pudiera ver los tres parámetros principales: batería restante, velocidad y kilometraje. Son datos que la app de Xiaomi nos da, pero no hay manera de circular con el móvil en la mano y el manillar no está tan sobrado de espacio como para poner un soporte para móvil. Muchos otros patinetes eléctricos llevan este tipo de pantallas, así que me da en la nariz que si Xiaomi saca una segunda versión de este M365 la incorporará porque, al margen de los problemas mecánicos ya comentados, creo que es algo muy mejorable.

Algo que me gusta mucho de este patinete que se puede desmontar con herramientas estándar. Con un juego de llaves Allen y otro de llaves Torx podéis llegar hasta el último rincón y arreglar cualquier problema que se pueda plantear. Algo que, desde mi punto de vista, se agradece porque no hace falta hacer apaños raros o contar con herramientas especiales para ponernos manos a la obra.

Os comentaba antes que el freno delantero tiene ABS; y el caso es que así es. Por muy fuerte que frenemos la rueda delantera va a estar en todo momento bajo control. La trasera puede llegar a derrapar si apretamos muy fuerte la maneta porque al final es un freno de disco mecánico sin ninguna electrónica que lo gobierne; pero en el caso de la rueda delantera, si el sistema que controla el patinete detecta que la rueda se ha bloqueado disminuye el par de frenado para que la rueda pueda seguir girando y así mantengamos el control. Es una pena que no se haya implementado un control de tracción para evitar situaciones de patinaje de la rueda delantera al acelerar en casos como el que os comentaba antes, pero no es así.

Creo que aun no os he dicho cómo es el sistema de plegado del patinete. La cosa consiste en que mediante una leva presente en la parte baja de la barra del manillar podemos doblar esta y ponerla horizontal de tal modo que el timbre queda enganchado en un resalto que tiene el guardabarros trasero y nos sea más sencillo transportarlo. De todos modos, el patinete pesa más de 12 Kg y a no ser que seamos unos forzudos si lo llevamos así por la calle enseguida nos empezarán a doler los brazos. Tampoco lo veo práctico para llevarlo en un autobús o en el cercanías porque pesa y abulta más de la cuenta. No olvidéis que tiene algo más de un metro de largo y el manillar son unos 40 cm de ancho, que no es poco.

Por cierto, hay una cosa que me llama mucho la atención y es cómo se calientan las ruedas con el uso (vamos con la parte friki de la review). Fijaos en las siguientes fotografías hechas con mi cámara termográfica en las que podéis ver que la rueda delantera se calienta entera por tener en su interior el motor eléctrico ya que la circulación de corriente genera calor por su propia naturaleza (en verano, tras una buena sesión dándole caña, nos podemos asustar al tocar la superficie del motor). Sin embargo, la rueda trasera también coge cierta temperatura, pero en este caso es simplemente por el efecto de la fricción entre la rueda y el pavimento y eso se nota en que sólo es esa zona de la rueda la que coge temperatura. Curioso, ¿verdad?

Precisamente por esto es por lo que debemos de llevar los neumáticos hinchados a entre 3 y 3,5 bar de presión, ya que si los llevamos más flojos aumentará el rozamiento y además podemos pinchar por pellizco de la cámara si pasamos sobre un resalto o pisamos una piedra grande. Tened en cuenta que ese calor que se genera en la superficie de las ruedas no es más que energía de la batería transformada en energía térmica (un tema que me apasiona y sobre el que algún día escribiré un artículo) y que por tanto no hemos aprovechado en avanzar.

Hay un tema que, desde mi punto de vista también es importante, y es el aspecto legislativo a la hora de circular con él. En resumidas cuentas, y para no liaros mucho, os diré que como norma general no podréis circular con él por la calzada, siendo su ámbito los carriles bici y las aceras (en este último caso circulando a una velocidad que no represente un peligro para los peatones). Eso sí, cada municipio tiene potestad para legislar al respecto, de modo que si tenéis pensado comprar uno y no queréis tener líos mi consejo es que os acerquéis al ayuntamiento y preguntéis por el tema, ya que puede que haya algún tipo de ordenanza municipal o similar que limite el uso de este tipo de patinetes.

En todo caso, si no circuláis por la calzada y aplicáis el sentido común no deberíais tener ningún problema con la ley, ya que lo que siempre se intenta es que no haya líos entre los distintos usuarios de las vías urbanas sean del tipo que sean. Es decir, que si la policía local os ve circulando con el patinete por la acera a una velocidad tranquila y con cuidado sería raro que os dijeran algo; pero si os ven haciendo slalom entre los peatones a la máxima velocidad que da el patinete no os extrañe que os caiga una multa por poner el peligro a los que os rodean.

Como os decía al principio de esta review, el patinete eléctrico de Xiaomi es uno de los primeros modelos de una revolución que cada vez está más cerca. Yo tengo claro que el futuro de la movilidad en las ciudades es eléctrico, y de aquí a unos años vamos a vivir una expansión del coche propulsado por baterías para los trayectos largos y de los vehículos como este Mijia M365 para esos pequeños trayectos del día a día que a pie nos llevarían mucho tiempo pero que con un patinete eléctrico podríamos realizar de forma rápida y cómoda.

Cierto es que hasta que no pase un tiempo cada vez que salgamos con él a la calle vamos a ser el centro de atención allá por donde circulemos; pero eso es algo que debería daros igual. En mi caso, cuando voy circulando con este vehículo me invade una sensación de felicidad que no sabría muy bien describiros; pero que creo que proviene de una mezcla de satisfacción y diversión mezcladas a partes iguales.

Por último, me gustaría comentaros algo que creo que es bastante revelador; y es que desde hace unos días el patinete lo tiene mi novia porque conseguí convencerla para lo usara para ir a trabajar (tarda 20 minutos caminando) y desde el primer día que lo utilizó me dijo que le encanta y que le vaya buscando uno para ella. Y ya veréis como al final creará tendencia en su oficina; tiempo al tiempo.

Lo mejor

  • La sensación de libertad al circular con un vehículo que no contamina, que recargarlo cuesta apenas unos céntimos de euro y que nos permite llegar a cualquier punto de la ciudad sin esfuerzo.
  • La calidad de construcción, acabados y tacto en general.
  • Los frenos tienen un rendimiento impresionante

Lo peor

  • Los problemas de batería y pinchazos, que pueden acabar con el patinete arrinconado si no estamos dispuestos a remangarnos, desmontarlo y ponerle solución.
  • Se echa en falta una pantalla LCD en la que ver el porcentaje de la batería, la velocidad actual, el kilometraje…
  • Sus 12,5 Kg y su tamaño son demasiado elevados como para cargar con él de manera habitual por la calle o en transporte público

Conclusión

Si bien estamos ante un gadget que a mí personalmente me encanta y que estoy convencido de que creará escuela; hay que ser realistas y reconocer que los problemas que hemos visto en los párrafos anteriores no lo hacen aconsejable para todo el mundo. Por suerte, ahora que Xiaomi va a comercializarlo oficialmente en nuestro país tendremos servicio post-venta y, me imagino, que mayor facilidad para conseguir recambios; pero aun así los problemas de batería y de pinchazos seguirán ocurriendo a los usuarios.

Yo os lo recomiendo totalmente si no os asusta el tema que de que un día os encontréis con que el patinete se niega a cargar y os toque soldar la batería o que si pinchamos haya que pedir cámaras de repuesto a través de ebay o Amazon. Cuando recorremos la ciudad sobre él la sensación que otorga compensa con creces todas las pegas, pero tened en cuenta que no es ni mucho menos perfecto y que modelos posteriores seguramente corregirán algunos de sus fallos.

*Actualización 27/01/2018: Por fin llegan unidades a las tiendas españolas

Han llegado unidades a la tienda Xiaomi de La Vaguada y por fin he podido comprar el patinete de mi novia (lo que implica que he recuperado el mío) así que me gustaría comentaros algunos detalles que nos han parecido interesantes:

Lo primero es deciros que la caja donde viene el patinete pesa 18,1 Kg y abulta una barbaridad. Tanto que en el maletero de mi Opel Corsa D no entraba ni de casualidad, así que la metí en los asientos traseros y allí le sobraban apenas diez centímetros a lo ancho con respecto a las puertas. Os dejo un par de fotos para ilustraros esto que os digo.

Lo que más nos ha llamado la atención es que el patinete que hemos comprado hoy viene con un juego de cámaras y de cubiertas de repuesto. Las cubiertas que vienen montadas de fábrica tienen un perfil más redondeado que las que lleva el mío, mientras que las del juego de reserva son más cuadradas y me da la sensación de que son como las que tengo yo montadas.

Cuando juntemos los dos patinetes para hacer alguna ruta ya os pondré algunas fotos de esto que os digo. Espero que las cubiertas redondeadas, además de tener menos rozamiento y por tanto consumir menos energía de la batería, estén más reforzadas contra los tediosos pinchazos.

Por lo demás, el patinete es exactamente igual a excepción del cable que sale por la parte derecha del manillar, siendo negro en mi M365 y gris en el de mi novia. Lo que sí me ha comentado en los primeros kilómetros de uso es que el suyo, posiblemente por las cubiertas de perfil más redondeado, es más nervioso a la hora de girar y que tiene más fuerza al acelerar y subir cuestas.

No sé si esto último será también porque su batería es capaz de entregar algo más de corriente que la mía o porque al ser mis ruedas más pesadas (maciza detrás y con cámara más gruesa y banda de kevlar delante) se nota en las inercias.

Ya escribiré alguna actualización más a medida que vayamos usando los patinetes juntos y así podamos intercambiar opiniones entre el modelo actualmente a la venta y el que tengo yo.

*Actualización 10/02/2018: He publicado una nueva entrada titulada Un repaso al patinete eléctrico de Xiaomi después de 1000 Km en la que tras recorrer esa distancia analizo cómo ha ido envejeciendo el patinete y explico algunas cosas que me han ido pasando con él. Creo que el artículo puede ser de utilidad tanto a los que están pensando en comprarse este modelo como a los que ya lo tienen y buscan algo más de información.

Enlaces útiles


Review: medidor láser DeWalt DW030

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Hace unos días, en una visita a una conocida cadena de tiendas de bricolaje, vi algo en la línea de cajas que mi cerebro no tardó ni dos segundos en querer comprar. Siendo un amante de los aparatos de medida, era extraño que todavía no tuviera un medidor de distancias por láser; y este que hoy os presento, con un tamaño tan minúsculo, tenía que ser mío.

Quería hacer una breve reseña de este medidor porque para mi gusto tiene alguna característica que lo hace muy atractivo y a lo mejor a alguno de vosotros le pasa como a mí y le parece un buen “autoregalo”. Además, me da que es bastante novedoso, ya que era la primera vez que lo veía en una tienda y normalmente me suelo fijar en este tipo de cosas.

Veréis, los medidores láser que hay en el mercado suelen ser del tamaño de una caja grande de cerillas de cocina, pesan en torno a 150 gramos y suelen funcionar con un par de pilas AA o AAA. Sus rangos de medida andan sobre los 30 ó 40 metros (aunque los hay de más) y en muchas ocasiones disponen de funciones de cálculo de áreas y volúmenes, las cuales consisten en tomar medidas consecutivas del ancho, del largo y de la altura del recinto a acotar y el aparato hace la multiplicación por nosotros para danos el área o el volumen resultante.

Este modelo de DeWalt sin embargo es mucho más simple que todo eso: su minúsculo cuerpo sólo tiene un botón que nos va a servir para encender, medir, cambiar de unidades y apagarlo; así que la simpleza es extrema. El DW030 mide 62 x 32 x 17 mm y tiene un peso de 31 gramos. Os pongo a continuación una fotografía en la que podéis ver este modelo junto a un Bosch que estaréis hartos de ver, ya que es uno de los modelos más vendidos de este tipo de aparatos.

Además, el aparato del que hoy os hablo sólo sirve para una cosa: medir distancias en línea recta. Lo apoyamos en la pared desde donde queremos medir, pulsamos una vez el botón para encender el láser, dirigimos el haz de luz a la superficie hasta la cual queremos conocer la distancia y pulsamos una segunda vez para que el aparato haga la medición propiamente dicha quedando fija en pantalla.

Si queremos cambiar las unidades de medida (por defecto viene en metros) debemos mantener pulsado el botón durante tres segundos. Si queremos apagar el aparato debemos mantener pulsado el botón durante cinco segundos. Eso es todo.

De su alimentación se encarga una batería interna de litio que se recarga a través de un puerto microUSB, algo que no lleva más de una hora y que nos dará bastante autonomía. Yo llevo unos días usándolo a menudo para probarlo en todo tipo de situaciones y todavía marca 2/3 de carga de batería, así que en ese aspecto se defiende bastante bien.

El rango máximo de medición es de 9 metros, lo cual es bastante menos que los modelos a los que me refería al principio de esta entrada, pero suficiente si queremos montar unos muebles en casa, medir las cotas interiores de nuestro coche o ver la distancia que hay entre las columnas del garaje. Si necesitáis medir el ancho de un campo de fútbol tendréis que ir a modelos más prestacionales.

La resolución de la medida es en milímetros y el fabricante declara un error máximo de +-6 mm en 9 metros, lo que en términos porcentuales es un +-0,066%. Por cierto, el rango mínimo de medida es de unos 16 centímetros y por debajo de esa distancia el DW030 no es capaz de medir.

Como ya os imaginaréis la ventaja de este modelo es su tremenda portabilidad, ya que por su tamaño cabe en cualquier bolsillo (incluso en el típico de las monedas de los pantalones vaqueros) así como la recarga de su batería por microUSB porque siempre tendremos cerca un cargador de este tipo.

Como todos los distanciómetros láser, en interiores funciona muy bien pero en exteriores a plena luz del sol a veces no es capaz de “ver” correctamente la superficie a la que queremos medir y da valores extraños (o directamente no mide). También ocurren errores cuando pretendemos medir la distancia a una superficie transparente como por ejemplo la altura hasta el agua de un tanque o un cristal. Si tenéis que medir en exteriores es mejor esperar a que estemos en sombra, porque ya os digo que con el sol en todo lo alto a veces nos podemos volver un poco locos.

Por cierto, una cosa curiosa que he podido comprobar es que si medís la distancia hasta un espejo el valor que vais a ver en pantalla es el doble del que hay realmente.

En cuanto al vil metal, a mí me ha costado poco menos de 30 euros y en Amazon lo he visto por 33, así que parece claro que ahí anda el precio de este modelo. Realmente por ese dinero hay modelos con más prestaciones, pero desde luego no tienen el tamaño ni la ligereza de este DeWalt, que es lo que me llevó a comprarlo. La caja incluye además del medidor, una correa para la muñeca y un cable microUSB para cargarlo además de un par de panfletos con instrucciones de uso y seguridad.

Y ya está. Como veis ha sido una review realmente breve pero es que en realidad no hay mucho más que contar. Espero que al menos os haya resultado entretenida.

¡Nos leemos!

Review: patinete Oxelo Town 7XL

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Desde mi casa al trabajo tengo una distancia de 33 Km (y otros tantos para volver) de modo que la opción del Xiaomi Mijia M365 no es viable para ir hasta allí. Si trabajara en la misma ciudad en la que vivo os aseguro que lo llevaría todos los días para ir a la oficina porque me parece ideal para ese tipo de desplazamientos cotidianos; pero no se da el caso y la verdad es que es una pena.

Sin embargo, mi novia sí que tiene la suerte de trabajar a unos 3 Km de casa, de modo que es ella ahora la que usa mi patinete eléctrico hasta que nos llamen de la tienda Xiaomi de La Vaguada para que vayamos a recoger la unidad que va a ser suya y así tener cada uno su propio M365. Además, el recorrido hasta su oficina es todo el tiempo cuesta abajo y al regresar, después de todo un día de trabajo, se agradece poder subir todo el desnivel sin esfuerzo y con rapidez.

Lo que ocurre conmigo es que como el gusanillo de los “transportes alternativos” me ha picado muy fuerte, hace unas semanas estuve valorando la opción de hacerme con un patinete plegable para adultos con tracción animal para seguir recorriendo la ciudad a través de los carriles bici y tras informarme bastante, al final me decanté por el Oxelo Town 7XL que venden en cualquier Decathlon.

Al igual que hice al analizar el M365, voy a centrar esta review en las sensaciones y en el día a día del uso del patinete. Hace ya algo más de un mes que lo tengo y la verdad es que lo estoy usando más de lo que pensaba, así que a grandes rasgos os adelanto que estoy bastante contento con él; sobre todo por su gran portabilidad. También trataré de comentar a lo largo del artículo diferencias, ventajas y desventajas con respecto al modelo eléctrico de Xiaomi, pues creo que son dos reviews que se pueden complementar muy bien entre ambas.

Datos técnicos

Os voy a enumerar a continuación las características técnicas principales del patinete para que os hagáis una idea rápida de lo que ofrece:

  • Material de chasis y manillar: aluminio
  • Material de horquilla delantera y balancín trasero: acero
  • Ruedas: macizas fabricadas en poliuretano, diámetro 200 mm, dureza 87A, rodamientos ABEC-7
  • Frenos: freno de fricción mediante guardabarros trasero y freno auxiliar mediante maneta en manillar
  • Suspensión: mediante amortiguadores de elastómero/muelle en horquilla delantera y balancín trasero
  • Peso del patinete: 5,5 Kg aprox.
  • Peso máximo del usuario: 100 Kg
  • Altura del usuario: entre 145 y 190 cm
  • Accesorios incluidos: juego de llaves Allen y correa de transporte
  • Colores disponibles: gris, negro y verde
  • Precio oficial: 99,99 euros

La suspensión delantera consiste en un muelle helicoidal con unos 2 cm de recorrido el cual se comprime aproximadamente a la mitad cuando me subo al patinete, de modo que tiene recorrido tanto en extensión como en compresión suavizando así las pequeñas irregularidades del camino.

En cuanto a la suspensión trasera, esta consiste en un sistema de balancín del que “cuelga” el eje trasero y que se ancla al chasis principal a través de un amortiguador que consta de un muelle helicoidal y un elastómero. Al igual que la suspensión delantera cede algo cuando me subo al patinete pero aun tiene recorrido de compresión.

Tengo la impresión de que la suspensión trasera va más dura que la delantera, pero la verdad es que en marcha sí que se nota que las dos actúan filtrando las pequeñas irregularidades del terreno. Ojo, que con el poco recorrido que tienen a nada que el bache que pisemos sea un poco grande va a hacer tope (sobre todo la delantera) y sentiremos la vibración en nuestras manos, pero con lo duras que son las ruedas de PU de no ser por las suspensiones fliparíamos al pasar sobre cualquier tipo de relieve. Por cierto, el peso máximo del usuario del patinete es de 100 Kg y yo peso 67.

El freno trasero es de fricción y no es más que el guardabarros trasero el cual debemos pisar para que su cara interna roce contra la superficie de la rueda deteniendo el patinete y volviendo a su posición con un muelle en cuanto levantamos el pie. Tenemos también una maneta de freno junto al puño derecho el cual actúa sobre una pequeña leva que fricciona contra la rueda trasera pero cuyo poder de frenada es menor que el del freno principal. Hablaremos luego de esto en más profundidad porque para mí es importante.

Los puños del patinete son de goma y su relieve está pensado para amortiguar las vibraciones del camino. Aun así cuando recorro distancias grandes luego me hormiguean las manos durante un buen rato, de modo que si le vais a dar caña al cacharro os recomiendo que uséis unos guantes acolchados o bien que cambiéis los puños por unos de espuma, ya que son estándar de bicicleta. Por cierto, a la hora de plegarlo los extremos del manillar se sacan de su emplazamiento y se fijan en un par de pinzas para que así la anchura del patinete sea mucho menor.

En cuanto a la tabla, esta va recubierta con una goma cuya rugosidad consiste en pequeños triángulos enfrentados. No agarra igual de bien que las “burbujas” del Xiaomi M365 pero no he tenido ningún resbalón, así que tampoco me voy a quejar. Como detalle curioso, hay en la parte trasera de la tabla una pequeña “ventana” a través de la cual podemos ver el muelle encargado de la amortiguación trasera.

Nuestro contacto con el suelo son dos ruedas de poliuretano de 200 mm de diámetro exactamente iguales en ambos ejes. Como ya os apunté antes son bastante duras pero a cambio sabemos que no vamos a pinchar jamás porque están hechas del mismo material que las que llevan los patines en línea. Eso para mí también es una gran ventaja sobre el M365 sobre todo sabiendo que las ruedas neumáticas y los abrojos no se llevan nada bien.

Las ruedas tienen unas minúsculas ranuras en los laterales que supongo que están pensadas para desalojar agua si nos inclinamos con el suelo húmedo. De todos modos, este tipo de ruedas son totalmente desaconsejables en tales condiciones, de modo que si estáis circulando con el patinete y se pone a llover mi consejo es que bajéis y caminéis si no queréis besar el duro suelo a las primeras de cambio.

El mecanismo de plegado no es tan rápido como me gustaría. Al usar el patinete tengo que hacer las siguientes operaciones antes de empezar a recorrer la ciudad:

  1. Soltar la leva del seguro junto a la articulación principal
  2. Pulsar la palanca de plegado y desplegar el patinete
  3. Volver a apretar la leva del seguro para asegurarme de que el patinete no se va a cerrar si piso la palanca de plegado mientras voy en marcha
  4. Sacar los dos puños de sus soportes e introducirlos en sus alojamientos
  5. Soltar la leva que regula la altura del manillar, llevarlo a su altura correcta y volver a apretar dicha leva

A ver, no es que se tarde una eternidad. En total me lleva menos menos de un minuto, pero sí que son unas cuantas operaciones a realizar para hacer el despliegue total del patinete y si por lo que sea tenemos que hacerlo con frecuencia podemos acabar un poco hartos.

Por cierto, el patinete no trae ningún tipo de luz (ni timbre) pero tenemos una ranura en el guardabarros trasero para poner una de tipo VIOO de las que venden en Decathlon (en algunas fotos de esta review podéis ver la que llevo yo ahí colocada, que es una pulsante roja recargable por microUSB) y en el manillar hay algo de espacio para colocar una luz frontal de pequeño tamaño. Más complicado es añadir también un timbre; de modo que si ponéis una luz frontal el timbre va a tener que ser vuestra propia voz alertando a todos esos peatones que tienen la fea costumbre de caminar por los carriles destinados a bicis y sucedáneos como el que hoy nos ocupa.

Por último, el patinete incluye una pequeña pata retráctil en el lateral izquierdo para poder dejarlo de pie y una correa de transporte que se engancha a la barra que une la plataforma con el manillar y nos permite llevarlo colgado al hombro una vez plegado.

Y creo que con esto ya os he descrito todo el patinete, así que vamos a pasar ahora a tratar la experiencia de uso y los problemas que nos podemos encontrar en el día a día, que al fin y al cabo es la chicha de este tipo de análisis.

Usando el patinete

Veréis, siempre llevo el patinete plegado en el maletero del coche y he de decir que no abulta nada. A diferencia del M365, cuyo peso y tamaño son mayores de lo que sería deseable, este patinete una vez plegado abulta muy poco y se nota relativamente ligero al levantarlo del suelo.

Por tanto, a veces salgo de trabajar y cuando dejo el coche en el garaje directamente lo saco del maletero y me voy a dar una vuelta antes de subir a casa. También en ocasiones se ha dado el caso de aparcar en alguna zona lejana que tengo ganas de explorar, sacar el patinete del maletero y usarlo para dar una vuelta por allí. Ya sabéis lo fan que soy de las cosas que se pueden llevar siempre encima y por eso este patinete es para mí una buena inversión.

Como os decía, este es un patinete al uso, es decir, que tenemos que ir pateando el suelo para movernos (a no ser que vayamos cuesta abajo, claro está) y por eso debéis de tener una cosa en cuenta: si no estáis acostumbrados las agujetas en los tobillos van a ser bestiales durante los primeros días de uso. Con el tiempo se fortalecerán y no habrá más problema, pero cuando los primeros días hagáis algún recorrido más o menos largo, al levantaros de la cama al día siguiente y apoyéis los pies en el suelo os vais a acordar de la madre del puñetero patinete.

Eso sí, al menos la plataforma queda bastante cerca del suelo, lo cual hace que si bajamos algún escalón montados en el patinete éste pueda pegar algún rascón sobre todo en la zona del muelle de la suspensión trasera (queda algo expuesto al sobresalir entre los listones longitudinales del chasis) pero también consigue que no haya que flexionar mucho la pierna de apoyo para impulsarnos haciendo que nos cansemos algo menos. Aun así, os aseguro que con uno de esos se hace más deporte de lo que parece.

Más cosas que me han sorprendido (en este caso para mal): igual que el M365 frena de maravilla, en la primera bajada que hagáis con un patinete de este tipo os vais a acojonar. El freno del manillar apenas reduce la velocidad y si no queréis acumular boletos para un piñazo de los gordos debéis presionar el freno de fricción trasero con mucha fuerza constantemente y aún así veréis que el patinete tarda bastante en detenerse.

Esto es debido a que la fricción del poliuretano de las ruedas con el metal del freno trasero es muy pequeña, de modo que la deceleración es baja. Nada que ver con el freno de disco trasero del Xiaomi en conjunción con el freno eléctrico delantero que detienen el patinete a la más mínima insinuación sobre la maneta.

Ya os digo que la primera vez que me metí en una cuesta prolongada fríos sudores empaparon mi espalda al ver que por mucho que apretaba el freno aquello apenas reducía su velocidad. Por suerte era un carril bici totalmente recto y en una zona despoblada de San Sebastián de los Reyes, pero aun así fue una experiencia algo traumática.

Una curiosidad acerca del freno: sobre el guardabarros trasero tenéis una pegatina que advierte de peligro de quemaduras al tocar la superficie del mismo; algo que me pareció a todas luces exagerado cuando la vi por primera vez mientras desembalaba el patinete. Pues bien, tras la bajada prolongada que os narraba en el párrafo anterior me acordé de aquella señal de advertencia y cuando puse mi dedo sobre el guardabarros poco me faltó para gritar porque éste había alcanzado una temperatura tan elevada que parecía que estaba tocando una olla puesta al fuego.

Si pensamos en términos de energía tiene todo el sentido, ya que al ser un freno de fricción, la mezcla de energía cinética y potencial que lleva el patinete cuando está bajando una cuesta se convierte en calor por efecto de la fricción del freno durante la deceleración; y dado que la superficie es pequeña, esa energía es capaz de elevar su temperatura considerablemente.

En el caso del patinete eléctrico de Xiaomi, la mayor parte de la energía que transformamos al frenar se emplea en recargar la batería, de modo que la que se disipa en forma de calor en el disco trasero es mucho menor y además se trata de un disco metálico ventilado capaz de disipar mucho mejor el calor generado.

Hay una cosa en la que antes ni me fijaba al caminar y que ahora miro con otros ojos: es rarísimo encontrarse con tramos perfectamente llanos por los que circular; y es que en un patinete como éste del que hoy os hablo al tener tan poco rozamiento a nada que la calle pique ligeramente hacia abajo vamos a ver que la velocidad aumenta y en cuanto tenga medio grado de subida vamos a notar que hay que darle al pie con mucha frecuencia.

Del mismo modo, vais a ver que al impulsarnos sobre un suelo perfectamente pulido vamos a avanzar un montón de metros mientras que si el suelo tiene algo de relieve (losetas, rizados, piedrecitas…) el patinete se frena mucho antes obligándonos a impulsarnos con más fuerza y/o frecuencia. Esto lo vais a ver perfectamente en los típicos pavimentos de acera hechos de puntitos, estrellas, rayas y cualquier otra forma de relieve destinada a que los peatones no resbalen en los días de lluvia.

Hablando de impulsarnos, os recomiendo que no os volváis locos tratando de ir siempre a la mayor velocidad posible, ya que usar uno de estos patinetes cansa (y mucho). Sobre todo vais a notar agotamiento no en la pierna que nos impulsa; sino en la que va apoyada sobre la plataforma, que a cada “patada” se ve obligada a flexionarse y estirarse de nuevo. Por eso es importante ser, por decirlo de algún modo, ambidextro y usar por igual las dos piernas para impulsarnos para así ir cambiando y no agotarnos enseguida.

Una cosa que me gusta mucho de este modelo de patinete es la suavidad y el silencio de marcha. La primera vez que lo probé fue en un parking subterráneo hecho de hormigón perfectamente pulido del propio Decathlón y me encantó la facilidad con la que las ruedas deslizaban sobre el suelo. Daba la sensación de que con un par de impulsos iba a ser capaz de cruzar el parking entero.

Luego en calles con su suciedad, sus baches, sus raíces, sus hojas caídas y sus piedrecitas vamos a ir notando cada uno de esos elementos que, además, se encargarán de robarnos velocidad obligándonos a impulsarnos con más frecuencia de lo que nos gustaría; pero al menos en esos casos las suspensiones hacen algo más llevadero el trayecto. Si el patinete no llevara los amortiguadores las vibraciones harían que hasta vierais borroso al coger algo de velocidad.

De momento las ruedas no presentan desgaste significativo pese a haber hecho ya unos 100 Km aproximadamente. Donde si veo algo de desgaste es en el freno principal, puesto que la parte del interior del guardabarros que roza con la rueda ha perdido ya algo de la capa negra que lo recubre y se ve el color metálico. Esto es algo que podéis apreciar en la foto que os voy a poner a continuación. De momento es una cosa mínima, pero creo que con el paso del tiempo (muuuuucho tiempo) esa pieza llegará a desgastarse bastante y lo suyo sería cambiarla antes de que alguna arista de la estructura interior pueda llegar a dañar la rueda. Por lo que sé, Decathlon cuenta con recambios para todos los elementos del patinete.

Como os digo los desgastes de ruedas y frenos son mínimos pero, sea como sea, de momento ambos elementos se están haciendo amigos y eso es bueno. Me explico: la superficie de la rueda tiene curvatura hacia los lados y la superficie del freno es plana, por lo que al estrenar el patinete la superficie de contacto entre ambos es mínima cuando frenamos. A medida que vamos usando el freno, ambas superficies se van desgastando y por tanto sus formas cada vez “encajan” mejor, por lo que la frenada va ganando algo de potencia; si bien ya os decía que no tiene nada que ver con el rendimiento de los frenos del patinete eléctrico de Xiaomi.

Lo de la correa de transporte me parece algo innecesario. Al final cuando vas en marcha con ella colocada en la barra vertical los enganches metálicos van haciendo ruido y rayando el plástico del guardabarros delantero y cuando te echas el patinete al hombro tiendes a mancharte la ropa con el polvo (y cosas peores) que siempre cogen las ruedas. Por tanto, cuando tengo que transportar el patinete lo que hago es plegarlo y o bien lo cojo a pulso con la mano o bien lo agarro del centro del manillar y lo llevo como si de un trolley se tratara.

Por la calle con este patinete no eres el centro de atención de todo el mundo como ocurría con el Xiaomi. Es bastante más discreto y pequeño, de modo que sólo los niños parecen fijarse en nosotros quedándose mirando a las ruedas porque en comparación con sus patinetes de ruedas de 100 mm éste parece un deportivo. Si no os hace gracia ir llamando la atención allá donde vayáis, un patinete como éste es una opción mucho más discreta que su primo eléctrico oriental.

Una cosa que hacía con el patinete eléctrico y que con este casi me hace salir por orejas es meterme por hierba directamente desde el carril bici. Dado que el Xiaomi es de tracción delantera, si pasamos del asfalto a la hierba no pasa apenas nada porque la rueda tira de nosotros igualmente. En el caso de un patinete como éste, en el momento que la rueda delantera toca la hierba se frena radicalmente y si vamos muy deprisa y/o llevamos el peso desplazado hacia delante podemos hacer un Superman en toda regla. Es un patinete pensado para el asfalto y los pavimentos en buen estado, así que ni penséis en hacer off-road de ningún tipo ni acrobacias como las de Claudius Vertesi.

En cuanto a labores de mantenimiento, un detalle que me gusta mucho es que con un juego de llaves Allen podemos desmontar cualquier componente del patinete a excepción de la clásica tuerca-contratuerca de la dirección. En realidad no hay demasiado que hacer ya que viene todo apretado de fábrica y lo más seguro es que nuestra única labor en este sentido será la de cambiar las ruedas cuando estén muy machacadas (cuestan 10 euros cada una en Decahlon y vienen con los rodamientos incluidos) y el freno trasero cuando tenga un “surco” apreciable.

Aparte de esto yo os recomiendo comprobar de vez en cuando que no haya nada suelto y mantener más o menos limpio el patinete en general, ya que esto ayudará a que no se acumule polvo en zonas que pueden ocasionar un desgaste prematuro de ciertos componentes como los rodamientos de las ruedas.

Y a grandes rasgos eso es todo. Como os decía antes, a día de hoy llevo unos 100 Km recorridos con este patinete y estoy bastante contento con él. No diré que sea mejor que el Xiaomi porque son dos cosas diferentes y reconozco que para desplazarse es mejor la opción eléctrica; pero la sencillez y la facilidad de transporte del Town 7XL es lo que me llevó a hacerme con él.

Lo mejor

  • El silencio y la suavidad de marcha sobre suelo liso
  • La ligereza y tamaño del patinete a la hora de cargar con él una vez plegado
  • Las suspensiones, que aportan un plus de comodidad al circular

Lo peor

  • La escasa capacidad de frenada, sobre todo durante los primeros días de uso
  • Poca adherencia de las ruedas sobre suelos húmedos
  • La ausencia de luces y timbre, elementos básicos para desplazamientos urbanos

Conclusiones

Poco a poco los patinetes para adultos se están convirtiendo en un medio de transporte muy válido para las abarrotadas ciudades. Desde mi punto de vista los modelos eléctricos son mucho más cómodos para movernos sobre ellos, pero si tenemos que plegarlos y cargar con ellos todavía son demasiado pesados y voluminosos además de que si surgen problemas con sus baterías la resolución de los mismos puede ser costosa y/o compleja.

Por eso no debemos descartar del todo la opción de hacernos con un patinete “de los de toda la vida”; ya que aunque va a requerir de nuestro esfuerzo para movernos de acá para allá, a la hora de cargar con él es más pequeño y liviano. Además, su precio es mucho menor, el mantenimiento a realizar es prácticamente nulo y la autonomía va a depender exclusivamente de las fuerzas de nuestras piernas.

Seguramente una bicicleta urbana sea un medio más cómodo y eficaz, pero sigue siendo un problema a la hora de meterla en un centro comercial, un autobús, la consulta del médico… Cosas que con un patinete como éste del que hoy os hablo no os causarán ningún quebradero de cabeza.

Más información

Un repaso al 2017 que se va

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Ahora que al 2017 le quedan pocas horas para marcharse me gustaría hacer un rápido repaso de algunas cosas que me han pasado este año, algunas de las cuales han quedado reflejadas en este blog.

Aunque no haya escrito un artículo sobre ello, si me tengo que quedar con una sola cosa del 2017 esta sería, sin duda alguna, el viaje que hicimos a París mi novia y yo después del verano. Fueron cinco días en los que no paramos de caminar, ver sitios, y disfrutar de una ciudad que siempre habíamos tenido muchas ganas de conocer. Eso sí, pese a que como os digo no paramos quietos ni un momento, se nos quedaron bastantes cosas por ver, de modo que estamos seguros de que en un futuro volveremos por allí para seguir descubriendo rincones con mucho encanto.

De París me quedo con el barrio de los pintores y con la vista desde Trocadero; desde donde casi parece que puedes tocar la Torre Eiffel. También tengo gratos recuerdos de los paseos por las orillas del Sena, las torres de Notre Damme, los jardines de Versalles y la basílica de Montmartre. Mención especial también al metro y el RER, que son dos transportes que funcionan muy bien y que nos llevaron de acá para allá sin demoras. Por cierto, si vais a pasar por allí unos días os recomiendo al 100% la tarjeta Navigo para usar el transporte público.

En lo tecnológico, de este año me quedo con la experiencia de estrenar mi patinete eléctrico Xiaomi, el cual me parece un invento genial que nos puede transportar hasta cualquier punto de la ciudad de una forma cómoda y eficiente. Si todo va bien, en los primeros compases del año que estamos a punto de estrenar me haré con una segunda unidad para mi novia (actualmente está usando el mío para ir a trabajar todos los días) y así juntos podremos compartir recorridos y piques por ver quien es capaz de sacar más autonomía a la batería.

Sea como sea, dentro de los artículos de la rama tecnológica me gustaría destacar también aquella introducción a la termografía que escribí con la mente ya puesta en la adquisición de mi primera cámara térmica. Un modelo muy sencillo pero que permite visualizar cosas que están ocultas a simple vista: una obsesión que me persigue desde que era pequeño.

También disfruté mucho escribiendo aquella explicación sobre lo que es el PWM empleando para ello un ejemplo al que durante este año os he acostumbrado bastante: las linternas LED. Si me seguís desde hace tiempo ya sabréis que me gusta tratar de explicar cosas complejas de una forma sencilla para que así sean accesibles para cualquiera; así que este es un ejemplo más de ello.

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En lo personal estoy orgulloso del artículo que escribí sobre los dos años que pasé en Oropesa como jefe de planta de la depuradora de aquella localidad. Hace ya casi cinco años que volví a Madrid, pero precisamente por la perspectiva que me ha dado el tiempo transcurrido sentí que era el momento de echar la vista atrás y hacer balance de lo que aquella experiencia supuso para mí a todos los niveles.

Muy a mi pesar he de reconocer que el tema fotográfico apenas lo he tocado durante el año que ahora termina, de modo que intentaré retomarlo en 2018. De todos modos, hay dos artículos que muestran algunas imágenes que para mi gusto han quedado muy estéticas: el de la elegancia que transmiten las placas Arduino y aquel que mostraba la ingeniosa antena de la Raspberry Pi Zero W. Como veis, ambos artículos son de temática eminentemente macro, que es la vertiente fotográfica que más me llama la atención últimamente.

Raspberry Pi Zero W

Aprovecharé también para repasar las frías cifras del blog durante este último año, que se resumen en casi 550000 visitas, 22 nuevas entradas publicadas (incluyendo esta) y 134 comentarios. De todos modos, si atendemos a las entradas más visitadas durante los últimos 365 días tenemos el siguiente Top 10:

Como podéis ver, de entre las 10 entradas más vistas durante 2017 no hay ni una sola escrita en los últimos doce meses. Por cierto, la que año tras año más me llama la atención es la de cómo hacer café en cafetera italiana, ya que es una cosa que me parece de lo más sencillo pero que por el motivo que sea mucha gente desconoce y encuentra dicho artículo de gran utilidad.

Y bueno, de cara a 2018 tengo el presentimiento de que el artículo sobre el patinete eléctrico de Xiaomi tendrá bastantes visitas porque al final su distribución en España se está retrasando y cuando empiecen a llegar a las tiendas y verse por las calles la gente empezará a buscar información sobre este modelo con el que tan contento estoy.

Por mi parte, me gustaría empezar una serie de artículos sobre sintetizadores musicales, ya que tengo unos cuantos en casa con los que me gusta cacharrear y creo que será interesante contaros algunas cosas sencillas tanto a nivel técnico como práctico. También me gustaría escribir algún artículo más sobre hábitos de conducción, pues creo que es algo que siempre viene bien repasar.

Del mismo modo, espero volver a coger la cámara con más frecuencia y enseñaros por aquí algunas fotos, ya que es una cosa que he dejado un poco de lado desde hace unos cuantos meses y me parece una pena. Cada vez que veo en el armario las maletas con mis cámaras y mis objetivos me digo a mi mismo que tengo que volver a patear ciudades con la réflex a cuestas porque la calidad de imagen que da no tiene rival; pero es que abulta y pesa tanto…

No sé qué ocurrirá durante los próximos doce meses; pero sí que espero que para el año que viene a estas alturas vuelva a encontrarme como ahora sentado frente al teclado para echar de nuevo la vista atrás y contaros aquello que pasó durante un año que, a finales de diciembre, uno tiene la sensación de que se le escapa entre los dedos como si fuera arena de playa.

¡Feliz año nuevo!

Consejos generales para conducir

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Hace poco superé con mi fiel Opel Corsa Ecoflex de finales de 2011 los 260000 kilómetros, lo que equivale a dar seis veces y media la vuelta al mundo por el ecuador, que se dice pronto. El caso es que durante todos estos años (bueno, y los anteriores, pues llevo conduciendo diariamente desde 1998) he ido acumulando experiencia como conductor y de ahí que la finalidad de este artículo sea la de compartir con vosotros aquellas cosas que mejor me han funcionado tanto a nivel mecánico como de circulación.

Durante mis primeros años circulé sobre todo por ciudad, ya que mis trayectos solían ser de casa a la universidad en Alcalá de Henares. Después, con mi incorporación al mundo laboral empecé a alternar trayectos por ciudad con pequeños viajes por carretera; casi siempre por los alrededores de Madrid, pero cuando me destinaron a Oropesa del Mar es cuando comencé a hacer muchísimos kilómetros por todo tipo de carreteras, ciudades y pueblos y en las más diversas condiciones meteorológicas; y es en ese periodo cuando considero que más crecí como conductor.

De todos modos, ni mucho menos me las quiero dar de experto porque, para empezar no lo soy en el mundo del motor, pero sí que me considero un conductor ya con cierta experiencia por las circunstancias que antes os comentaba y que además se preocupa por las cosas que pasan más allá del volante, los pedales y la palanca del cambio.

MECÁNICA

Nada de acelerones con el motor frío

Cuando el motor de un coche está frío, lo peor que le podéis hacer es acelerar con fuerza y llevarlo muy alto de revoluciones para que se caliente antes. Haciendo eso lo único que vais a acelerar es el desgaste interno de las piezas móviles tanto porque en frío no ajustan tan bien como cuando ha cogido temperatura como porque el aceite a baja temperatura no lubrica igual de bien que cuando está caliente.

Por tanto, para empezar a circular con el motor frío, durante los primeros diez o quince minutos lo ideal es no pasar de 2000 RPM y acelerar con suavidad. Y esto es para mí es mantra impepinable que sólo me saltaré si tuviera que incorporarme a una carretera nada más empezar a circular y las circunstancias del tráfico me obligaran a acelerar con rapidez.

Una vez que el motor ha alcanzado su temperatura normal de funcionamiento ya podéis llevar el motor más alto de vueltas y pisar el acelerador con cierta alegría, pero mientras llegáis a esa temperatura es mejor circular con tranquilidad para alargar la vida de vuestro vehículo.

No racanees con el mantenimiento

Esto es un clásico. Hay gente que se gasta un pastón en un coche de gama alta pero luego le pone aceite marca “Nisupa” o lleva los amortiguadores tan destrozados que el coche parece una barca al circular por una rotonda.

El coste del mantenimiento de un coche va en función de su gama, de modo que mi consejo es que si quieres que el coche funcione bien durante toda su vida útil bajes un escalón en la compra pero luego le hagas un correcto mantenimiento en los plazos que le tocan. Si el coche tiene turbo, no se te ocurra racanear con el aceite o cuando casque te darás cuenta de que lo poco que habías ahorrado en lubricantes no cubre ni la décima parte de lo que cuesta un turbo nuevo.

Revisa los niveles con frecuencia

Muy ligado con lo anterior, es más que recomendable comprobar niveles de aceite, anticongelante, líquido de frenos, líquido limpiaparabrisas y presión de ruedas (incluyendo la de repuesto) una vez al mes como mínimo. Hay quien entre revisión y revisión ni siquiera abre el capó del coche y es una manera muy tonta de que nos quedemos tirados en una cuneta por llevar muy bajo el refrigerante o el aceite.

Mantén limpios los cristales

Sé que es de lo más incómodo de limpiar, pero si llevas sucio por dentro el parabrisas te vas a acordar de no haberlo hecho el día que tengas el sol a punto de ponerse en el horizonte porque no verás ni torta por mucho que le des a los limpiaparabrisas. Puedes hacer como yo y llevar a mano una bayeta para darle un repaso de vez en cuando, pero lo ideal es que en cuanto notéis que hay suciedad os hagáis con una bayeta de microfibra, limpiacristales o pongáis a frotar hasta que parezca que no hay cristal ante vuestros ojos.

Tampoco sirve de mucho tener los limpiaparabrisas hechos unos zorros, porque en caso de lluvia o suciedad el rastro que deja es casi peor que dejar el cristal como está.

Si notas algo raro, ponte a investigar

Hay gente que lleva el coche sonando como una carraca, echando humo azul por el tubo de escape y con varios indicadores luminosos de emergencia encendidos en el salpicadero, pero ellos son felices así. Estas personas suelen ser las que un buen día las ves con el chaleco en el arcén de la carretera llamando a la grúa porque el coche les ha dejado tirados, aunque en realidad éste venía avisándoles ya desde hacía meses de que algo no iba bien.

Sed conscientes de una cosa: pasáis un montón de horas tras el volante y es tal la costumbre que cualquier cambio (una rueda con poca presión, un ruido nuevo, falta de potencia…) lo vais a percibir al instante y sería buena cosa que os preocuparais un poco del origen de ese cambio porque puede que no sea nada; pero también puede ser el principio de una avería que pillada a tiempo se puede arreglar por cien euros mientras que si la dejamos pasar puede hacer que acabemos con el coche en el desguace.

Es muy recomendable también que le echéis un ojo al manual del coche, pues en él se explican muchos detalles que a lo mejor ni conocíais (por ejemplo en mi coche existen unos parámetros ocultos que se pueden almacenar en llaves diferentes para personalizar así ciertos aspectos para cada conductor).

CIRCULACIÓN

Tranquilidad, respeto y paciencia al volanteCaos circulatorio en Nueva Alcalá

Este es mi consejo número uno a la hora de conducir. Hay que tomarse todo con calma y no perder los estribos, ya que luego vienen las consecuencias. Si hay mucho tráfico, por circular haciendo zig-zag, adelantando malamente y realizando toda clase de pirulas no vas a ganar más de un minuto y a cambio tienes muchas posibilidades de provocar un accidente con alguien que circulaba correctamente.

Del mismo modo, si ves que alguien está aparcando y no le sale a la primera no pegues el morro a su puerta ni empieces a pegar bocinazos. Todos nos hemos hecho un lío alguna vez aparcando y seguro que no os hubiera gustado que estuviera alguien al lado presionándoos.

Ajusta bien los espejos retrovisores

No hace falta para nada ver por los retrovisores los laterales del coche. Ajústalos de manera que maximices tu campo de visión lateral para así eliminar todo lo posible los ángulos muertos. Y por cierto, no están de adorno: úsalos para controlar el entorno. Recuerda siempre que adelantes echar un vistazo al carril de la derecha antes de volver a él porque a veces hay pirados a los que les da por adelantarte a ti aprovechando algún carril de aceleración o cosas así.

Respeta la distancia de seguridadM-30

Si todo el mundo dejara más espacio con el coche precedente al circular nos evitaríamos miles de accidentes cada año. Especialmente en los días de lluvia, ya que hay quien circula a un palmo del paragolpes del coche de delante y cuando éste frena por cualquier cosa no hay tiempo material de evitar el golpe por alcance. Por favor, deja distancia también en las rampas de los aparcamientos para que si al de delante se le va un poco el coche para atrás no te golpee.

Hay una regla que me gusta bastante para saber si estamos manteniendo la distancia de seguridad suficiente, y es que si  el coche que circula delante de nosotros pasa por un punto determinado y antes de dos segundos pasamos nosotros es que circulamos demasiado cerca de él. Así que ya sabéis: dos segundos entre coche y coche para poder frenar con seguridad en caso de cualquier imprevisto.

AnticípateM-230, Km 3

Si en la autopista ves que se va a incorporar un camión por tu derecha y te puedes cambiar de carril, hazlo. Si ves que vas a entrar en un banco de niebla ve levantando el pie del acelerador y pon las luces. Si se te están empañando los cristales no esperes a no ver nada: pon el aire acondicionado o baja las ventanillas. SI un peatón despistado parece que va a cruzar la calle sin mirar ve pensando que va a ser así y pon el pie sobre el freno… En definitiva, si ves que algo va a ocurrir no esperes al último momento para hacer algo; empieza a hacerlo ya.

No pierdas la atención de la carretera

Hay multitud de accidentes por culpa de distracciones: justo vas a coger algo de la guantera, el coche de delante frena y tu matrícula acaba en su maletero. Vas por la autopista, miras a la izquierda para ver ese atardecer tan chulo y no ves el socavón que está a punto de destrozar tu rueda… Vista al frente y vistazos rápidos y frecuentes a los retrovisores hacen que se reduzcan considerablemente las posibilidades de sufrir un accidente.

Ojo con los charcos en la calzadaReflejos rotos

Mucho cuidado a la hora de pasar sobre zonas de agua. Sólo he hecho acuaplaning una vez y no es nada agradable porque de repente es como si el volante se desacoplara de la columna de dirección y el tiempo parece detenerse mientras te das cuenta de que estás en manos del azar.

Si ves una lámina de agua en la carretera y tienes la más mínima sospecha de que puede tener más de un centímetro de profundidad, disminuye la velocidad antes de llegar a ella y mientras pasas por encima agarra fuerte el volante y al atravesarla no toques acelerador ni freno. Aquella vez tuve suerte y mantuve el control del coche, pero desde entonces ya me cuido mucho de no perder el contacto entre las ruedas y el asfalto.

Usa los intermitentes

Hay gente que parece esconder sus intenciones como si las vías circulatorias fueran una partida de poker. En las rotondas muchas veces tenemos que intuir qué salida van a tomar los coches porque ni se les pasa por la cabeza usar esa palanquita que hay junto al volante y que sirve para que unas luces naranjas que hay a ambos lados del vehículo se pongan a parpadear avisando de nuestro próximo movimiento lateral. Son gratis, así que podéis usarlos como si no hubiera un mañana y el resto de conductores os lo agradecerá.

Antes de entrar a una glorieta echa un vistazo al frente

Esto es otro clásico: estás esperando para incorporarte a una glorieta, el coche de delante avanza y ahora es tu turno. Miras hacia la izquierda y ves que tienes hueco así que levantas el pie del ambrague, aceleras un poco y… ¡PUM! Resulta que el coche que creías que ya estaba girando en la glorieta en busca de tomar su salida se ha parado por el motivo que sea y tú te has dado contra él.

Para evitar esto que, como os decía, es de lo más habitual lo mejor es que cojáis la costumbre de justo antes de avanzar para incorporaros echéis un rápido vistazo al frente para aseguraros de que tenéis vía libre.

Ante la duda enciende las luces

¿Entras a un garaje pero se ve más o menos bien? Da igual, pon las luces. ¿Está anocheciendo pero todavía queda una pizca de luz en el cielo? Da igual, pon las luces. ¿Vas a pasar por un túnel de apenas 100 metros y te da pereza estirar el dedo? No seas vago, pon las luces. ¿Vas por calles estrechas y sombrías en una ciudad pero aun es de día? Pon las luces. ¿Empieza a chispear? Pon las luces.

Las luces no son sólo para que nosotros veamos mejor; sino que también sirven para que nos vean, lo cual es siempre muy recomendable. Ojo, esto no vale para las luces antiniebla porque esas son sólo (como su nombre indica) para casos de niebla densa, que hay gente que las enciende “porque molan” y al que circula detrás es algo que le resulta de lo más molesto. Esto no sólo es sancionable; sino que hay un lugar reservado en el infierno para los conductores que hacen esas cosas.

Usa los carriles de aceleración y deceleración con sentido común

Ya sé que parece de perogrullo, pero hay gente que usa los carriles de incorporación a la autopista para pasarse al carril derecho de inmediato a 50 Km/h. El carril de aceleración está para tratar de adecuar nuestra velocidad todo lo posible a los vehículos que circulan por la vía y luego ya meternos en el carril derecho evitando así frenazos y sustos al resto de conductores.

Y con los carriles de deceleración más de lo mismo. Accedemos a él a la velocidad de la vía y una vez ahí frenamos con más o menos contundencia en función de los metros que tenga, que a veces la gente se pone a 60 Km/h por la autopista justo antes de abandonarla y luego por carril de deceleración tiene incluso que acelerar porque se da cuenta de que va a paso de tortuga.

Pasa por los radares a la velocidad de la vía

Esto es una práctica que me pone de muy mal humor: esa gente que va por la autopista a toda pastilla creyéndose los reyes del mambo (para correr están los circuitos) pero que luego ven un radar y pasan por él 30 Km/h por debajo de la velocidad de la vía “por si acaso”. Hay un caso flagrante, que es el del radar de la A2 sentido Madrid a la altura del Carrefour de San Fernando de Henares, pues se trata de un breve tramo señalizado a 90 Km/h tras una larga recta en bajada y a veces me ha tocado frenar casi hasta los 50 Km/h para no comerme al coche de delante que segundos antes me acababa de adelantar a 110 Km/h.

Si el radar es de 90 Km/h se puede pasar tranquilamente a esa velocidad, porque entre el margen de 7 Km/h que dejan antes de multar y que el marcador del coche siempre indica un poco más de la velocidad que en realidad llevamos (lo podéis comprobar con cualquier GPS) no vamos a tener problema ninguno con la DGT.

Bueno, pues de momento es todo. Sea como sea, no descarto volver a tocar el tema conducción porque es algo que forma parte de mi día a día y, por tanto, creo que se pueden sacar cosas interesantes aunque sólo sea por la cantidad de horas al año que me paso tras el volante. Espero que estos párrafos os sean de utilidad (y que hayáis disfrutado de las fotos del artículo, que su tiempo me ha llevado recopilarlas de mi archivo personal).Pasa la vida

¡Nos vemos por la carretera!

Un repaso al patinete eléctrico de Xiaomi después de 1000 Km

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Mi querido Mijia M365 ha cumplido recientemente mil kilómetros y, como complemento a la review que publiqué en noviembre, me ha parecido interesante en este punto de su vida hacer un repaso a su estado viendo así qué elementos han envejecido bien y cuales han llevado peor el paso del tiempo comentando también soluciones a algunas pequeñas cosas que me han ido sucediendo.

Para poneros en situación, cuando compré el patinete su dueño le había hecho unos 350 Km, a los que yo sumé unos 200 Km más. Acto seguido, durante un par de meses mi novia lo estuvo usando a diario para ir a trabajar (hasta que conseguí otro para ella) tiempo durante el cual hizo 350 Km. Y por último, desde que volvió a mis manos he hecho 100 Km más hasta conseguir llegar a la cifra redonda de mil kilómetros.

Permitidme ahora que me vaya un poco por las ramas y aproveche para echar unos números:

La ruedas del patinete de Xiaomi son de 8,5″ de diámetro, que equivalen a 21,59 cm. Si aplicamos la fórmula de la longitud de la circunferencia (L = 2 * pi * r) vemos que por cada vuelta completa de las ruedas avanzamos  67,69 cm o lo que es lo mismo 0,677 metros.

Pues bien, si a día de hoy el patinete ha recorrido mil kilómetros, una simple división nos permite saber que cada rueda ha dado 1477104 vueltas. Si, prácticamente un millón y medio de giros. Y no penséis sólo en la goma de las ruedas, acordaos también de los rodamientos de los ejes, que llevan el mismo castigo.

NOTA: De todos modos, aunque parezca un montón, si hago esta misma cuenta para los ejes de mi coche, sale que han dado ya la friolera de 226 millones de vueltas, así que imaginaos la cantidad de subidas y bajadas que lleva cada uno de los pistones del motor. Pero vamos, que esto daría para otra entrada de esas mías en plan ingenieril.

Bueno, tras este offtopic, vamos a ir desgranando punto por punto qué tal ha digerido estos primeros mil kilómetros el patinete:

  • Zonas de contacto con el usuario

Se aprecia claramente que en los extremos del manillar la rugosidad de los puños se ha perdido, quedando la superficie totalmente lisa en esa zona. Cierto es que durante estos meses de frío mi novia ha estado conduciendo el patinete con unos guantes que llevan la palma forrada de goma, de modo que el desgaste habrá sido mayor que si se va con la palma desnuda, que siempre es más suave (a no ser que seáis jugadores de pelota vasca). Eso sí, como podéis ver a continuación el resto del puño tiene el patrón de bultitos ovalados intacto.

El desgaste de los puños podría esperármelo, pero el que realmente me sorprende es el de la pequeña almohadilla del acelerador, ya que pese a usar control de velocidad desde el primer día, se ha quedado totalmente liso. La verdad es que ese desgaste sí que me ha pasado desapercibido, pero cuando abrimos el patinete de mi novia y vimos el relieve del acelerador es cuando me di cuenta de que al ser una goma muy blanda enseguida se queda liso pese a que, como os digo, sólo pongo el pulgar sobre él cuando quiero cambiar la velocidad a la que circulo.

Eso sí, lo que sigue estando como el primer día es la tabla donde llevamos apoyados los pies. Pese a recaer sobre ella todo nuestro peso y usar calzado con suela de goma dura (incluso en ocasiones botas Doc Martens) su aspecto es impoluto y ni se ha desgastado o despegado lo más mínimo. La verdad es que me ha sorprendido para bien en ese aspecto, porque pensé que acabaría prácticamente lisa como ocurre con los papeles de lija de los skates y similares.

  • Ruedas

No sé en qué momento exacto le cambió la rueda trasera al patinete el usuario anterior por la maciza que lleva puesta, pero por lo que me dijo no tardó mucho en hacerlo cansado de los dichosos pinchazos. Sea como sea, dicha rueda tiene todavía un dibujo muy profundo y no veo ni por asomo el momento del cambio. Apuesto a que tengo caucho para dos mil kilómetros más por lo menos.

En cuanto a la rueda delantera, esta es la original que venía con el patinete; sólo que se le añadió una banda antipinchazos de kevlar entre cámara y cubierta para evitar tener que andar desmontando la rueda cada vez que pasaba sobre cualquier cosa puntiaguda. En este neumático se aprecia algo más de desgaste con respecto a uno nuevo, pero al igual que en los coches contamos con un testigo de desgaste al que todavía le queda tiempo para estar a la par con la superficie de la goma. En mi bola de cristal veo unos mil kilómetros más de vida útil para este neumático.

  • Estructura

Vamos a hablar ahora de lo que es la estructura mecánica del patinete, y este punto creo que va a dar bastante de si.

A ver, lo primero de todo, es recomendaros que una vez al mes repaséis el apriete de todos los tornillos. Durante este tiempo se aflojaron un poco los que sujetan el manillar a la tija de dirección y uno de los dos que lleva la pinza de freno. No supusieron gran problema más allá de notar algo extraño en el día a día, comprobar que estaban algo sueltos y apretarlos con la herramienta multiuso que siempre llevo conmigo cuando voy en el patinete.

Peor fue que un día de repente a mi novia se le abrió en marcha el mecanismo de plegado y descubrimos que se había perdido el tornillo frontal que ajusta la dureza de la leva que realiza el cierre. No dimos con el tornillo (se le perdería un par de calles atrás y como para ponerse a buscarlo) de modo que bajé a la ferretería y compré un tornillo con cabeza Allen de la métrica y longitud adecuadas para sustituirlo y una arandela porque la cabeza del tornillo original tiene más superficie. No queda tan elegante como el que viene de serie pero funciona igual de bien y éste no se perderá porque al colocarlo le puse fijador de tornillos en la rosca.

Aprovecho para comentar la vital importancia del punto de ajuste de este tornillo (una razón más para aplicar algún tipo de fijador) puesto que si está demasiado flojo veremos que el mecanismo de plegado tendrá holgura y si va demasiado apretado comprobaremos que no somos capaces de mover la leva que permite el plegado y desplegado del patinete. Por tanto, id probando hasta que encontréis el punto justo y fijadlo ahí para toda la eternidad.

Briconsejo: si no tenéis a mano fijador de tornillos (mi favorito es el Loctite 243) podéis usar esmalte de uñas, ya que cuando se seca hace que el tornillo no pueda aflojarse pero si hacéis fuerza con una llave acabará girando. Si usáis cosas más radicales como pegamento instantáneo, aparte de pegaros los dedos, como un día tengáis que soltar el tornillo ya podéis buscar un tubo largo para hacer palanca.

Y ya que estamos hablando de esa zona del patinete, comentaros que si de buenas a primeras empezáis a escuchar “grillos” cuando vais en marcha es debido al roce de las dos partes del sistema de plegado. Para remediarlo podéis hacer dos cosas: aplicar una capa de grasa a ambas superficies o bien, para solucionarlo de una forma más definitiva, pegar una fina lámina de teflón o similar en una de las caras de modo que ya el roce no se produzca metal contra metal (esto es lo que hice yo, que soy un maniático de los ruiditos, y desde entonces tan feliz).

Por cierto, se me perdió la goma que recubre el “gancho” sobre el guardabarros donde se fija el timbre al plegar el patinete. La funcionalidad es la misma, pero queda más feo. Ya se me perdió una vez pero lo encontré por casa y lo fijé con pegamento instantáneo; pero a las pocas semanas se volvió a perder y me temo que esta vez es la definitiva. Lo que voy a hacer es lijar la zona y pintarla con esmalte negro para que no se vea tan fea, ya que se han quedado los restos del pegamento que le eché y no me gusta nada.

Otra cosa más: el guardabarros trasero va anclado a la plataforma donde llevamos los pies mediante tres tornillos cuyas cabezas van cubiertas con otros tantos embellecedores plásticos. Pues bien, un día de estos y sin previo aviso el embellecedor del tornillo central decidió independizarse y al llegar a casa vi que lo había perdido. Por suerte, en uno de esos cajones en los que uno guarda cosas que de otro modo acabarían en la basura (una especie de síndrome de Diógenes) tenía una especie de tapón plano de plástico gris oscuro que resultó encajar a la perfección como podéis ver en la siguiente imagen.

En cuanto a golpes y rascones en general, a pesar de que tanto mi novia como yo somos cuidadosos, uno nunca está a salvo de un bordillo un poco más alto de lo esperado, un resbalón o una piedra que salta donde no debe; pero aun así tras estos primeros mil kilómetros el patinete no está demasiado castigado en este aspecto. Tan sólo reseñar un par de raspones “serios” en la zona del listón trasero izquierdo (tanto en el aluminio como en el embellecedor de plástico) como podéis ver a continuación. Por suerte en ninguno de los casos el disco de freno sufrió golpe alguno pese a su proximidad, porque si lo doblamos lo más mínimo nos tocará cambiarlo.

En la zona de plegado, concretamente en la “uña” que encaja en la parte inferior para fijar el sistema de plegado en su posición ha saltado un poco la pintura, pero no es nada grave (podéis verlo en una de las imágenes anteriores).

Ah bueno, y en la zona baja de la barra diagonal, donde suelo apoyar la punta del pie izquierdo al circular, la pintura se ha desgastado muy ligeramente, pero vamos, que el aspecto es prácticamente el mismo que el del resto del chasis como podéis apreciar en la siguiente fotografía.

Para mi sorpresa, la tapa inferior (tras la que se aloja la batería y el controlador de la misma) se encuentra en muy buen estado. Pese a lo expuesta que está a todo aquello sobre lo que rodamos, no tiene ningún rascón importante ni cruje o hace cosas raras. Me daban bastante miedo las cabezas de los tornillos, pues pensaba que podían destrozarse a base de roces con piedras, bordillos, etc pero no es así y por ahí abajo todo está en perfecto estado de revista.

En cuanto al cableado (tanto eléctrico como del freno trasero) no ha habido ningún problema ni de roturas, holguras, soportes sueltos… En ese aspecto un diez sobre diez.

  • Frenos

Por la forma en la que funciona la pinza del disco (sólo una de las dos caras es móvil) es complicado conseguir que las pastillas pisen correctamente sobre él. Por suerte, al disponer de freno regenerativo en la rueda delantera el freno de disco trasero se usa en contadas ocasiones, de modo que las pastillas aun tienen grosor de sobra y el disco no presenta desgastes apreciables a simple vista.

A lo que me refiero con lo del funcionamiento es que al ser sólo una de las caras de la pinza la que presiona contra el disco cuando pulsamos la maneta, éste flexa ligerísimamente y entonces también roza contra él la pastilla que va fija en la otra cara; pero esto hace que no haya una perpendicularidad exacta entre la superficie de las pastillas y el disco de freno, haciendo que en cada cara del disco haya una franja en la que roza la pastilla y otra en la que no.

Tal y como os comenté en la review, una de las cosas que más me gustan de M365 es su potencia de frenada, y tras estos primeros mil kilómetros esta sigue intacta.

  • Batería y motor

He dejado para el final el que para mí es el apartado más importante de un patinete eléctrico: todo lo relacionado con el motor y la batería, que al final es el alma del cacharro.

Como ya sabréis por la review, al poco de estrenar el patinete empezaron los problemas de batería típicos en este modelo. Me tocó abrir la batería, soldar las chapas de contacto principal y también reforzar las zonas de contacto de cada uno de los polos de las treinta celdas poniendo sobre ellas láminas de caucho y forrando luego todo con cinta americana para que quedara bien prensado. Desde entonces no he vuelto a tener problemas, pero tened esto siempre presente porque en el modelo original esto os va a pasar antes o después.

Se supone que en los modelos que hay ahora a la venta en las tiendas esto ha sido corregido y las chapas metálicas de la batería ya van firmemente soldadas; pero aun así como el modelo de mi novia no ha dado problemas (tocamos madera) no lo vamos a abrir de momento, de modo que no lo puedo corroborar.

Algo que no me ha gustado es que el último firmware disponible (1.3.4) hace que por debajo del 50% de batería el patinete apenas tenga fuerza para subir cuestas, imagino que en busca de no pegar fuertes descargas a la batería cuando esta anda ya baja de carga. Sea como sea, a mí me gustaba más el funcionamiento prácticamente lineal de las versiones anteriores, así que ojalá en el futuro eliminen esta característica, porque de momento no encuentro una manera fácil de hacer un downgrade.

Por tanto, si queréis sentir el viento en la cara es mejor que le deis caña al principio del recorrido (pero ojo, porque si os flipais demasiado puede que al final os toque impulsaros con la patita).

Por cierto, creo que sé a lo que se refiere Xiaomi con lo de que el motor es de 250W pero que permite picos de 500W. Si subimos una cuesta y pulsamos a fondo el acelerador veremos que la aceleración es bastante fuerte, pero no será así eternamente, ya que llegado un punto la potencia comienza a disminuir, y es que creo que el patinete permite aprovechar esos picos de 500W pero en cuanto empieza a detectar que el motor o la batería se están calentando por la elevada corriente demandada, la protección anti-estrés que lleva implementada la electrónica hace que disminuya el flujo de corriente eléctrica protegiendo así tanto al motor como a la batería, ya que para ambos el calor excesivo es siempre un enemigo a evitar.

En cuanto a la autonomía, compruebo que esta no ha variado demasiado desde que le hice el apaño de las patillas a la batería. Por Alcalá de Henares, que es casi todo llano, consigo sacarle unos 20 Km si circulo a ritmo tranquilo (modo ECO) y unos 15 Km si voy dosificando el acelerador con alegría en el modo normal. El tiempo de carga sigue siendo de unas cinco horas cuando vuelvo con la batería sobre un 20%, lo que es una prueba más de que la esta se sigue manteniendo más o menos en forma (cuando empiezan a cargar cada vez en menos tiempo, malo).

En cuanto a las luces, aunque yo no he circulado mucho por la noche, mi novia sí que las ha empleado todas las mañanas en su trayecto hasta el trabajo y no ha tenido nunca el más mínimo problema. Siguen iluminando igual de bien que al principio y no ha habido apagados inesperados ni molestos tintineos.

Conclusiones

En definitiva, el paso de sus primeros mil kilómetros no parece haber hecho demasiada mella en el M365. La pintura se mantiene en muy buen estado, las partes de goma se conservan bastante bien (excepto el relieve del acelerador), la potencia de frenado sigue intacta y la autonomía de la batería no parece haber mermado en exceso, que es lo que más me preocupaba de todos los posibles “envejecimientos”.

Lo que no me ha gustado tanto es la facilidad con la que se aflojan algunos tornillos, y eso que llevan la típica banda azul en la rosca que hace que se queden fijos en su posición. Aun así, se ve que con las vibraciones al circular pueden aflojarse y por eso os recomiendo un reapriete de vez en cuando o la aplicación de un fijador de roscas “de verdad”. Tampoco me parece buena idea el tema de que el último firmware limite la potencia disponible cuando la batería está a menos de la mitad de su capacidad, ya que eso prácticamente nos va a obligar a subir las cuestas caminando en cuanto queramos hacer una excursión más o menos larga.

Sea como sea, y al igual que os recomendaba en una reciente entrada sobre consejos de conducción, vais a ser vosotros mismos los que enseguida os vais a dar cuenta si algo va mal en el patinete. Si de repente empeora la frenada, notáis algo suelto, veis que el tiempo de carga se acorta considerablemente, escucháis ruidos raros en el motor… son todas ellas señales de que algo no va bien, y más vale echarle un vistazo y ver el origen del problema que dejarlo pasar y acabar con un vehículo en la basura que, además de costar un dinero, os puede servir para llegar a más sitios de los que imagináis.

 

¡Nos leemos!

Hasta siempre, Corsita

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Estrené mi Opel Corsa D 1.3 Ecoflex poco después de llegar a la depuradora de Oropesa. Por el cargo que allí desempeñaba me asignaron un vehículo para mis desplazamientos que enseguida me gustó por ser cómodo, amplio y ligero. A diario iba a la EDAR, a las estaciones de bombeo, a Castellón a realizar gestiones; pero también a hacer la compra, a Madrid los fines de semana, a hacer fotos por el interior de la provincia…

Durante los dos años que estuve conduciéndolo le hice unos 90000 Km, y estaba tan contento con él que al finalizar el renting (que coincidió más o menos con mi regreso a Madrid) le propuse a la financiera quedarme con él, así que me hicieron una oferta que no pude rechazar y a partir de ese momento el Corsa ya era mío en propiedad.

Así pues, empecé a usarlo a diario para ir a trabajar desde Alcalá de Henares a San Sebastián de los Reyes; pero también para todos los viajes vacacionales que hemos hecho juntos mi novia y yo: Mérida, Asturias, Barcelona, Sevilla, Guadalajara, Sierra de Gredos, Valencia, Cantabria, Granada, País Vasco…

Estoy de acuerdo en que el coche tampoco es que fuera gran cosa porque era una versión muy básica, tenía 75 CV, un maletero algo canijo y pocos extras; pero era mi coche y yo estaba encantado con él. Las únicas averías serias que ha tenido durante este tiempo han sido una EGR que falló en su parte electrónica hace poco más de dos años, un par de calentadores fastidiados y un alternador que hubo que cambiar hace unos meses. Jamás me dejó tirado, nunca me hizo ningún extraño en la carretera, nunca tuve el más mínimo accidente con él, gastaba muy poco combustible, no consumía nada de aceite ni perdía refrigerante… A todo el mundo que me preguntaba le decía que yo estaba encantado con mi coche.

Sin embargo, el pasado día 10 a media tarde, en el Km 13 de la A1 dirección Madrid, circulando casi sin tráfico y a velocidad constante de repente y sin previo aviso sentí un extraño tirón y las revoluciones del motor se fueron a cero a la par que se encendía en el tablero la luz de alarma general. Al momento puse las luces de emergencia, pisé el embragué y traté de arrancarlo de nuevo por si era un fallo electrónico pero no había manera, así que inexorablemente mi velocidad se fue reduciendo y allí, pegado al arcén, me quedé parado mientras los coches pasaban a dos palmos de mí.

Hice un par de intentos más y pese a que el motor de arranque giraba veía que el motor de combustión no hacía ni el intento de revivir, de modo que salí del coche por la puerta del copiloto con mi chaleco y, tras poner los triángulos, llamé a la grúa y esperé detrás del guardarail sin creerme muy bien lo que había pasado.Entiendo que las cosas se averían, pero quedarse tirado en la autopista no es una cosa agradable.

Ya desde el primer momento sentí que no iba a ser ninguna tontería; y desde luego que estaba en lo cierto porque al final resultó ser una rotura de la cadena de distribución que puso fin a 283000 Km de asfalto, lo que equivale más o menos a dar 7 veces la vuelta al mundo por el ecuador. Y aunque es verdad que me da pena porque es un coche al que cogí mucho cariño, tenía claro que antes o después, y más sabiendo que la cadena de distribución es uno de los pocos puntos débiles de ese motor en concreto, me podría tocar la china.

Me hubiera gustado cambiar de coche un poco más adelante, por gusto y mirándolo sin prisas. Más que nada porque a día de hoy con el Opel Corsa nos apañábamos de maravilla y no nos hacía falta nada más; pero las cosas han venido así y ahora andamos mirando varios modelos de gasolina del segmento C. Ya sabéis: Renault Megane, Peugeot 308, Ford Focus… Lo ideal para estas cosas es tomarte unas cuantas semanas mirando, configurando y yendo de un concesionario a otro con ofertas en la mano; pero en mi caso tendré que buscar algo que, además de gustarme, me puedan entregar en poco tiempo. Siempre le he hecho ojitos al Focus, pero tampoco descarto repetir con Opel (al fin y al cabo el Corsa ha salido más que bueno) o meterme en un C4; así que estos días creo que voy a estar entretenido.

Sirva este breve artículo como homenaje a mi querido Corsita. Con él todo han sido alegrías; pero el único disgusto que me ha dado ha sido el definitivo. Lo recordaré con cariño porque siempre se portó estupendamente conmigo y porque disfruté de cada kilómetro que recorrimos juntos. Seguro que ya se ha encontrado con Feliciano y con aquel Escort del 87 y los tres están rodando por el cielo de los coches.

Hasta siempre, Corsita.

Review: Flir One (3ª gen.)

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Como fan incondicional de los aparatos de medida en general y de las cámaras termográficas en particular le tenía echado el ojo a la Flir One desde que apareció en el mercado su segunda generación hace ya unos años por parecerme un inventazo. Cierto es que ya tenía en mis manos la TG130 que he usado hasta la saciedad durante los últimos meses; pero lo malo de ese modelo es que no hay posibilidad de sacar las imágenes de la cámara lo que me obligaba a fotografiar la pantalla dando lugar a resultados “poco profesionales”.

Pues bien, para paliar esto decidí aprovechar una oferta puntual de Amazon y hacerme con el modelo más reciente de la Flir One en su versión para Android para así poder compartir más fácilmente aquello que se esconde en el mundo de la termografía infrarroja y ya de paso redactar un análisis que os muestre qué podemos esperar de este modelo y qué lo diferencia de otros similares.

Termografía para móviles

Hoy en día ya no necesitamos disponer de una cámara termográfica como tal para poder ver en mundo en infrarrojos, y es que en los últimos años han ido apareciendo en el mercado una serie de modelos que de un modo u otro se acoplan a un teléfono móvil y nos permiten capturar las imágenes térmicas para así editarlas, enviarlas, clasificarlas… todo ello con la rapidez y sencillez habituales en un smartphone.

Por supuesto, las cámaras termográficas “al uso” siguen teniendo su utilidad y no se pueden comparar con estas soluciones móviles de las que hoy os hablo y que están orientadas a usuarios sin grandes pretensiones ni necesidad de prestaciones punteras. Sin ir más lejos, en estas cámaras acoplables a teléfonos no disponemos de una escala de temperaturas calibrada en la propia imagen como sí ocurre en los modelos orientados al uso profesional; así que podemos suponer que están pensadas para atraer a nuevos usuarios de la tecnología infrarroja que antes o después darán el salto a un modelo superior si sus necesidades aumentan.

En el campo de las cámaras termográficas, y sin salirnos de la marca Flir, la gama E orientada al mundo industrial parte de unos 1000 euros con el modelo E4 con resolución de 80×60, pasando por la E8 que prácticamente cuadriplica dicho coste pero ya cuenta con resolución infrarroja de 320×240 pixels y máxima temperatura detectable de 250 ºC y acabando en la E95, cuyo coste ya sube a unos 8500 euros pero cuenta con resolución de 464×348 pixels, y monitorización de temperatura de hasta 1500 ºC.

Por encima de esto está la gama T orientada al mantenimiento predictivo y cuyo máximo exponente es la T1020 con una resolución térmica nativa de 1024×768 pixels, objetivos intercambiables, pantalla táctil, frecuencia de refresco de 30 Hz, rango de temperatura desde -40 hasta 2000 ºC… y un precio aproximado de 40000 euros (no, no sobran ceros; son cuarenta mil euros).

Como os decía antes, este tipo de cámaras tienen su nicho de mercado y, sin ir más lejos, en mi trabajo utilizo habitualmente una Flir i7 para realizar inspecciones de motores, tuberías y cuadros eléctricos para así verificar el buen funcionamiento de estos elementos de un simple vistazo. Son herramientas que en las manos adecuadas nos permiten adelantarnos a los posibles problemas que puedan surgir en el interior de equipos y que de otra manera ni siquiera podríamos intuir.

Pero a fin de cuentas, la idea del artículo de hoy no es contar las múltiples bondades de las cámaras termográficas profesionales; sino la de estos pequeños modelos que han surgido en los últimos tiempos y que están pensados para los usuarios que, como yo en mi vida personal, hacen un uso más esporádico de esta tecnología. Por tanto, vamos a echar un vistazo a lo que ofrecen las diferentes marcas a día de hoy:

Por un lado está Flir, que actualmente va por la tercera generación de su Flir One disponiendo de tres modelos diferentes: Flir One, Flir One Pro LT y Flir One Pro. Las diferencias entre ellas son una mayor resolución térmica en la Pro (80×60 vs 160×120) así como la posibilidad de añadir puntos de control de temperatura en pantalla (la One “a secas” permite tener sólo uno en el centro de la pantalla). Por su parte, la dos que llevan el apellido Pro están algo más protegidas frente a golpes y caídas; pero aun así este tipo de cacharros son delicados.

La conexión al móvil es en todos los casos por USB tipo C y poseen una batería interna que se recarga por otro puerto del mismo tipo. Por tanto, si tenemos un móvil con USB-C, además de que no hay que andar con adaptadores para usar la cámara térmica (lo desaconsejo totalmente porque aumentarían exponencialmente las posibilidades de que se nos caiga al suelo) usaremos el mismo cargador para nuestro móvil y para la cámara. Su rango de precios está sobre los 250 euros para la One, 350 para la Pro LT y 450 para la Pro.

Otra marca que dispone de aparatos similares es Seek, sólo que estos nos dan nada más que la visión en infrarrojo sin la posibilidad de superponer una imagen real para aumentar de ese modo el grado de detalle del mapa térmico que obtenemos. Cierto es que la resolución térmica de estos modelos es, en general, algo más alta que en el caso de las Flir, pero luego veréis que la tecnología de superposición de imágenes es una herramienta muy potente para identificar las zonas de calor. En precios anda más o menos a la par con respecto a los modelos de Flir y su conexión es mediante microUSB. Un detalle curioso es que sus modelos cuentan con un anillo de enfoque de tal modo que podremos incrementar el detalle de la imagen ajustando cuidadosamente la distancia de enfoque.

Luego está Thermal-App, que dispone de modelos cuya peculiaridad es que se acoplan al móvil a través de un soporte tipo garra y se conectan mediante un pequeño cable microUSB, lo que les da mayor seguridad y estabilidad. Su resolución es considerablemente mayor que en Flir o Seek pero sus precios se van a entre 800 y 1900 euros en función del modelo, por lo que quedan más alejados de usuarios casuales.

En los últimos tiempos ha surgido también un modelo de bajo coste comercializado por varias marchas chinas (entre ellas HTi bajo la denominación HT-102) que ronda los 120 euros, posee una resolución térmica de 32 x 32 pixels, se conecta mediante USB-C y hace uso de la batería del móvil un poco al estilo de Seek. Poco os puedo contar de esa cámara porque apenas hay información de ella, pero por precio y características no creo que sea ninguna maravilla.

Y por último, un caso algo especial es el de Caterpillar (CAT para los amigos) que dispone en su catálogo de los teléfonos S60 y S61 los cuales además de ser móviles reforzados capaces de soportar incluso inmersiones, disponen de una lente infrarroja Flir integrada que les permite ser una cámara termográfica sin más que abrir la aplicación correspondiente. La idea es brillante, y está triunfando mucho en algunos sectores profesionales; pero para el gran público el problema es que son móviles muy pesados, muy grandes y con unas prestaciones más bien discretas. En cuanto a precios, andan ahora mismo entre los 500 y los 750 euros.

Conociendo la Flir One

El punto fuerte de Flir con su modelo One desde la primera generación ha sido el aunar una imagen térmica con una imagen real (lo que ellos denominan MSX) dando lugar a termografías un poco fantasmagóricas pero que permiten distinguir las distintas temperaturas con mucha más precisión que si sólo disponemos de la paleta de colores dada por el infrarrojo.

La Flir One consiste en un cuerpo rectangular metálico con un puerto USB-C macho en su parte superior para conectarse al móvil y un puerto USB-C hembra en su parte inferior para cargar su batería interna, así como un LED de carga y un botón de encendido/apagado. En la parte frontal nos encontramos con dos objetivos: uno óptico como puede ser el de la cámara de nuestro móvil y el otro, que es donde está la chicha del asunto, de tipo infrarrojo para poder captar el mundo de un modo muy especial.

En cuanto a características técnicas, comentar que su resolución es de 0,1 ºC, que el rango de detección de la cámara va de -20 ºC a +120 ºC y que tiene un peso de 34 gramos. De todos modos, si queréis mirar todos los datos en profundidad os dejo un enlace a los mismos en la propia web de Flir.

La cámara se acopla al teléfono simplemente conectándola al puerto USB-C y su manejo se realiza a través de la aplicación de Flir disponible de forma gratuita en la tienda de aplicaciones de Google. Aplicación que es bastante intuitiva y que además de la interfaz tipo cámara de fotos, cuenta con visor de imágenes así como algunos elementos de conexión con redes sociales para compartir nuestras imágenes térmicas con el mundo.

Una cosa que me ha gustado bastante es que podemos regular la longitud del conector USB con una pequeña ruleta para así poder alargarlo ligeramente si en nuestro móvil llevamos una funda protectora; pero también os digo que al ser el propio puerto USB la única sujeción de la cámara siempre voy con miedo de darle un ligero golpe a la Flir One y que esta salga volando. Sé que no es fácil por la cantidad de móviles que hay en el mercado, pero yo buscaría la manera de añadir algún sistema de fijación adicional para evitar accidentes. He pensado en usar un par de gomas elásticas, pero claro, pasarían por delante de la pantalla del teléfono resultando muy incómodas, así que por el momento iré con cuidado.

Usando la Flir One

El uso es bastante sencillo: se conecta la cámara al móvil, se enciende esta y se inicia la aplicación de Flir, lo que por defecto nos lleva a la interfaz de la cámara. Enseguida comenzaremos a ver el mundo a través de la pantalla en unas tonalidades amarillo-violáceas que podremos capturar con el botón redondo de la parte inferior de la pantalla. Como veréis, también disponemos de opción de grabar vídeos y de hacer time-lapses.

En cuanto a resolución, en términos fotográficos la imagen resultante va a ser de 1440 x 1080 pixels, si bien la resolución térmica se queda en 80×60. Lo que ocurre es que entre que Flir aplica un algoritmo de suavizado a la matriz de pixels térmicos y que además fusiona esta paleta cromática con los contornos visuales de los elementos, la sensación es la de tener más resolución de la que en realidad capta el sensor infrarrojo.

El vídeo, por su parte, se graba a la misma resolución que las fotografías sólo que a una tasa de frames muy baja. No lo puedo precisar, pero a simple visita diría que lo que vemos se mueve a razón de 3 o 4 fps, por lo que no esperéis grabar con detalle ruedas derrapando u otros elementos en rápido movimiento como se puede ver en algunos vídeos promocionales de la marca, ya que esos han sido captados con cámaras de muchos miles de euros.

En cuanto a los time-lapses, esto se graban a la misma resolución que las fotografías y los vídeos pero con un tiempo entre capturas de entre 1 segundo y 60 segundos, pudiendo elegir también la velocidad de reproducción del vídeo resultante entre 1 y 25 fps.

Energía y autonomía

La Flir One incluye una batería interna que alimenta la cámara para así no rebajar la preciada autonomía de nuestro teléfono. Y lo que sobre el papel es una ventaja en realidad es uno de los puntos débiles de la Flir One, ya que con la batería cargada a tope, si nos dedicamos a ir viendo el mundo en infrarrojos y vamos capturando imágenes y algún vídeo, nuestra autonomía será tan sólo de entre 30 y 45 minutos. Cierto es que en menos de una hora la tendremos de nuevo a tope de carga para seguir con nuestra sesión de termografía de bolsillo, pero aun así creo que la autonomía es demasiado reducida y ver la velocidad a la que baja la carga de la batería puede llevarnos a cierta frustración inicial.

Seguro que estáis pensando en que podéis echaros una batería externa al bolsillo con un cable USB-C largo e ir cargando la cámara mientras la usáis porque el puerto de carga queda a la vista cuando se usa la cámara; pero siento deciros que en el momento que conectamos un cargador a la cámara esta impide ser utilizada al mismo tiempo, por lo que vuestro plan maestro para conseguir la autonomía casi-infinita no va a funcionar.

Dicho esto, hay que reconocer que de inicio la autonomía parece un problema grave (bueno, ya sabéis, los problemas del primer mundo) pero luego se va llevando mejor una vez que pasa el “factor wow”. Me explico: los primeros días vamos a ir mirando todas y cada una de las cosas que nos rodean para ver qué aspecto tienen bajo un visor infrarrojo y así sorprendernos de lo diferentes que son bajo el prisma de la temperatura en lugar de la luz visible: la nevera, la vitrocerámica, un mechero, el equipo de sonido, el escape de la moto, nuestras propias manos, el fantasma del sofá…

Tras estrenar la cámara todo nos va a llamar la atención y nos va a tocar cargar su batería varias veces al día hasta que empecemos a calmarnos un poco y empecemos a pensar en la Flir One para usos más concretos. De hecho, yo ya he pasado la época de la experimentación inicial y ahora que ya sé más o menos lo que puedo esperar de ella quiero empezar a hacer algunas cosas específicas que mostraros por aquí. Dadme un poco de tiempo y espero conseguir sorprenderos o al menos haceros pasar un rato entretenido.

El día a día con la Flir One

Para el uso en el día a día de la cámara, me gusta especialmente la funda que viene con la Flir One: Es pequeña, semi-rígida, y en su interior cabe tanto la propia cámara como el cable USB-C para cargarla contando con elásticos en su interior para que no se mueva ninguno de estos dos elementos. La cremallera dispone de una pestaña de plástico para poder abrirla con guantes y, en definitiva, parece estar hecha para durar.

Eso sí, una vez que sacas la cámara de la funda y la sostienes entre tus dedos tienes la sensación de que se te puede caer en cualquier momento por lo pequeña y delicada que parece. El fabricante asegura que aguanta caídas de 1,5 metros, pero yo prefiero no comprobarlo. Mi consejo es que la sostengáis siempre por los dos rebajes engomados de los laterales, ya que el cuerpo de metal puede ser resbaladizo y si la cogéis de otro modo podéis poner los dedazos en las lentes.

La conexión de la cámara al teléfono permite que esta mire tanto hacia delante como hacia atrás por la concepción simétrica del puerto USB-C, de modo que podéis haceros selfies térmicos; aunque os advierto que en general saldremos poco favorecidos.

En cuanto a la disposición del puerto USB-C de vuestro teléfono, da un poco igual si está en la parte superior o inferior, ya que si tenemos activada la rotación automática de pantalla la aplicación se adaptará a la orientación que haga falta y, por tanto, podremos tener siempre la cámara físicamente colocada en la parte superior, que es más natural, intuitivo y seguro que llevarla colgando por debajo.

La aplicación arranca rápido y enseguida se entiende con la cámara. Me gusta lo intuitivo que es todo, ya que los menús son a base de iconos y todo se asimila al momento. Cierto es que no hay opciones muy complejas debido a que es un dispositivo enfocado a usuarios no muy expertos en la materia, pero se agradece que en un par de toques de pantalla podamos cambiar lo que necesitemos.

Comentaros que empleo la Flir One con un teléfono Xiaomi A1 con 4 GB de RAM y 64 GB de almacenamiento actualizado a Android 8.1 de manera oficial y observo que la aplicación no corre con toda la fluidez que sería deseable. Lo que vemos por la cámara tiene un retardo de aproximadamente un segundo con respecto al “mundo real”, cosa que podemos apreciar fácilmente sin más que mover nuestra mano delante del objetivo. No es un problema grave si estamos termografiando elementos inmóviles; pero en el caso de cosas que se muevan con cierta rapidez (un niño de cinco años puede ser un buen ejemplo) tenemos que tener en cuenta ese retardo.

Del mismo modo, a la hora de grabar vídeos se nota que la tasa de frames es muy baja (calculo entre 3 y 4 fps) por lo que la sensación de movimiento no es en absoluto fluida. El sensor interno de la cámara es capaz de refrescar la imagen a razón de 9 cuadros por segundo, pero no sé si el hardware del teléfono o el software de la aplicación hacen que el rendimiento decaiga bastante. Además, la batería del móvil baja muy rápidamente cuando estamos ejecutando la aplicación de la Flir One, y dado que la cámara posee una batería interna para su alimentación y que por tanto no consume energía de nuestro móvil, está claro que la aplicación es un verdadero come-recursos del teléfono. Puede que en versiones posteriores se vaya optimizando un poco este aspecto, pero no creo que de la noche a la mañana se convierta en una aplicación ligerita que corra rápido en cualquier teléfono de gama media.

Un aspecto que debéis tener en cuenta es que las cámaras termográficas no funcionan bien en exteriores. No es que no detecte el calor, porque eso lo hace igual de bien; si no que en el momento que el cielo “se cuele” de alguna manera en el encuadre el contraste térmico caerá en picado.

Si apuntáis una cámara termográfica al cielo vais a ver que éste se encuentra a una temperatura de varios grados bajo cero por su propia naturaleza. Y claro, eso hace que el contraste entre ese cielo y el resto de elementos de la escena sea tan radical que apenas podamos distinguir las diferencias de temperatura entre ellos. En este sentido es muy similar a lo que ocurre en una fotografía donde incluyamos al sol en el encuadre; y es que si pretendemos que el cielo aparezca azul en tales circunstancias, lo más seguro es que el resto de elementos adquiera un tono gris predominante que hará muy complicado distinguir unos de otros.

En interiores, por contra, todo va mucho mejor. La sensibilidad de la cámara no está mal para el precio que tiene (150 mK; es decir 0,15 ºC) y enseguida vamos a poder apreciar gradientes de color aunque las superficies posean poca diferencia térmica entre ambas. Una prueba que siempre queda muy resultona es la de poner nuestra mano sobre una superficie de madera como una puerta durante unos segundos y a continuación mirar a través de la cámara termográfica para descubrir que allí ha quedado una siniestra “huella térmica”.

Otra cosa que debéis tener en cuenta es que con el tiempo el calor tiende a extenderse por las superficies. Si pretendéis termografiar el motor de un coche, lo mejor es hacerlo cuando está frío para arrancar el motor y en ese momento empezar a mirar por la termográfica. Enseguida veréis que las correas es lo primero que comienza a calentarse y poco después lo hará el líquido del circuito de refrigeración.

Digo esto porque si hacéis esto mismo después de un trayecto en el que se haya calentado el motor, el bloque entero será de un color predominante en el que apenas podréis distinguir unos elementos de otros. Al igual que os decía antes, se trata de un tema de contraste de temperaturas; y por eso mismo recomiendo hacer el experimento del coche en un parking cerrado o garaje, ya que si estamos a cielo descubierto ocurrirá lo que os decía antes de que toda la bóveda celeste aparecerá a una temperatura gélida y el motor será un gran bloque blanco.

No quisiera pasar por alto la importancia de iluminar correctamente el elemento que estamos termografiando para que la tecnología MSX se aproveche al 100%. Si termografiáis un elemento uniformemente iluminado en la imagen resultante vais a poder apreciar hasta los más pequeños detalles que darán lugar a una mezcla adecuada de la imágen térmica con la óptica; pero en caso contrario, la imagen óptica será borrosa o presentará mucho ruido desluciendo el resultado final de la termografía realizada; así que no descuidéis ese detalle tan importante. Por cierto, la aplicación de Flir nos permite usar el flash del propio móvil como linterna para iluminar el modelo, lo que es práctico en lugares que nos queden en penumbra y el objeto a termografiar esté cerca de la cámara.

Y ya que estamos, me gustaría hacer un apunte sobre las paletas de colores disponibles, ya que hay un total de nueve que se seleccionan directamente desde la aplicación en el momento de disparar. La información que capta el sensor es la misma, pero dependiendo de la paleta escogida la representación térmica será muy diferente. Mi favorita es la “hierro” porque haciendo uso de ella se pueden apreciar bastante bien los gradientes de temperatura. Para ilustrar este tema os dejo a continuación cuatro imágenes muy similares pero usando en cada caso una paleta diferente.

Los cristales son un mal amigo de la termografía por ser un espejo para los rayos infrarrojos. Si apuntáis con la termográfica a una ventana cerrada lo único que podréis conseguir es una especie de selfie fantasmal porque el cristal reflejará vuestro propio calor corporal siendo totalmente opaco a lo que haya detrás de él. Del mismo modo, las bolsas de plástico son todo lo contrario, ya que aunque nosotros no veamos a través de ellas, son completamente transparentes a los infrarrojos, por lo que si hay algo a cierta temperatura en su interior podremos distinguir su forma a la perfección.

En otro orden de cosas, me gustaría aprovechar para comentar un detalle que me parece de suma importancia y que va a marcar la diferencia entre hacer una termografía con la Flir One muy vistosa o que esta no pase del nivel de “chapuza”; y es que la clave es el paralelismo. Vamos a explicarlo:

Como os he dicho ya, lo que hace la Flir One es mezclar las tonalidades de la imagen térmica obtenida con el sensor infrarrojo y una imagen “normal” que capta al mismo tiempo mediante la segunda lente del dispositivo para así obtener un nivel de detalle superior. Pues bien, dado que aunque ambas están próximas entre si pero es imposible que sean coincidentes, las imágenes resultantes no van a solaparse exactamente; sobre todo si estamos muy próximos al objeto a termografiar como podéis ver en el siguiente ejemplo.

Para tratar de solventar esto, Flir ha implementado en su aplicación un control llamado paralelismo que desplaza la imagen real sobre la térmica para tratar de lograr así una coincidencia plena. Normalmente es un proceso que el software realiza de forma automática; pero aun así tenemos la posibilidad de regularlo de forma manual (ya sea en tiempo real o a posteri) para aquellos casos en los que vemos que ambas imágenes están notablemente desplazadas. Por cierto, en teoría no podremos conseguir plena coincidencia en distancias inferiores a 30 cm.

De todos modos, una vez capturada nuestra imagen térmica, el mundo no se termina ahí, ya que la aplicación de Flir nos permite hacer algunos ajustes interesantes en “post-producción”. Para empezar, dentro de la aplicación podemos deslizar la imagen arriba y abajo en la vista de la galería para poder alternar entre el mapa termográfico y la fotografía, de modo que nos facilitará todavía más la tarea de discernir las zonas a diferentes temperaturas que hemos captado.

Por otro lado, también tenemos la posibilidad de colocar un termómetro en cualquier punto de la pantalla (varios en el caso de la Flir One Pro) que nos dirá a cuántos grados estaba tal o cual zona en el momento de hacer la fotografía. También podemos cambiar de paleta o ajustar el paralelismo del que os hablaba antes si a posteriori vemos que las imágenes parecían más coincidentes en el momento de hacer la captura.

Otra posibilidad es cambiar la paleta entre cualquiera de las nueve disponibles, por lo que durante la captura de las imágenes no hace falta que os preocupéis demasiado si consideráis que la que estáis usando no es la más adecuada para captar los detalles de aquello que estamos termografiando, ya que luego podréis variarla a voluntad sin perder datos.

Conclusiones

Después de todo lo comentado, quería hacer un breve resumen en apenas unas líneas. Por un lado, para los fans de la tecnología la Flir One es un cacharro sin duda muy apetecible: tiene un diseño muy cuidado, una calidad de construcción más que aceptable y su funcionalidad es, cuanto menos, sorprendente.

Eso sí, no os compréis una Flir One si sois profesionales del mantenimiento y creéis ver en ella una herramienta con la que detectar conexiones eléctricas defectuosas, motores mal refrigerados, tubos de agua caliente tras las paredes, humedades en techos, corrientes de aire en los cierres de las ventanas… Cierto es que la Flir One es capaz de detectar ese tipo de cosas, pero sus prestaciones (especialmente por rango de temperaturas y sensibilidad) hacen más recomendable la adquisición de un modelo de gama profesional cuyos resultados serán más precisos.

Creo que con las imágenes que he puesto para ilustrar esta entrada os podréis hacer una idea de qué esperar de este modelo, ya que en ellas se pueden ver elementos cotidianos vistos a través de la Flir One, apreciando de ese modo la resolución que presenta, el rango de temperaturas o la nitidez de los contornos de los elementos a termografiar.

Yo recomiendo la Flir One como un método sencillo y práctico de observar toda esa energía infrarroja que nos rodea y que nos hará redescubrir las cosas desde un punto de vista muy atípico y siempre sorprendente. En definitiva, para despertar al niño curioso que, en el fondo, todos llevamos dentro.


Review: Sigma 10-20mm D 1:4-5.6 DC HSM

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Cuando me compré mi primera cámara réflex (una Nikon D40) venía con el típico 18-55. Dieciocho milímetros en formato APS-C no es que sea muy angular que digamos, pero acostumbrado a las cámaras compactas de la época recuerdo que flipaba al ver todo lo que entraba en el encuadre. Y sí, ya sé que un angular no es precisamente para eso, pero en mis inicios todavía no era consciente de la perspectiva que dan a las fotografías los objetivos de distancia focal corta.

El caso es que tiempo después amplié mi equipo con un Nikon 16-85, el cual daba algo más de angular que el anterior. Puede parecer que dos milímetros de focal no es mucho; pero en la parte baja del rango cada milímetro cuenta. Ese objetivo es, para mí, el más polivalente de todos los que tengo a día de hoy, y en algunos viajes en los que quería ir ligero de equipaje, mi equipo fotográfico ha consistido nada más que en el cuerpo de mi ya veterana D300 y el 16-85 que os digo, dando lugar a algunas de las imágenes de las que más orgulloso me siento.

El caso es que, como afirma el dicho popular, “todos queremos más”; y yo quería más angular; de modo que un buen día se me presentó la oportunidad de hacerme con uno de los objetivos más extremos en cuanto a distancia focal que hay para formato APS-C: un Sigma 10-20.

10 mm ya es una focal más que respetable en la gama DX de Nikon. En términos de ángulo de visión equivaldría a un 15 mm en formato completo, y para obtener algo así necesitaríamos tirar del mítico (y carísimo) 14-24 o de alguna rareza extrema que rara vez aparece en las subastas de ebay y siempre a precios desorbitados.

En principio el 10-20 de Sigma venía en versión AF, lo que implicaba que el enfoque automático no funcionaría en cámaras como la D60, D3000, D5000… y, en general, en todos aquellos modelos de gama baja/media que no incorporan un actuador mecánico para hacer girar el mecanismo de enfoque de los objetivos más antiguos diseñados para cámaras Nikon. Tiempo después llegó la versión HSM, que es el equivalente de Sigma a los AF-S de Nikon y que al incorporar un motor ultrasónico en su interior ya no necesitaba de ningún apéndice físico para enfocar de manera automática. La versión que yo tengo es la HSM, de modo que aunque suelo emplear este objetivo en la D300, puedo colocarlo en la D40 o en la D3000 sin perder la capacidad de emplear el autofocus.

Por cierto, este objetivo se puede montar en cámaras Nikon de formato completo (FX en la nomenclatura de la marca) pero mirando por el visor vais a ver la imagen enmarcada en un círculo negro porque la proyección sobre el sensor está calculada para el formato DX. Yo no tengo una cámara FX, pero he podido hacer esta prueba en una cámara de carrete y a mi gusto queda antiestético, porque no es un viñeteado ligero en los bordes; sino una zona negra que rodea a toda nuestra imagen, la cual saldría en formato circular.

En cuanto a la construcción, en general se trata de un objetivo pesado y robusto que hará cabecear hacia delante nuestra cámara si es de pequeño tamaño (razón por la que lo suelo montar en la D300). Incorpora un parasol minimalista y de tacto “aterciopelado” que resulta terriblemente incómodo de poner y quitar, a diferencia de los parasoles de Nikon. Mira que la metodología es sencilla en ambos casos, pero los de Nikon los quito y los pongo con los ojos cerrados mientras que éste de Sigma entra torcido en dos de cada tres intentos.

Hay una cosa que debéis tener en cuenta: aunque el objetivo es un 10-20, a efectos prácticos es como tener un 10 mm fijo más que nada porque la perspectiva que da esa distancia focal hace que queramos retratar todo de nuevo desde esos 10 mm para así tener un nuevo punto de vista de la realidad. Y más allá de lo impresionante que pueda resultar la amplitud de visión que ofrece una distancia focal así, a mí lo que más me llama la atención es lo mucho (muchísimo) que debemos acercarnos a algo para llenar el encuadre.

Da igual que sea un persona, un edificio, una cabina telefónica, un coche, un elefante… Acostumbrados a focales más largas (por ejemplo el famoso 18-55 que os comentaba al principio) en las que muchas veces tenemos que dar algún que otro paso atrás para que el motivo de nuestra fotografía no quede cortado, con el Sigma a 10 mm muchas veces incluso tendremos que avanzar algo si queremos “inundar” la foto con aquello que pretendemos retratar.

¿Cuál es el fallo del que no tiene claro para qué sirve un angular? Pues meter mil cosas en el encuadre dando lugar a una imagen de lo más inexpresiva. Recordad una de las reglas de oro de la fotografía que dice que para saber si tienes una imagen interesante lo mejor es observarla entre una colección de thumbnails (miniaturas) y si aún siendo de pequeño tamaño consigue captar tu atención es que has conseguido una buena toma.

De hecho, lo que podemos obtener con focales tan cortas va mucho más allá que el mero hecho de “meter más cosas en la foto”, puesto que si elegimos un motivo principal para nuestra imagen y llenamos con él la mayor parte del encuadre, el resto de elementos de la escena pasarán a un segundo plano pero estarán ahí rodeando a aquello que estamos retratando y dotándole, por tanto, de un contexto.

Del mismo modo que los teleobjetivos aíslan el motivo principal del fondo, en el caso de los angulares lo meten dentro de una escena que da sentido a la fotografía contando, en cierta manera, una historia. Eso es lo que me llama la atención de este tipo de ópticas y por eso mismo veréis que los fotógrafos de boda siempre llevan un cuerpo con un gran angular montado para tirar de él en cualquier momento aunque en ese momento estén usando una focal más larga para hacer retratos y/o centrarse en los detalles.

Mi experiencia personal con el 10-20 es buena debido al tipo de fotografía que suelo hacer yo. Me explico: no es un objetivo para retratos puros y duros (su distancia focal tan corta deforma las facciones) ni está especialmente recomendado para gente tímida si vas a hacer fotografía urbana porque tendréis que pegaros a la escena para conseguir algo digno.

Sin embargo, para fotografía de arquitectura en la que buscamos conseguir nuevas perspectivas es estupendo, ya que nos ofrece un punto de vista muy diferente al que observamos en el día a día pero sin deformar los elementos de la imagen como haría un ojo de pez.

Es muy útil también para fotografía de interiores, y para muestra un botón: un compañero de trabajo y su mujer tenían su piso en venta y les estaba costando darle salida. Le pedí que me enseñara el anuncio que tenía en internet y vi que las fotos estaban hechas con un móvil, eran oscuras y sólo mostraban trozos de las habitaciones, lo que desmerecía un piso que en realidad era más grande y luminoso de lo que aquellas imágenes mostraban.

Le propuse hacer yo unas fotos del piso y que si les gustaban las usaran para anunciarlo, así que al día siguiente me acerqué por allí con la D300 y el 10-20, pedí que me subieran las persianas y empecé a fotografiar cada habitación desde una perspectiva muy natural (cámara a la altura de los ojos y plano ligeramente picado).

Cuando al terminar les enseñé las fotos en la propia cámara les gustaron mucho, así que al día siguiente se las pasé en JPG; pero lo mejor vino cuando modificaron el anuncio sustituyendo las antiguas fotos por las que había hecho yo: en 24 horas ya habían llamado tres personas interesadas en ver la vivienda y al día siguiente se acordó la venta del piso con uno de ellos.

La moraleja del asunto es que unas imágenes amplias y luminosas hicieron que a la gente le llamara la atención el anuncio y quisieran ir a ver el piso, mientras que si ponemos unas fotos apagadas y faltas de detalles hacemos que el anuncio sea uno más. ¿Os dais cuenta de aquello de que una foto ha de llamar la atención incluso mostrándola en modo miniatura?

Como agradecimiento (estaban esperando a vender su piso actual para cambiarse a uno más grande) mi compañero y su mujer me regalaron una caja Wonderbox; así que aquella sesión de fotos de interiores se convirtió, durante un fin de semana, en una casa rural con SPA junto a mi novia. Buen cambio, ¿no?

La apertura máxima en este objetivo no es demasiado grande y tampoco posee ningún tipo de estabilización óptica; pero en este tipo de angulares extremos son dos elementos que no tienen gran importancia. Me explico: en focales tan cortas el rango de elementos enfocados es muy amplio; es decir, que va a ser casi imposible hacer desenfoques pronunciados incluso abriendo todo lo posible el diafragma. De hecho, vamos a emplear una calculadora de hiperfocales para ver a una apertura de f/4.5 entre qué distancias tendríamos enfocados los elementos de la imagen si nuestro sujeto se encuentra a 2 metros del plano focal.

Como veis, por el cálculo de la profundidad de campo tenemos que fotografiando algo a 2 metros de distancia a focal 10 mm y apertura f/4.5 tendremos enfocado todo lo que esté entre 72 cm y el infinito, lo que nos da una idea de la gran profundidad de campo que nos ofrecen estas focales tan cortas. A modo de comparación, si reproducimos las mismas condiciones pero empleando un objetivo de 80 mm la profundidad de campo se reduce a 11 cm y si nos vamos a 200 mm la PDC es de tan sólo 2 cm.

En cuanto a la estabilización óptica, cierto es que se trata de un elemento siempre útil para evitar trepidación en las fotografías cuando el tiempo de apertura se alarga más de la cuenta ya sea porque queremos disparar con un número f alto, porque hay poca luz y no queremos subir la sensibilidad ISO… y, como suelo hacer yo, pasamos de usar trípode. Lo que ocurre es que la trepidación es muy evidente en un teleobjetivo porque al más mínimo temblor de nuestro pulso la imagen resultante se convertirá en un borrón; y más cuanto más elevada sea la distancia focal.

Lo que ocurre es que a 10 mm el temblor de la cámara queda muy atenuado y por tanto el estabilizador no es un elemento tan necesario como en focales superiores a 200 mm, donde se hace casi imprescindible.

En definitiva, un objetivo capaz de bajar hasta los 10 mm como éste que hoy nos ocupa es una herramienta muy útil para la búsqueda de nuevas perspectivas. Cierto es que la primera vez que lo montamos y miramos por el visor la sorpresa es grande, ya que de repente tenemos una amplitud a la que no estamos acostumbrados; pero una vez superado ese momento y si somos conscientes de las posibilidades que nos brinda una focal tan baja, a poco que nos esforcemos podemos conseguir imágenes muy originales y llenas de fuerza. Esa es la verdadera magia de los angulares extremos.

Review: Xiaomi Temperature and Humidity Monitor

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Aunque muchos de vosotros conoceréis a Xiaomi por sus teléfonos móviles o por su famoso patinete eléctrico, el ecosistema de productos de la marca va mucho más allá; y para daros cuenta de ello podéis daros una vuelta por cualquiera de las tiendas que han abierto recientemente en España. Allí veréis cosas tan curiosas como un cocedor de arroz, gafas de sol, paraguas, cepillos de dientes eléctricos, destornilladores, mochilas, lámparas… y entre estos y muchos otros artículos, os encontraréis con éste del que hoy os quiero hablar: un medidor de temperatura y humedad.

Por los 13 euros que cuesta este aparato, nos llevamos un monitor de temperatura y humedad con posibilidad de conexión con nuestro móvil a través del bluetooth y la aplicación Mi Home, un aspecto elegante y una legibilidad muy alta. Con él también podemos automatizar ciertas acciones en casa, pero para ello tenemos que contar con una plataforma de Xiaomi que pondrá en contacto a todos los actores implicados para domotizar en cierta medida nuestro hogar.

El sensor viene en una caja de plástico transparente en la que aparecen por la parte trasera las especificaciones del mismo (en chino, eso sí) y una vez que la abrimos tenemos el sensor como tal, la base adhesiva y un par de manuales en varios idiomas incluyendo entre ellos el español. Comentar que no incluye la pila AAA que necesitamos para hacerlo funcionar, así que tenedlo en cuenta si no tenéis ninguna en casa.

Como podéis ver, tanto el aparato como su pantalla tienen forma circular, lo que me parece un detalle original y que le otorga cierta elegancia que lo diferencia de la mayoría de aparatos de este tipo que hay en el mercado, ya que lo habitual es encontrarnos con pantallas de forma rectangular.

Lo de la base independiente me parece una buena idea, ya que podemos dejarla fija en un sitio pero podremos llevarnos el medidor donde queramos puesto que ambos elementos se juntan por medio de un imán. Además, esto es necesario para pulsar el botón de enlazar por bluetooth o para cambiar la pila, así que en ese sentido me parece una solución estupenda.

Hablando de cambiar pilas, según Xiaomi la autonomía con una sola pila AAA es de varios meses. Yo, sinceramente, tengo mis dudas de que llegue a tanto; pero tengo el sensor desde hace 10 días y todavía el indicador de autonomía no ha bajado ninguna de las cinco rayas que tiene, de modo que al menos no parece que vayamos a tener que estar comprando pilas constantemente.

En cuanto a la lectura de los datos, he podido comprobar que la electrónica interna es muy rápida detectando los cambios tanto de temperatura como de humedad. Simplemente con soplar levemente en su parte frontal (ese hueco oscuro es donde tiene los sensores internos) ya vemos que los datos en pantalla empiezan a moverse. Del mismo modo, he probado a meterlo en el cuarto de baño mientras me duchaba y la humedad se iba a más del 65%, volviendo a valores de entre el 40 y el 50% en cuanto lo llevaba de nuevo al salón.

También he probado a poner el climatizador del coche a 22 grados en un viaje de un par de horas y al llegar a mi destino con la temperatura estabilizada el Xiaomi marcaba 21,8 grados, de modo que la medida de temperatura parece bastante precisa. De la humedad no tengo nada con lo que comprar, pero sí que he podido comprobar que cuando activo el aire acondicionado en el coche la humedad comienza a bajar con rapidez.

Digo todo esto porque hay medidores de temperatura y humedad que reaccionan muy tarde ante los cambios del entorno. De hecho tengo un datalogger de temperatura que necesita varios minutos para “darse cuenta” de que he puesto la calefacción del coche, por lo que cuando intento hacer un estudio de la evolución de la temperatura ambiente en función de la consigna de la calefacción los datos que obtengo no son reales porque de hecho yo empiezo a sentir calor y veo que el datalogger todavía no se ha movido del valor inicial. Esto no ocurre con el Xiaomi, que reacciona de inmediato a los cambios ambientales, pero para mi propósito tampoco me sirve por lo que os voy a contar ahora.

El caso es que compré este aparato pensando que en algún tipo de memoria interna guardaría los registros de los datos que va leyendo de tal manera que luego podríamos sacar gráficas, promedios, etc como hacían otros modelos similares más antiguos de la marca. Sin embargo, me he llevado la desagradable sorpresa de que no es así. El sensor muestra en pantalla (y en el móvil) los valores de temperatura y humedad que hay en ese preciso instante, pero no guarda en su interior nada con lo que podamos consultar históricos o similares.

Es decir, que se trata de un modelo enfocado a tenerlo en una estancia (o en más de una, ya que podemos conectar varios de ellos a través de la aplicación de Xiaomi) y consultar qué temperatura y humedad tenemos en un momento determinado o bien integrarlo con la plataforma de Xiaomi en un sistema de automatización para ciertas tareas como poner la calefacción si la temperatura baja de cierto nivel o conectar un humidificador si detecta que el aire está demasiado seco, pero lo que yo quería es podemos analizar posteriormente cómo han ido cambiando los valores de temperatura y humedad a lo largo del tiempo en un lugar determinado; y con este modelo no puedo hacerlo.

Sea como sea, si lo que queréis es conocer las condiciones ambientales de alguna estancia de vuestra casa de una forma sencilla, elegante y cómoda, esta opción de Xiaomi puede ser muy acertada tanto por la calidad de las mediciones como por el bajo precio del aparato.

Recuerdos del 2018 que se va

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Aprovecho esta mañana del último día del año para hacer un rápido repaso de este 2018 que se nos escapa entre los dedos como la fina arena del mar.

En lo que al blog se refiere no es que haya sido un año muy productivo, la verdad. He escrito tan sólo media docena de artículos; si bien uno de ellos ha sido el segundo más visto durante los últimos doce meses: el repaso al patinete eléctrico Xiaomi M365 al cumplir los 1000 Km.

¿Y cual es el más visto del año? Pues, efectivamente, el de la propia review del patinete, que casi empata a visitas con el que os decía antes y que fue publicado a finales de 2017. Es decir, que entre los dos han conseguido hacerse con la gran mayoría de las visitas al blog, lo cual ya no me sorprende porque año tras año observo que aunque este es un blog que nació con orientación fotográfica, las entradas más visitadas suelen ser las que versan sobre otros temas muy diversos.

Sin embargo, aunque en el blog no ha habido gran movimiento, en mi vida sí que ha sido un año de cambios. El principal, que a principios de año dejé Alcalá de Henares para irme a vivir con mi novia a Tres Cantos. Y qué queréis que os diga, pero fue una de esas cosas que surgió de repente en una conversación durante una cena informal y creo que es lo mejor que hemos hecho. La convivencia es fantástica y esto le ha dado un empujón muy grande a nuestra relación, así que los dos estamos más que contentos con el cambio de aires.

Eso sí, no olvidaré que los comienzos fueron duros. El piso nos lo dieron nada más que con los muebles de cocina, de modo que los primeros días tuvimos que dormir en un colchón de camping hasta que nos llegó la cama y el sofá, montando muebles de Ikea hasta las tantas de la noche, trayendo cosas de Alcalá y de Coslada casi todos los días… Fueron un par de semanas muy intensas, pero se nos dio muy bien y entre los dos hemos conseguido crear un hogar cómodo y acogedor.

También ha sido un año en el que me tuve que despedir de mi querido Opel Corsa, que murió por una rotura de cadena de transmisión en plena A1 a finales de julio sin ningún tipo de aviso previo. Me dio mucha pena desprenderme de él, pero la reparación del motor se iba a los 2000 euros y por la edad y kilómetros del coche creo que no merecía la pena prolongar su vida.

Pese al enfado inicial (se supone que una cadena de transmisión no se cambia jamás) dado que el coche no me dio el más mínimo problema durante los siete años que lo tuve, opté por ver qué me ofrecían en Opel. Y me hicieron una oferta tan buena por un Astra Turbo gasolina 125 CV nuevo con cámara de marcha atrás, sensores de aparcamiento, luces automáticas y climatizador bizona que no le di demasiadas vueltas y me lo compré con extensión de garantía a cuatro años para mayor tranquilidad frente a posibles problemas técnicos.

A día de hoy el coche y yo ya hemos recorrido 10000 Km y de momento no me ha dado el más mínimo problema. Además, es cómodo, divertido de conducir (ya no recordaba la estirada de los gasolina en las incorporaciones a autopista) y gasta menos de lo que creía; dándome una media real de 6,15 l/100 según mis propias estadísticas de Spritmonitor.

Con la llegada del invierno mi novia también se compró coche; aunque en esta ocasión era su primer vehículo (aparte del patinete de Xiaomi, claro). Un Ford Fiesta gasolina Km 0 con el que va y viene del trabajo en pis-pas y que le permite tener una total autonomía para moverse de aquí para allá sin depender de trenes, autobuses o que yo pueda acercarla a algún lugar. Estoy contento por ello porque además es un coche con buen tacto, amplio, seguro y que se conduce con dos dedos.

Y bueno, en el trabajo sí que todo ha seguido igual durante los últimos doce meses. A lo largo de este año mis funciones no han cambiado y he tenido tiempo de realizar algunas cosas de tipo tratamiento de datos para optimizar el funcionamiento de las cosas, que es algo que siempre me ha gustado. Tengo la suerte de tener unos jefes que me dejan margen de confianza para hacer las cosas como crea conveniente y gracias a ello la creatividad siempre se potencia.

Eso sí, el año que viene sí que habrá cambios. Más que nada porque cambiaré de empresa y porque entraremos en una dinámica de trabajo algo diferente a lo que hemos tenido en los últimos seis años. Algo de inquietud sí que siento, pero el tiempo y la experiencia le dan a uno autoconfianza y serenidad, así que veremos qué viene en los próximos meses y si viene temporal lo capearemos lo mejor posible.

Espero que paséis un buen fin de año y que nos sigamos leyendo por aquí. Ojalá el año que viene haya algo más de movimiento en este pequeño rincón de Internet que lleva ya más de 11 años activo.

¡Un abrazo!

Review: drone Ryze Tello

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Tenía ganas de hacerme con un Tello desde que se presentó, ya que buscaba algo sencillo de manejar y que me permitiera hacer algunas fotos aéreas sin muchas complicaciones. En su día tuve un mini-drone que me costó menos de 50 euros pero era bastante inestable y al no disponer de visión directa a través de la cámara era muy complicado manejarlo en cuanto se alejaba un poco además de que las fotos eran poco definidas, desenfocadas y con una cierta dominante azul. Sin embargo, este modelo del que hoy os hablo guarda un buen compromiso entre calidad y precio aunque también tiene sus carencias y limitaciones como iremos viendo a lo largo de este artículo.

¿Qué nos ofrece el Tello?

El Tello básico (drone en color blanco, una batería, un par de hélices de repuesto y la herramienta para desmontar las mismas) cuesta oficialmente 99€ pero de vez en cuando salen ofertas en Amazon en las que el precio es menor. Sin ir más lejos a mí me salió por 73,55€ cuando me hice con él. Luego hay packs con más accesorios como un mando bluetooth, baterías adicionales, carcasas de colores… pero si lo que queremos es “echar a volar” y ver si nos gusta el tema, la opción más simple puede ser un buen punto de partida.

El Tello es un drone con un peso de 86 gramos, una autonomía de unos 13 minutos, una envergadura de 15 cm de lado a lado, velocidad máxima de 10 m/s, conectividad WiFi y una cámara estabilizada electrónicamente con focal f/2.2 y ángulo de visión de 82º capaz de captar fotos a 5 Mpixels y vídeos a 720p/30 fps. Lo bueno es que con la batería cargada sólo nos va a hacer falta un teléfono móvil para utilizarlo, ya que se controla y configura con una aplicación específica para este modelo sin necesidad de nada más.

Una de las peculiaridades del drone que hoy nos ocupa es que no necesita (ni puede albergar) tarjeta de memoria para almacenar las fotos y los vídeos que hagamos durante nuestros vuelos porque se transmiten directamente a nuestro teléfono; lo cual es bueno y malo al mismo tiempo. Lo positivo es la inmediatez, ya que según pulsamos el botón de disparo la foto ya está en nuestro móvil y podemos editarla, compartirla, subirla a Google Fotos… Con las fotos va todo bien, y dependiendo de la distancia a la que esté el drone de nosotros la descarga será inmediata o tardará un par de segundos. Sin embargo, en el caso de los vídeos, en cuanto nos alejemos un poco del drone veremos que la imagen da pequeños saltos y tirones porque el flujo de datos que se transmite a nuestro móvil (o tablet) a través del WiFi no es todo lo estable que debería.

Por tanto, pese a que el fabricante está tratando de mejorar este aspecto en las diferentes actualizaciones de firmware que ha ido poniendo a disposición de los usuarios, se trata de un modelo que veo más orientado a las fotografías que al vídeo. En mi caso no es un gran problema porque mi idea era centrarme principalmente en las imágenes estáticas (no tengo arte para el vídeo, las cosas como son) pero debéis tenerlo en cuenta si vuestras prioridades son otras.

Y hablando de las imágenes, tened en cuenta que la cámara que lleva el drone va fija en la parte frontal, de tal modo que la perspectiva es siempre la misma. No es como en drones de gama alta cuyas cámaras van en una estructura que rota en los tres ejes y, por tanto, son capaces de grabar planos picados y similares.

No quiero pasar por alto que el Tello está fabricado por Ryze (una empresa china que se estrenó en 2017 precisamente con este producto) pero que cuenta con la colaboración de DJI en cuanto a ciertos componentes internos dedicados al vuelo y de Intel en la CPU. No quiere esto decir que el Tello sea un Phantom 4 en miniatura ni mucho menos, pero sí que cuenta con algunos detalles técnicos de drones de gama más alta. Ya sabéis, la progresiva popularización de la electrónica de consumo, que hace que lo que hoy sólo se encuentra en el modelo tope de gama al día siguiente lo llevan de serie todos los modelos (esto es un clásico del mundo del automóvil).

La conectividad, como os comentaba antes, es a través de WiFi. El drone al encenderlo crea una red a la que debemos conectar nuestro móvil y a continuación iniciar la aplicación de Tello, la cual nos permitirá controlar y configurar el cacharrín. Precisamente por su modo de funcionamiento, debemos tener en cuenta que no podremos alejar mucho el drone de nuestra posición física. De hecho Ryze declara una distancia máxima de manejo de 100 metros, la cual se reduce considerablemente en cuanto hay interferencias radioeléctricas en la zona donde estemos volando.

Otra cosa a tener en cuenta es que el drone tiene un “techo virtual” que no podemos superar. En las primeras versiones de firmware era de 10 metros, pero en sus últimas revisiones podemos configurar ese límite de altura máxima entre 2 y 30 metros, que ya es considerable para un drone tan pequeño como este (haceos a la idea de que sería más o menos como subir hasta un décimo piso). Os dejo a continuación una fotografía tomada a una altura de 20 metros, que representa un 66% de la altura máxima alcanzable por el Tello.

Hablando de alturas, tenéis que tener cuidado con el viento, ya que el Tello, como todos los drones de su tamaño, es bastante sensible al mismo y se tambaleará bastante en caso de rachas incluso no muy fuertes; cosa que suele ser más notable cuanto más altura alcanzamos. De hecho, si tenéis pensado grabar vídeos, a no ser que lo hagáis en un día totalmente calmado vais a ver que el estabilizador electrónico de la cámara no es capaz de cancelar todos los vaivenes del aparato para mantenerse quieto en el aire. Además, si sopla algo más que una ligera brisa veréis que poco a poco se va desplazando llevado por la corriente pese a los esfuerzos por mantenerse quieto inclinándose en la dirección contraria al viento para tratar de compensar el movimiento.

Una cosa que me llama mucho la atención es que el Tello emplea un curioso sistema para mantener su posición durante el vuelo, ya que en su panza posee un sistema infrarrojo capaz de medir la distancia a la que se encuentra con respecto al suelo así como una pequeña cámara para tener una referencia visual del lugar sobre el que está para así detectar movimientos de desplazamiento y compensarlos si no le estamos ordenando que se mueva del sitio. Como es lógico al ser un sistema óptico necesita buena luz para funcionar bien, apareciendo un aviso en la pantalla del móvil si el drone no ve las cosas con la claridad necesaria.

El manejo como tal es extremadamente simple. Para despegar sólo hay que pulsar un botón de la aplicación, confirmar que deseamos iniciar el vuelo y entonces el drone se situará a aproximadamente metro y medio del suelo en una posición totalmente estable. A partir de ahí podemos manejarlo en altura, giro en ambos sentidos sobre el eje vertical y desplazamientos horizontales en las cuatro direcciones con dos controles táctiles “analógicos” mientras observamos en la pantalla del móvil en todo momento lo que ve la cámara frontal del Tello, haciendo que sea un modelo tremendamente sencillo de utilizar.

De todos modos, hay dos modos (o velocidades de uso): el lento y el rápido. La diferencia es que en uno la velocidad máxima es de 14 km/h y en el otro de 28 km/h; algo que viene dado por la inclinación del drone con respecto al plano horizonal cuando pulsamos el acelerador a tope. Son 9 grados en el caso del modo lento y 25 en el modo rápido y de ahí la diferencia en la velocidad de desplazamiento. Por supuesto, si no estáis acostumbrados a este tipo de aparatos voladores os recomiendo empezar en el modo lento y no cambiar al rápido hasta que no tengáis una buena soltura con los movimientos del drone, ya que la diferencia entre ambos es notable.

Como os comentaba en las especificaciones técnicas, la autonomía de vuelo es de unos 13 minutos como máximo, los cuales se pasan en un suspiro. Yo ya me he hecho con una segunda batería y no descarto hacerme con otra más si veo que mis ansias aéreas siguen sin verse colmadas en cada sesión. Eso sí, tened en cuenta que la batería se carga dentro del propio drone mientras lo alimentamos a través de un cable microUSB, proceso que lleva aproximadamente una hora y media si se encuentra completamente descargada.

Si tenéis tres baterías enseguida os daréis cuenta de que os vendrá bien un cargador externo múltiple como los muchos que venden ya en tiendas online específicamente para este modelo. Por cierto, no he comentado que las baterías son de ion-litio, 3.8 V, 1100 mAh y tienen un peso de 26 gramos.

Hay un detalle que no me acaba de convencer del todo, y es que los motores del Tello llevan escobillas, lo que implica que con el uso van sufriendo cierto desgaste que nos llevará a su arreglo o sustitución en algún momento. El fabricante dice que sus motores tienen una vida útil de 40 horas bajo condiciones de uso extremas que van mucho más allá del uso normal que le damos los que nos compramos un drone de este tipo, pero sea como sea, si un vuelo dura 12 minutos se supone que cuando llevemos unos 200 vuelos realizados podríamos empezar a toparnos con problemas en los motores.

En este sentido los motores sin escobillas (brushless) son mucho más fiables, ya que no hay contacto mecánico para la transmisión de electricidad al devanado; sino que esta se realiza mediante campos magnéticos generados internamente. Aun así, tampoco penséis que el motor va a durar dos telediarios porque por ejemplo los taladros suelen llevar motores con escobillas y aguantan años y años de duro trabajo; pero habrá que ver la fiabilidad del Tello en ese aspecto a medio plazo, que es la característica que menos me ha convencido de este modelo de drone.

En otro orden de cosas comentar que el drone trae montados unos protectores plásticos para las hélices que harán que estas no se estropeen con el típico golpe contra una esquina o que nos arañen un dedo si nos despistamos y acercamos la mano demasiado en vuelo. Del mismo modo, el Tello trae unas patas de goma que le ayudarán a posarse sobre las superficies sin golpear a la hora de aterrizar. Estas patas son fijas, pero los protectores de las hélices los podéis retirar y descontar así unos 3 gramos de peso.

Hablando de aterrizajes, este es uno de los aspectos más sencillos del Tello. A la hora de finalizar el vuelo, si pulsamos el botón de aterrizar el drone bajará lentamente en vertical hasta posarse suavemente en el suelo o en la palma de nuestra mano; si bien durante el descenso tendremos control sobre sus movimientos porque si necesitamos corregir la zona de contacto con el suelo (bien porque haya charcos, hierba alta, piedras…).

Como ya estáis viendo, se trata de un modelo a prueba de torpes y manazas; más todavía si tenemos en cuenta que en caso de que la batería se esté agotando aterrizará sólo, que si la intensidad de la señal baja nos avisará mediante un mensaje en pantalla y que si nos llegamos a desconectar también aterrizará por si mismo… pero eso no quiere decir que no podamos lucirnos al usarlo, ya que posee una serie de modos automáticos que se activan con la pulsación de un botón consistentes en dar volteretas en el aire, subir y bajar en la vertical como si de un muelle se tratara, iniciar el vuelo lanzando el drone al aire, grabar un vídeo rodeando un punto fijo, hacer una toma panorámica de 360 grados… Elementos que se podrían hacer de manera manual con habilidad pero que están ahí para facilitarnos la vida y hacernos creer que estamos hechos unos profesionales del vuelo acrobático.

Otras leyes (aparte de la gravedad)

Por cierto, tema importante: la legislación. Lo primero de todo, tened en cuenta que el desconocimiento de las leyes no exime de su cumplimiento; y os advierto que hay un reglamento muy claro para el vuelo de este tipo de aparatos, si bien se suavizan bastante en el caso de modelos como el Tello.

Digamos, a modo muy resumido, que con drones de hasta 250 gramos de peso podemos volar teniendo el aparato siempre a la vista hasta un máximo de 120 metros de altura y que debemos evitar volar directamente sobre personas, en zonas de vuelos de poca altura (parapentes, planeadores, globos aerostáticos…) y a menos de 8 Km de cualquier aeropuerto, aeródromo, helipuerto, etc. Recordad también que seréis responsables directos de cualquier daño que pueda ocasionar vuestro drone y, por tanto, os tocará responder económica y penalmente en tal caso.

Por tanto, lo mejor es que estando a más de 8 Km de un aeropuerto os vayáis a una zona lo más despoblada posible y allí hagáis vuestras peripecias usando siempre el sentido común, ya que por poner un ejemplo, me parecería una temeridad rondar con el drone por encima de una autopista; ya que en caso de que caiga sobre la vía podéis causar un grave accidente.

En cualquier caso, os dejo un enlace que seguro os resulta de utilidad para aclarar cualquier duda que os pueda surgir con respecto a estos temas legislativos relacionados con el vuelo recreativo de drones en España. Echadle un vistazo porque es importante tener claro todo esto.

La cámara

Vamos a echar un vistazo ahora a la cámara del drone. Como ya os dije se trata de una sencilla cámara con apertura f/2.2 y focal 1.98 mm la cual posee un ángulo de visión de 82 grados, que ya es un angular bastante majo. No llega a la amplitud de miras de una GoPro, pero para un producto como éste anda bastante bien. Por cierto, no es un ojo de pez, así que las líneas rectas lo siguen siendo en las imágenes que captamos.

Vamos a hacer una cosa: os voy a dejar a continuación con una imagen que hice en una mañana muy clara subiendo el drone a la máxima altitud posible (30 metros sobre el suelo) para luego analizar algunas zonas de la misma sin aplicar ningún tipo de reescalado y analizar así el detalle que es capaz de captar en esas condiciones.

A nivel general la imagen me sorprende por su buen nivel de detalle, si bien he de decir que la luz era especialmente propicia para ello. A la ausencia de viento (el drone está estable en el aire evitando trepidaciones) se une que el día estaba realmente claro, lo que hace que todo se vea con mayor nitidez. Veamos ahora algunas zonas interesantes:

Este es el centro de la imagen, que es donde los objetivos sacan lo mejor de si. Si os fijáis en el coche que está ahí aparcado, desde 30 metros de altura y con el objetivo angular del drone se puede distinguir la marca que es (por la forma de la parrilla) así como la forma y color de los asientos delanteros. También se aprecia buen nivel de detalle en los arbustos que conforman la vegetación de las aceras y además la tonalidad de todos los elementos es bastante real.

Si nos fijamos ahora en la esquina superior izquierda, que se corresponde con el fondo de la imagen, sí que se aprecia una notable pérdida de calidad. El pueblo que se ve en la imagen es Colmenar Viejo (a unos 6 Km en linea recta desde donde está hecha la foto) y las montañas del fondo son la sierra de Madrid. Puesto que es una zona captada por una de las esquinas del objetivo y además se trata de elementos muy lejanos (hay más aire entre la cámara y el objeto) la calidad percibida es menor pero aun así no es ni mucho menos un borrón.

En la parte derecha de la imagen aparecen estas casas, las cuales con tantas líneas rectas serían candidatas ideales para apreciar en ellas deformaciones y aberraciones cromáticas. Sin embargo, no es así y además se perciben con una buena nitidez, especialmente para ser una cámara integrada en un drone de menos de 100 euros.

Por último, la zona de los columpios me parece muy representativa, ya que al estar el sol bastante bajo se aprecian perfectamente las sombras proyectadas, lo que me permite ver dos cosas: una es que la cámara gestiona bastante bien las zonas con claroscuros y otra es que el nivel de detalle es suficiente como para apreciar el relieve de la arena e incluso las sombras proyectadas por los elementos más pequeños (como esas cuerdas en forma de cuadrícula).

En definitiva, creo que el Tello posee una cámara que sorprende por su calidad en un drone de gama baja como el que tenemos entre manos. Como os decía, algo de vital importancia es que la iluminación sea la adecuada para conseguir buena imágenes; y es que en el mundo de la fotografía todo es cuestión de luz.

Autonomía de vuelo

En cuanto a la autonomía del Tello, haciendo mis propias pruebas he podido comprobar que, efectivamente, el tiempo de vuelo con una batería totalmente cargada es de unos 12 minutos y que la “panza” del aparato es lo que más se calienta durante su funcionamiento. Los motores también cogen algo de temperatura, como es lógico, pero puesto que las hélices lanzan un buen chorro de aire hacia abajo estos se refrigeran perfectamente. Os dejo a continuación con un par de imágenes captadas con mi querida Flir One en las que podéis ver la distribución de calor del Tello tras unos 10 minutos volando tanto por su cara superior como por la inferior y confirmar que, efectivamente, lo que más se calienta es el módulo electrónico situado en la panza del aparato.

También he podido constatar que en caso de batería muy baja el Tello aterriza sólo, aunque lo hace de una manera ligeramente diferente a como lo haría si lo hacemos posarse en el suelo con el control destinado a tal efecto: bajará de altura hasta quedarse a apenas un palmo de la superficie y ahí estará unos 10 segundos para, a continuación, bajar hasta tocar tierra y ahí es cuando parará los motores. Supongo que esto se hace para que si el drone va a aterrizar sobre una superficie poco adecuada (un charco, por ejemplo) nos de tiempo a posarlo en la mano o desviarlo hacia un lado.

El software de control

Hablemos un poco ahora de la aplicación, ya que mi impresión es la de un software fácil de usar y muy intuitivo. Todos los iconos son lo suficientemente explicativos y lo que voy a hacer es dejaros a continuación una serie de capturas de pantalla de mi propio móvil para que veáis cómo es la interfaz de usuario mientras usamos el Tello.

Como habéis podido comprobar en las capturas, a excepción de las pantallas de opciones estaremos visualizando en todo momento lo que la cámara del drone está viendo, lo que viene muy bien para tener sensación de control todo el tiempo y no temer que un despiste tonto se cargue una hélice o podamos perder el aparato por meternos en una zona indebida mientras pensábamos qué botón tocar para hacer un giro en el aire.

A mí la aplicación particularmente me gusta mucho por su sencillez y su claridad; y sobre todo porque con ella y el propio drone ya tenemos todo el material que nos va a hacer falta para echar a volar. Eso sí, no quiero pasar por algo que un día me encontré con la desagradable sorpresa de que usando un teléfono Nexus 4 la aplicación parecía ir bien, pero al llegar a casa me encontré con que las fotografías se habían grabado correctamente mientras que la totalidad de los vídeos consistían en archivos de apenas unos bytes que como podéis imaginar no contenían información alguna.

Y me dio mucha rabia, porque había unos cuantos captados el día de la foto hecha a 30 metros de altura que estoy seguro hubieran sido curiosos de ver. Por el contrario, en mi habitual Xiaomi Mi A1 la totalidad de las fotografías y los vídeos se almacenan siempre correctamente.

Puntos positivos

  • Sencillez de manejo
  • Relación calidad/precio
  • La calidad de las fotografías captadas por su cámara

Puntos negativos

  • Está por ver la durabilidad de los motores
  • Imposible sacarlo a volar con viento
  • Baja calidad de vídeo, sobre todo por los microcortes y tirones debidos a la transmisión en tiempo real

Conclusiones

En definitiva, estamos ante un drone que ya ha cosechado gran éxito en los meses que lleva a la venta y que en mi opinión merece bastante la pena como introducción a este tipo de aparatos.

Espero que os haya quedado claro que no está diseñado para acometer vuelos extremos ni para captar imágenes imposibles como algunos modelos que cuestan diez veces más; pero si nos hace ilusión grabar nuestras propias imágenes desde puntos de vista inusuales o queremos hacernos con un drone que podamos manejar con facilidad y sin temer perderlo o estamparlo creo que el Tello puede ser un buen candidato a convertirse en nuestro fiel compañero de aventuras.

¡Nos leemos!

Pruebas de rendimiento familia Raspberry Pi (Zero, Zero W, 3A, 3B, 3B+, 4B)

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Soy fan declarado de las Raspberry Pi desde que me hice con un model B de la tercera revisión hace unos tres años aproximadamente. Me parecen máquinas de un tamaño delicioso capaces de correr una versión “de verdad” de Linux con la flexibilidad que esto implica y con una comunidad de aficionados y desarrolladores detrás alucinante.

Por poner algunos ejemplos, con el paquete LibreOffice podemos editar textos, crear hojas de cálculo, bases de datos… Una completa suite ofimática que nos puede venir muy bien tanto para temas laborales como para nuestras cosas de casa. También los hay que usan una Raspberry Pi para emular diferentes sistemas; siendo las videoconsolas antiguas uno de los puntos fuertes de dicha vertiente. Y bueno, tampoco podemos dejar de lado a aquellos que usan estos microordenadores a modo de mediacenter para ver películas y series con una calidad impropia de un hardware tan pequeño o los que las usan como base de los más variados montajes electrónicos imaginables gracias a sus puertos de expansión.

Pues bien, combinando mi pasión por estas máquinas con la de las mediciones en general me he animado a esbozar un artículo hablando de la potencia de cálculo de esta familia de computadoras “de bolsillo” a través del conocido benchmark Hardinfo disponible para la mayoría de sistemas Linux.

Dado que la última versión de Raspbian (el S.O. nativo de las Raspberry Pi) puede funcionar en todas las máquinas anteriores la premisa inicial fue actualizar el sistema el día de la prueba e ir cambiando la microSD entre las máquinas haciendo la misma operación en todas ellas: iniciar el sistema sin conexión a internet, esperar unos segundos a que terminara el arranque por completo, ejecutar la batería completa de pruebas de rendimiento y generar un informe de cada máquina del que luego pudiera extraer los datos necesarios para este estudio.

Comentar que los modelos sobre los que he hecho las pruebas son los siguientes:

  • Raspberry Pi Zero
  • Raspberry Pi Zero W
  • Raspberry Pi 3 model A
  • Raspberry Pi 3 model B
  • Raspberry Pi 3 model B+
  • Raspberry Pi 4 model B (2 GB RAM)

A grandes rasgos, Hardinfo realiza un total de ocho tests correlativos: cinco son sobre cálculos con la CPU, dos de cálculos con la FPU y uno de dibujado en pantalla empleando la GPU.

Tras la ejecución de todos los tests en todas las máquinas estos son los resultados que he obtenido:

Tomando en cada uno de los test el mejor resultado, para mejorar la claridad de la interpretación he decidido asignar un valor del 100% a dicho resultado y calcular el resto como un porcentaje en comparación a este. De este modo he obtenido la siguiente tabla:

Aunque en la primera tabla ya se podía apreciar, en la de los porcentajes es más claro todavía: la Raspberry Pi 4 es la más rápida en todo a excepción del test de N-Queens, donde la 3B+ es notablemente más veloz. Supongo que será por alguna función no del todo optimizada todavía y que con el tiempo parchearán haciendo que también sea la más rápida en esa prueba; ya que su hardware es el más potente de todos a día de hoy.

Veamos todo esto de un rápido vistazo mediante una gráfica que he preparado; sólo que en vez de comparar cada máquina con su batería de pruebas, lo he agrupado por pruebas y así podemos comprobar el rendimiento de cada máquina en cada caso.

Cosas curiosas que saco como conclusiones:

  • En las Raspberry Pi Zero no hubo cambios de rendimiento con la llegada de la revisión W y esta gama es muuuucho más lenta que las Raspi de tamaño completo de su época (las Raspberry Pi 3). En algunos tests son bastante más lentas y en otros son tortugas como en el caso de los cálculos en coma flotante.
  • La 3A es una sorpresa, ya que con un tamaño que es prácticamente la mitad que la 3B+ clava prácticamente su rendimiento. Como amante de las máquinas miniaturizadas considero que es la que mejor relación tamaño/rendimiento obtiene más allá incluso de las Zero que, si bien son diminutas, están muy limitadas en cuanto a memoria y capacidad de cálculo.
  • La 4B es el último modelo aparecido hasta el momento y en general con una potencia netamente superior; sobre todo en los test que emplean la FPU. La única pega es a nivel gráfico si estáis usando los drivers experimentales, ya que todavía están por pulir y en las pruebas de dibujado en pantalla el rendimiento es malísimo. Si entramos a la configuración del sistema y seleccionamos el driver por defecto el rendimiento se pone a la altura de lo esperado.

Como os decía, lo mejor las Raspbery Pi es su flexibilidad y la cantidad de usos que se les pueden dar. Y es que aunque una Pi Zero pueda parece poca cosa, sin ir más lejos tengo dos por casa: una de ellas es un emulador de ZX Spectrum “de bolsillo” y la otra es un mediacenter con el que he visto multitud de series y películas manteniéndola escondida detrás de la TV y alimentándola simplemente por el puerto USB de la propia televisión.

Por su parte, estos días estoy probando a emplear la Raspberry Pi 4 como sustituto de mi ordenador de sobremesa para tareas ofimáticas y he de decir que estoy muy contento con ella, ya que sin ir más lejos, este artículo y las tablas que lo ilustran han sido creadas íntegramente con LibreOffice y el programa de edición gráfica GIMP. Lo malo de este modelo es que, por su elevado consumo energético, tenemos que emplear un adaptador USB-C que sea capaz de entregar 3 amperios de corriente (os recomiendo haceros con el oficial, que funciona de maravilla) y que para conectarla a una TV tendremos que emplear un cable microHDMI que, a día de hoy, todavía cuesta un poco encontrarlos.

Y ya por último, comentaros que la Raspberry Pi 3 model B la tengo configurada a modo de recreativa gracias al emulador MAME y un mando de ese estilo capaces de transportarme a aquellos años 90 en los que los salones recreativos eran el epicentro de la diversión de mi generación (hasta que llegó la PSX; pero eso es una historia que otro día os contaré).

Review: Bastl Kastle V1.5

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Puede que sea por mi formación en electrónica industrial, pero reconozco que siempre he mirado con ojos golosos a esos dispositivos llenos de lucecitas y botones capaces, en las manos adecuadas, de generar música.

Durante los últimos años me he ido haciendo con algunos dispositivos de Korg (la serie Kaoss me parece alucinante, ya os hablaré de ella) así como un par de Pocket Operators de Teenage Engineering y hace apenas unos meses el “cacharrín” del que hoy os quería hablar: un Kastle V1.5 de Bastl Instruments.

El caso es que esta entrada me va a servir, además de para daros a conocer este minúsculo dispositivo, para poder hablaros desde un punto de vista medianamente técnico de los sintetizadores, que es algo que siempre ha llamado poderosamente mi atención.

¿Qué es un sintetizador?

Muy a grandes rasgos un sintetizador es un dispositivo electrónico capaz de generar sonidos a través de un conjunto de componentes electrónicos internos. La interfaz con el usuario son una serie de controles mediante los cuales seleccionaremos la señal a utilizar y el tratamiento que se le dará en tiempo real a esta. Finalmente, la señal de salida es amplificada y llevada hasta los oídos de quien ande cerca del aparato.

Pensad en un piano de cola “de los de toda la vida”. Cuando pulsamos una tecla lo que ocurre en su interior es que un pequeño martillo golpea a la cuerda correspondiente, la cual tiene una determinada longitud y una tensión que generarán una onda acústica que resonará en sus cavidades internas para llegar a nuestros oídos.

Pues bien, pensad en un hipotético piano en el que a través de una serie de controles físicos pudiéramos cambiar en todo momento no sólo la longitud y la tensión de la cuerda que golpea el martillo, sino incluso la forma y el material del propio martillo o hasta la forma de la caja de resonancia del piano. De ese modo el sonido que percibiríamos sería muy diferente en función de cómo estemos actuando sobre los controles que os digo.

Vamos un paso más allá, e imaginad que con otros controles diferentes pudiéramos coger el sonido que está a punto de salir de la caja de resonancia y pudiéramos volver a introducirlo en un paso anterior del proceso modificándolo también para darle “una vuelta más” creando resonancias, loops, reverberaciones, retardos…

Por último, pensad en que este piano tan extraño que os estoy describiendo tuviera la posibilidad de sustituir ese teclado que acciona unos martillos que golpean unas cuerdas por nuestra propia voz, unos pulsos generados por un sistema digital o los sonidos producidos por otro piano totalmente diferente, dotando entonces a nuestro piano original de una flexibilidad casi infinita a la hora de crear nuevos sonidos.

Si habéis llegado hasta este punto habiéndoos hecho una idea mental más o menos aproximada de lo que os estoy describiendo no estáis lejos de estar visualizando un sintetizador en términos generales, ya que se trata de un dispositivo que genera (o recibe) unas señales eléctricas que a continuación procesa internamente y que al final amplifica llevando la señal a un altavoz que nos da un sonido determinado.

Sintetizadores modulares

Ahora que más o menos nos hemos hecho una idea de qué es un sintetizador, podemos distinguir dos tipos en función de su forma constructiva: por un lado están los que conforman una unidad “cerrada” con unos controles configurados para modificar los sonidos de una determinada manera. Un ejemplo de este tipo de sintetizadores es el Korg Monotribe, el cual cuenta con un pequeño teclado a través del cual introducir las notas que queramos y a partir de ellas crear una secuencia modificando el sonido con los muchos y variados controles con los que cuenta la unidad.

Del mismo modo, podemos tener un sintetizador modular, el cual no tiene una estructura fija sino que el usuario lo monta e interconexiona en función de sus necesidades o preferencias, constando de varios módulos cada uno con su función. Tendremos un módulo generador de señales, otro para el filtro paso bajo, otro que hace de oscilador de baja frecuencia, otro con el amplificador de salida… Todos ellos con sus entradas y salidas que podemos cablear como queramos, de tal modo que nada nos impide tomar parte de la señal de salida y meterla en un lazo de realimentación a alguna puerta lógica controlada por voltaje para modificar así el sonido que sale del equipo dando lugar a una gama casi infinita de variaciones.

Sea como sea, existe también un esquema intermedio entre los dos casos que os he comentado antes; que es el del sintetizador semimodular. Esto consiste en que la estructura de los bloques es fija y ya lleva una interconexión interna entre ellos pero también contamos con conexiones integradas en la estructura del equipo que nos permiten llevar las señales para acá y para allá a través de unos cables que conectaremos a nuestro gusto tal y como se hace en un sintetizador modular pero sin la complejidad aparejada al setup inicial de estos.

Bastl y su Kastle

Al Bastl Kastle original (versión 1.0) llegué tarde. Cuando supe de su existencia ya estaba más que agotado y no había existencias a la venta tampoco en Amazon, eBay o similares. Se trata de un producto de producción bastante limitada y me resigné a quedarme sin él pese a lo atractivo que me parecía.

Sin embargo, parece que el destino se había aliado conmigo porque menos de una semana después de aquello me enteré de pura casualidad de que la gente de Bastl Instruments sacaba a producción una nueva versión del Kastle revisada y mejorada; así que para que esta vez no se me escapara fui directo a la web oficial y encargué mi unidad, llegando a mis manos apenas cinco días después.

Se trata de un minúsculo (45 x 53 x 68 mm aprox) sintetizador semimodular con seis tipos de síntesis, controles de tono, timbre y forma de onda, LFO de frecuencia regulable con salidas de onda cuadrada y triangular, un generador de impulsos pseudoaleatorio, alimentación por 3 pilas alcalinas AA o puerto microUSB, puntos de conexión entre sus componentes internos para el enrutamiento de la señal mediante el uso de cables dupont M-M (el Kastle trae una decena de ellos) y conexión con otros equipos a través de dos jacks de entrada/salida.

Eso sí, ya os advierto de que no se trata de un sintetizador con teclado en el que podamos crear armoniosas melodías ni nada por el estilo; ya que la filosofía del Kastle es la de crear sonidos prácticamente aleatorios y hacerlos variar de infinidad de formas para así crear sonidos ambientales. Podemos conectar elementos externos para traer al Kastle una melodía, pero al pasar por este mini-sintetizador tened claro que esa armonía se va a alterar en buena medida por la propia concepción del aparato hasta llegar a extremos que la harán casi irreconocible.

En cuanto al Kastle en si, lo primero que llama la atención nada más sacarlo de la caja es su minúsculo tamaño y es que, de hecho, en la palma de vuestra mano hay espacio para sostener dos de ellos holgadamente. Si le dais la vuelta veréis que en su base hay espacio para encajar tres pilas AA, y ese es justo el tamaño de la base del dispositivo, así que si os queréis hacer una idea muy aproximada del espacio en la mesa que ocupa un Bastl Kastle sólo tenéis que coger esas tres pilas que os digo y ponerlas juntas.

El Bastl Kastle V1.5 en uso

Si encendemos el Kastle sin cablear ninguno de sus puertos internos vamos a obtener un sonido tipo “drone” que podemos modular con cada uno de los siete potenciómetros de los que dispone el aparato. Esta es una buena forma de trastear con ellos y comprobar cómo afectan a los sonidos generados familiarizándonos así con cada uno. Por cierto, el Kastle no incorpora altavoz, así que nos toca usar auriculares o conectarlo a un amplificador externo.

Pues bien, dejad todos los controles más o menos en su posición central y vamos a coger ahora un cable para puentear la salida triangular del LFO llevándolo a la entrada nombrada como Waveshape. Nada más conectar el cable ya notaréis un cambio en el sonido, pero si ahora modificáis los potenciómetros del LFO y el de Waveshape vais a escuchar cómo el sonido se ve afectado por la señal que le estamos metiendo.

Sin modificar nada más, probad ahora a cambiar el extremo del cable de la señal triangular a la inmediatamente superior (la señal cuadrada del LFO) y veréis que el sonido cambia de una forma algo ondulante a un estilo más pulsante.
Otra conexión interesante es la de la salida rotulada como Stepped, ya que su salida es una combinación aleatoria de voltajes que se repiten durante el periodo del LFO dando lugar por tanto a un patrón de sonidos repetitivos que podemos tratar con los controles del equipo.

En cuanto a los modos de síntesis, estos se seleccionan a través de la conexión Mode, la cual podemos llevar a nivel bajo o a nivel alto variando así el sonido radicalmente. Si esta señal la conectamos a nivel bajo usaremos síntesis de ruido, mientras que si la conectamos a un nivel alto se usará síntesis por modulación de ruido. Obviamente si conectamos a una señal variable (como la salida del LFO) iremos cambiando de modo dinámicamente en función de si la señal está en nivel alto o bajo dando lugar a variaciones de sonido de lo más variopintas.

En general, y como bien dicen sus creadores, la gracia del Kastle es que podemos conectar cualquier punto con otro sin que al equipo le vaya a pasar nada, por lo que la gracia está en experimentar y ver cómo las diferentes interconexiones y variaciones sobre los potenciómetros van afectando al sonido creado. Además, a través de los puertos I/O podemos introducir señales sonoras externas, por lo que la creatividad se eleva exponencialmente a medida que, como os decía en la introducción de este artículo, conectemos fuentes de señal a este minúsculo sintetizador.

Sea como sea, después de todo este rollo que os he soltado, creo que la mejor manera de que entendáis su funcionamiento y podáis haceros una idea de sus posibilidades es dejaros con el vídeo que la propia Bastl creó en su momento para presentarlo en sociedad, ya que nadie mejor que sus creadores para mostraros las posibilidades creativas de este pequeño monstruo sonoro.

¡Nos leemos!

Más información

Página oficial del Bastl Kastle V1.5

Vídeo de Little Big Synths mostrando las posibilidades del Kastle

Aquellos maravillosos años de la infancia: 1989

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Tenía pendiente la publicación de esta entrada desde hace tiempo (muuuucho tiempo) ya que es la que finaliza una miniserie que, a razón de una entrada por año, ha ido retratando mi infancia. En este caso nos remontamos a 1989, año en el que me regalaron mi primera cámara con la que precisamente fueron hechas estas fotografías en las que ya se vislumbran algunos rasgos que incluso pese al tiempo que ha pasado siguen siendo reconocibles.

Tumbando arboles

De hecho, a lo largo de los años he tenido ocasión de encontrarme con profesores que me dieron clase en aquella época y siempre me han reconocido sin ningún género de dudas. Nada más acercarme a ellos enseguida me he encontrado con un sonoro “¡Hombre, Luis, cuánto tiempo!” o “Yo te di clase a ti…” señal de que en el fondo mi aspecto no ha cambiado demasiado en las tres últimas décadas.

Acrobata

Las dos fotografías que ilustran este artículo están hechas el mismo día en las inmediaciones del barrio de Venecia y el caso es que todavía recuerdo perfectamente a mi madre haciéndolas. La primera es en uno de los árboles de los márgenes del paseo del río a la altura del colegio Iplacea; árbol que sigue allí sólo que ahora bastante más grande. La segunda es en el parque que existe todavía hoy en el extremo sur del mencionado barrio pero en el que ya no están esos rústicos troncos de madera en los que cada vez que pasaba trataba de mostrar al mundo mis innatas cualidades para el funambulismo.

A partir de aquí empecé a ser yo el que casi siempre estaba detrás de la cámara, por lo que mis apariciones fueron mucho más esporádicas e incluso hay años en los que no aparezco ni en una miserable imagen. Por tanto, a partir de este año la mini-serie perdería su sentido y de ahí que haya decidido poner el punto final justo en el último año de la década de los ochenta.

Han sido ocho entradas en las que os he mostrado cómo fui creciendo y cambiando durante la primera década de mi existencia y con las que espero haberos hecho partícipes de lo que fui para así tener una perspectiva desde la que entender todo lo que vino después.


Review: Olight S1 Baton

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Ya tenía alguna linterna de la marca Olight en formato AAA con la que estaba especialmente contento por la calidad de acabados, la blancura de su luz y su elegante aspecto; así que una mañana en la que me acerqué a una tienda especializada de Madrid no pude resistirme a hacerme con la S1 Baton que me miraba desde el otro lado del mostrador.

Con un tamaño delicioso, un acabado sobrio y elegante, unas prestaciones prometedoras para su más que contenidas dimensiones y un precio de unos 50 euros creo que puede ser una buena candidata a acompañarnos allá donde vayamos con la ventaja que supone llevar en el bolsillo una linterna versátil pero también potente si la ocasión lo requiere. Vamos a ir viendo si cumple todo lo que promete sobre el papel.

El cuerpo

El cuerpo de la S1 Baton está íntegramente fabricado en aluminio 6061-T6 anodizado en color negro, con un knurling menudo y marcado en las zonas de agarre, una tapa trasera roscada donde va alojada la batería de litio tipo CR123A (o 16340 en el mundillo de las recargables de litio) y detalles en color azul eléctrico tanto en su único botón como en el frontal de la linterna. En términos generales podemos decir que es de forma cilíndrica con unas dimensiones de 61 x 21 mm y un peso de 30 gramos sin batería.

En la parte central de cuerpo dispone de una zona rebajada en la que podemos encajar el clip para el bolsillo que viene con la linterna y, como cosa curiosa, la tapa trasera es magnética por la adición de un imán desmontable que va encajado tras el muelle que mantiene el contacto con el polo positivo de la batería. Esto último es muy útil si queremos mantener la linterna fija sobre una superficie metálica como por ejemplo el capó de nuestro coche mientras miramos algo en el motor.

Ah, y también tenemos un pequeño agujero en dicha tapa trasera por la que pasar la correa (hecha de un material sumamente suave) que viene en la caja de la linterna y que nos ayudará a que no se nos caiga de la mano sobre todo si vamos con guantes y/o hace mucho frío.

Por cierto, no quisiera pasar por alto que la batería en esta linterna va colocada de forma invertida con respecto a la mayoría de modelos: en este caso el polo negativo (la parte plana de la batería) es el que va pegado a la zona de la cabeza, cuando lo habitual es que ahí vaya el polo positivo. Conscientes de esto, los diseñadores de Olight han grabado el icono de una batería en el cuerpo señalando la forma correcta en la que esta ha de ir insertada.

La luz

La Olight S1 Baton dispone de 4 modos de iluminación que paso a explicaros brevemente:

  • Moonlight: 0,5 lumens y 25 días de autonomía. Se activa manteniendo el botón pulsado un par de segundos con la linterna apagada.
  • Low: 8 lumens y 40 horas de autonomía
  • Medium: 80 lumens y 6 horas de autonomía
  • High: 500 lumens durante 90 segundos y luego baja (por protección térmica) a 300 lumens y 90 minutos de autonomía
  • Estroboscópico: Enciende y apaga la luz a una frecuencia de 10 Hz y se activa haciendo triple click en el botón de mando con la linterna encendida (o 5 clicks con ella apagada)

La linterna cuenta también con dos temporizadores de apagado automático que se activan haciendo doble click con la linterna encendida: un primer doble click activa el temporizador de 3 minutos y un segundo doble click cambia a un temporizador de 9 minutos. La activación de estos temporizadores se confirma con uno o dos parpadeos de la luz en el momento que comienza la cuenta.

Como veis, aunque la linterna cuenta con sólo un botón, los ingenieros de Olight le han sacado bastante provecho y es que en función de la situación las pulsaciones breves, largas, dobles o triples activarán unas u otras funciones en la S1 Baton. Eso sí, hubiera venido muy bien disponer de algún tipo de indicador LED que nos indicara el estado de la batería, ya que no tenemos modo de saber este dato tan importante.

En cuanto a su tonalidad, la luz que emite el LED Cree XM-L2 es muy blanca, no se aprecia rastro de PWM en ninguno de sus modos y esta se distribuye en un haz de ancho moderado y definido debido a su lente tipo TIR en lugar de recurrir al típico reflector metálico parabólico.

Por resumirlo muy brevemente, una lente TIR es una estructura de plástico transparente que se acopla directamente sobre el LED y consigue encauzar la luz que emite de la forma que los diseñadores hayan querido implementar (un haz ancho para iluminar más superficie, más estrecho para llegar más lejos…) de una forma más controlada que con un reflector que siempre dispersa más la luz que se escapa por los laterales del LED.

Las sensaciones

La S1 en la mano se siente muy compacta pero a la vez poderosa. La única sensación de fragilidad me la da el botón de control, ya que su superficie es de un plástico flexible que no sé muy bien cómo llevará el paso del tiempo y el roce con otros objetos dentro de una mochila, en nuestro bolsillo… Hablando del botón, no hay forma de bloquear la linterna frente a encendidos accidentales por pulsaciones no intencionadas; si bien he de reconocer que hasta el momento nunca me ha ocurrido ya que para accionar el botón hay que pulsarlo con cierta firmeza.

Mi modo favorito es el moonlight, ya que nos permite levantarnos de la cama por la noche y ver perfectamente sin molestar a nadie. Sea como sea, en campo abierto los modos más potentes también vienen muy bien; pero para el uso que yo le suelo dar a este tipo de linternas el 90% de las veces con un lumen me es suficiente, ya que si por lo que sea voy por el campo y se me hace de noche con 60 lumens puedo ver perfectamente y sólo usaría el modo de 500 lumens para ver qué es eso con forma de oso que asoma tras unos matorrales lejanos. La potencia viene muy bien, pero en mi escala de valores la autonomía está en el primer puesto.

Sea como sea, me gustaría comentar algo que me ha extrañado bastante, y es que cuando uso el modo High al cabo de un minuto o así la linterna se apaga. En dicho modo debería de funcionar a 500 lumens durante 90 segundos y luego bajar automáticamente a 300 lumens por protección térmica de la linterna. Sin embargo a mí, antes de que se cumplan esos 90 segundos, la linterna directamente se me apaga.

Creo que puede ser porque la pila recargable que uso con ella (una de la propia Olight que podéis ver una de las fotografías de este artículo y que compré junto a la linterna) no es capaz de dar la intensidad que este modo requiere y su circuito de protección corta directamente la corriente porque, de hecho, hasta que no desenroscamos la tapa trasera y la volvemos a apretar la linterna no vuelve a responder a ninguna acción. Sea como sea, tengo que hacer pruebas con otra batería que tendría que tener guardada por casa con mayor capacidad instantánea de descarga y si con eso saco alguna conclusión editaré esta review para informaros.

En cuanto a longitud la S1 Baton no es mucho mayor que las típicas linternas que funcionan mediante una pila AAA y que ya han aparecido alguna vez en esta serie de artículos; si bien el grosor es mayor tanto para poder albergar la electrónica de control (algo más compleja) como para así poder disipar mejor el calor generado en los modos más luminosos. Por cierto, en el modo High la linterna se calienta que da gusto, pasando de 22 a 40 ºC en aproximadamente un minuto (no puedo comprobar cómo sigue evolucionando por el problema que os comentaba hace un momento sobre la batería recargable).

A modo ilustrativo os dejo a continuación una fotografía de la S1 Baton junto a otra serie de linternas que funcionan mediante un pila AAA donde podéis apreciar que en lo que a longitud se refiere está a la par con la minúscula i3E EOS de la misma marca.

En conclusión, si bien lo de que la linterna se apague en el modo High pasados unos instantes es algo que me tiene frito a mí y a bastantes usuarios de foros linterniles que tampoco llegan a sacar ninguna causa generalizada más allá de sospechar de ciertas baterías, cierto es que el resto de modos funcionan maravillosamente bien y además es un aparato sólidamente construido. Nada que reprochar salvo esa circunstancia que os comentaba y que espero acabar descubriendo a base de trastear con otras baterías y cargadores.

Con este modelo tengo sensaciones encontradas: por un lado me gusta por su construcción porque cubre perfectamente la inmensa mayoría de necesidades que me pueden surgir en el día a día. Sin embargo, el hecho de que a efectos prácticos con la batería actual no pueda contar con todo su potencial hace que, si me pongo a valorar la linterna en su conjunto, tuerza un poco el gesto.

Si consigo encontrar la batería que os decía antes y el modo High funciona como se supone que ha de funcionar perfecto, pero si no es así sería una pena, porque al fin y al cabo eso nos limitaría a efectos prácticos a una luminosidad máxima de 80 lumens cosa que otros modelos de menor tamaño, peso y, sobre todo, precio cumplirían sobradamente.

Mi historial de ordenadores

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Haciendo un ejercicio de memoria, hoy me he puesto a pensar en los ordenadores que he tenido a lo largo de mi vida y me he dado cuenta de que son unos cuantos. Lo que más me ha gustado es comprobar que todavía recuerdo las principales características técnicas de cada uno de ellos, así que voy a aprovechar para describíroslos muy someramente en un artículo organizado cronológicamente.

Eso sí, no incluiré aquí los portátiles de trabajo, porque han pasado ya unos cuantos por mis manos y entonces no acabaríamos en todo el día. Estos son sólo ordenadores que han sido míos en algún momento. Bueno, y tampoco meteré las Raspberry Pi que aunque por funcionalidad podrían hacer la labor de un PC a la perfección prefiero dejarlas para otra entrada más específica. ¡Vamos allá!

ZX Spectrum +2

Mi primer ordenador fue un ZX Spectrum +2 que me regalaron mis abuelos en 1987 y que contaba con 128 KB de memoria RAM, lector-grabador de cintas de casette y sin ningún tipo de disco duro, claro está. Utilizado por mi hermano y por mí principalmente para jugar, con los años me arrepentí de no haberlo usado para aprender algo de programación; ya que si con esas edades (yo tenía 7 años cuando me lo regalaron) eres capaz de hacer algunos pinitos programando estoy seguro de que con los años serás todo un maestro del código. Con el tiempo nuestra colección de juegos llegó a superar la centena, pero recuerdo como si fuera ayer el título con el que lo estrené fue el mítico Kane.

Siemens Nixdorf 486 DX-2

A este modelo le siguió en 1994 un PC 486 DX-2 66 MHz con 8 MB de memoria (de serie traía 4 MB pero elegí una ampliación a 8 por 25000 pesetas del ala), disquetera de 3,5″, 420 MB de disco duro, sistema operativo OS/2 Warp de IBM e impresora Canon BJ-200. Venía también con un monitor de 14″ de resolución 1024 x 768 a 16 millones de colores y recuerdo que cuando venían mis amigos a casa y les ponía juegos como Monkey Island, F29 Retaliator o Fury3 (este último cuando cambié el SO a Windows 95, que me compré original en disquetes por cierto) flipaban en colores. A este ordenador, pasados un par de años, le metí un “kit multimedia” consistente en una unidad de CD-ROM 4x, una colección de juegos en ese novedoso formato (Nascar Racing, 3D Pool, etc) y una tarjeta de sonido Soundblaster 16. Una de sus últimas ampliaciones fue incrementar su memoria RAM a 24 MB.

AMD K6-2

Tiempo después vino en el año 2000 un PC “clónico” AMD K6-2 300 MHz con extensiones MMX que contaba con 32 MB de RAM (que con el tiempo amplié a 128 MB), tarjeta de sonido, CD-ROM, 4 GB de disco duro y SO Windows 98. En ese ordenador instalé una de las primeras aceleradoras 3D (una Voodoo Bashee de 3DFX) haciendo que juegos como Need for Speed III o Quake II mostraran unos gráficos sencillamente increíbles. De todos modos, dado que por aquella época nos dio fuerte a mi hermano y a mí por los videojuegos, andar actualizando el ordenador cada dos por tres para poder correr los últimos títulos costaba una pasta y acabamos pasándonos al oscuro mundo de las videoconsolas de la mano de una Playstation.

Toshiba Satellite A50

Mi primer portátil fue un Toshiba Satellite A50 comprado en 2002 que equipaba un micro Intel Centrino, 512 MB de RAM, 40 GB de disco duro y Windows XP. Fue mi primer ordenador con WiFi y me vino muy bien para seguir las clases en la universidad, aunque rara vez me lo llevaba a clase porque no era lo habitual en aquellos tiempos. Cuando dejé de usarlo se lo regalé a mi padre quien un día derramó sin querer un vaso de Cocacola sobre el teclado y de esta manera tan poco épica ese ordenador se fue al cielo de los portátiles.

Asus Eee-PC 701

El primer ultraportátil que llegó a los grandes mercados (el mítico Asus Eee-PC 701 4G) fue mi siguiente adquisición en el 2008, contando con un micro Intel Celeron, 512 MB de RAM y 4 GB de disco duro SSD. Pese a su pequeño tamaño lo usé para escribir multitud de reviews en este blog y a día de hoy, aún con la batería casi destruida, lo saco de vez en cuando para arrancarlo y recordar así aquel ordenador que a veces me bajaba a la piscina para escribir offline algunos borradores.

Acer Aspire X1700

En 2009 llegó un sobremesa de perfil estrecho: un Acer Aspire X1700 con micro Intel Core 2 Duo E7300,  3 GB de RAM, 320 GB de disco duro y Windows 7. En principio lo usaba para edición fotográfica cuando me compré la Nikon D40 y de hecho con los archivos RAW de esa cámara iba muy bien, pero cuando me pasé a la D300, el aumento de megapixels se le atragantó bastante al pobre y empezó a arrastrarse cada vez que le pedía hacer algún cambio en los archivos. Con el tiempo se lo acabé regalando a mi padre y a día de hoy todavía lo sigue usando para sus tareas habituales.

Dell Inspiron Mini 10

Ya en 2010 me hice aprovechando una oferta de Carrefour con un Dell Inspiron Mini 1012 que incorpora un procesador Intel Atom N450, 1 GB de RAM y 250 GB de disco duro. Este modelo venía con Windows, pero sin ni siquiera estrenarlo se lo sustituí por la última versión de Ubuntu. Ordenador que sigo usando a día de hoy para escribir cosillas en el blog, jugar a GL-Quake y para algunas tareas de ofimática ligera gracias a que le actualicé la memoria RAM a 2 GB y el disco duro por un SSD de 120 GB, de modo que todavía es capaz de funcionar medianamente suelto. Sorprendentemente su batería aún es capaz de aguantar un par de horas y me gusta por lo cómodo que es para usarlo en el sofá aunque su parte inferior se calienta más que una estufa de butano debido a que Dell decidió no incorporarle ventilador para que así fuera completamente silencioso.

HP Pavilion

Al poco de llegar a Oropesa en mayo de 2011 me compré una CPU HP Pavilion que contaba con un micro Intel Core i7 2600, 8 GB de RAM (que enseguida amplié a 16 GB), 1 TB de disco duro y Window 8 que al poco tiempo se actualizó automáticamente a Windows 10. Era un ordenador con mucha potencia de cálculo destinado a la edición fotográfica con Lightroom y mi Nikon D300 y de hecho a día de hoy sigo usándolo con muy buenos resultados en ese campo. Fue una inversión fuerte (era la CPU tope de gama de HP en ese momento) pero nunca me arrepentí porque lo usé muchísimo durante varios años.

Lenovo A10

Hacia febrero de 2014 tenía ganas de probar un ultraportátil con SO Android para ver si podía hacer las labores de un ordenador “al uso” y sin darle muchas vueltas me compré un Lenovo A10. Claro, precisamente por haber sido una compra totalmente a ciegas la experiencia fue un poco desastrosa porque resulta que venía muy capado en cuanto a almacenamiento y el software incorporado se comía una buena porción de la misma de manera que su memoria se llenaba en cuanto instalabas alguna aplicación más de la cuenta. Al final se quedó para ver películas con VLC cuando íbamos de camping y cosas así. Es un gusto sostenerlo en la mano porque no pesa nada y es super-fino, pero a día de hoy está en un maletero de casa de mis padres. No descarto desempolvarlo un día de estos para ver si se me ocurre algo que hacer con él.

Dell Inspiron 3000

En mayo de 2015 llegó el ordenador desde el que escribo esta entrada, que es un portátil Dell Inspiron 3000 con procesador Intel Celeron N2840, 4 GB de RAM DDR3, 500 GB de HD (que cambié inmediatamente por un SSD de 250 GB), pantalla de 15″ y sistema operativo Ubuntu. Fue una compra un poco impulsiva en parte porque tenía ganas de probar un equipo portátil nuevo diseñado con Ubuntu en mente y en parte porque aproveché una suculenta oferta de Dell por la que me salía el equipo por apenas 224 euros aplicando un descuento que tenía junto a una promoción de gastos de envío gratis. Estoy muy contento con él y de hecho es el ordenador que uso para todo a excepción de la edición fotográfica, que es para lo que está el HP del que os hablaba antes.

La verdad es que no sé cuándo me haré con un nuevo ordenador y eso que hace ya cinco años del último. Estuve tentado por un Macbook Air mucho tiempo, y también por algún portátil de gama alta de Dell y de HP; pero es que al final siempre pienso lo mismo: “para lo que voy a hacer puedo hacerlo en el que ya tengo y eso que me ahorro”. En total han sido 10 modelos hasta el momento, que no es poca cosa.

Review: Nitecore Tiki

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A estas alturas muchos sabréis de mi debilidad por los diseños miniaturizados en general y los de las linternas en particular. De hecho tengo algún modelo tan diminuto que se puede colocar en el llavero sin apenas notarlo; de modo que la aparición de la Nitecore Tiki supuso una agradable sorpresa para mí por aunar lo mejor de dos mundos y además añadir alguna funcionalidad extra que también considero bastante interesante.

El envoltorio de este modelo es sumamente sencillo: apenas un trozo de cartón amarillo y negro con un plástico transparente insertado en su parte central que nos deja ver tanto la propia linterna como la anilla de llavero que trae por si se la queremos acoplar en la zona trasera. En el empaquetado aparecen también unas resumidísimas instrucciones y si queremos profundizar más nos remiten directamente a la web del fabricante mediante un código QR.

Por cierto, me resulta curioso que en el propio envoltorio nos animen a probar la linterna, y por si la gente se pasa de la raya y la dejan seca el diseño del paquete permite abrir por la parte trasera la tapa de goma del puerto microUSB y recargarla de nuevo. No me parece nada bien porque lo mismo te llevas a casa una linterna con varios ciclos de carga y descarga sin saberlo; pero se ve que la idea es que los clientes la puedan probar en la tienda y al ver cómo brilla no sean capaces de resistirse a comprarla. Algo a lo que su precio de entre 15 y 25 euros también ayuda, desde luego.

A grandes rasgos, lo que la Tiki nos ofrece es lo siguiente:

  • Luz principal en cuatro intensidades diferentes mediante un LED frontal Osram P8 y lente TIR con los siguientes modos de funcionamiento y tiempos de autonomía:
    • Ultralow: 1 lumen, 40 horas
    • Low: 15 lumens, 4 horas
    • Medium: 60 lumens, 60 minutos
    • High: 300 lumens, 30 minutos
  • Luz ambiental (22 lumens, 90 minutos) y destellos (22 lumens, 20 horas, 1 Hz aprox) mediante un LED lateral con CRI 90 y temperatura de color de 4500K
  • Luz ultravioleta mediante un segundo LED lateral (365 nm, 500 mW, 45 minutos)
  • Batería interna de iones de litio 130 mW recargable por puerto microUSB. Tiempo de recarga completo de 80 minutos aprox.
  • Cuerpo en policarbonato resistente al agua y al polvo con certificación IP-66 y a impactos desde 1 metro
  • Cabezal en acero inoxidable para mejor disipación de calor y dar estabilidad en modo iluminación ambiental
  • Posibilidad de funcionamiento continuo mediante conexión a powerbank, adaptador USB o similar
  • Dimensiones de 55 x 14,7 mm y un peso de 12 gramos

El cuerpo

Como os decía antes, el cuerpo de la linterna es una mezcla de acero inoxidable en el cabezal y policarbonato semitransparente de textura ligeramente rugosa en el resto; lo que hace que podamos atisbar en su interior la placa de circuito impreso que la controla y la batería que lleva implementada al dorso de esta. Como fan que soy de los productos transparentes me parece una decisión muy acertada tanto en los estético como en lo funcional.

Y es que, además de que a mi parecer la Tiki tiene un aspecto moderno, su estudiado diseño tiene dos ventajas evidentes: el cuerpo semitransparente hace de difusor para los LED secundarios situados en el lateral y el mayor peso del cabezal metálico (deliciosamente bien torneado, por cierto) permite que la linterna se pueda mantener erguida y estable para poder ser utilizada como luz ambiental en una tienda de campaña o similar. Lo que no tiene esta linterna es ningún tipo de clip, de modo que no podremos engancharla con facilidad a una gorra para poder alumbrar algo manteniendo las manos libres salvo que la sujetemos con los dientes.

El peso es absolutamente irrisorio. No llega al extremo de la Tube con sus 10 gramos, pero son apenas 2 gramos más a cambio de unas prestaciones muy superiores; de modo que si al hueco de la parte trasera (que Nitecore asegura que soporta una tracción de hasta 30 Kg) le acoplamos un cordel, anilla o similar podamos colgarla de la cremallera de una mochila o incluirla en nuestro llavero sin que moleste para nada. Parece mentira que algo tan ligero y diminuto sea capaz de emitir 300 lumens durante media hora. En serio, es una pasada.

Por su parte, la interfaz con el usuario consiste en un sólo botón de pulsación firme y definida; solución cada vez más habitual frente a los típicos dos botones (encendido/apagado y cambio de modo) que hasta hora solían llevar este tipo de linternas con batería integrada.

La cosa consiste en que con la linterna apagada haciendo doble click se encenderá en su modo Ultralow. A partir de ahí, pulsaciones breves en el botón irán cambiando entre los modos haciendo el ciclo Low –> Medium –> High –> Ultralow –> Low –> Medium… Con la linterna encendida en cualquiera de sus modos una pulsación larga la apagará. Da igual el modo en el que apaguemos la linterna porque el ciclo siempre empezará en el Ultralow.

Si dejamos la Tiki fija en el modo High veremos que más o menos al cabo de un minuto la linterna baja automáticamente al modo Medium para no castigar la batería en exceso, lo cual prolongará la vida útil de la misma. De cualquier modo nada nos impide volver a cambiar al modo High cuantas veces nos haga falta, si bien notaremos que el cabezal empieza a calentarse si abusamos de dicho modo.

También podemos acceder directamente al modo High si mantenemos pulsado el botón, apagándose la linterna en cuanto lo soltemos (útil para alumbrar rápida y contundentemente un objeto).

Junto al mencionado botón, en el interior del cuerpo, podremos encontrar un pequeño LED azul que se ilumina durante la carga de la batería y se apagará al finalizar la misma. Por cierto, no hay forma de saber cómo está el nivel de carga en ningún momento y, de hecho, en las instrucciones pone que si la linterna se apaga o parpadea es que hay que recargar la batería; así de simple. Hubiera estado muy bien que cuando la batería estuviera en las últimas el LED azul de carga parpadeara alguna vez mientras estamos usando la linterna o algo así.

En cuanto a los modos auxiliares, la forma de acceder a ellos es hacer triple click con la linterna apagada y eso encenderá la luz ultravioleta. Luego a base de clicks breves recorreremos un ciclo consistente en Lectura –> Destellos –> Ultravioleta –> Lectura –> Destellos… Hasta que decidamos apagar la linterna con un click largo. Al igual que antes, el ciclo siempre comenzará en el modo Ultravioleta aunque la hayamos apagado en cualquiera de los otros dos.

Creo que ya os he comentado alguna vez lo mucho que me fascina ver cómo los diseñadores se exprimen el coco para sacar la máxima funcionalidad a un simple botón y éste es un buen ejemplo de ello. Sí, a lo mejor al principio te parece un lío, pero no hacen falta más de cinco minutos de práctica para acabar acostumbrándote a ello.

Comentar también que tenemos la posibilidad de emplear la linterna al tiempo que la cargamos, si bien os recomiendo que sólo hagáis uso de esta función en caso de necesidad y en el modo más bajo posible, ya que entre la carga y el uso la batería se podría recalentar bastante y eso siempre es malo de cara a su vida útil (puesto que va integrada no hay posibilidad de cambiarla; si se estropea la batería, la linterna quedará como un bonito adorno).

Por último, una cosa importante es que la linterna tiene especificación IP-66, lo que quiere decir que no le va a entrar polvo al interior de ninguna manera pero en cuanto al agua la Tiki sólo soporta chorros fuertes de agua sin ser para nada sumergible. De hecho, si veis el ajuste de la tapa del puerto microUSB o la forma en la que está implementado el botón de la linterna no se os ocurriría sumergirla en agua porque estoy seguro que algo de humedad le entraría por cualquiera de esos dos puntos. Tenedlo en cuenta si queréis que la linterna os dure mucho tiempo.

La luz

La cantidad de luz que es capar de emitir esta minúscula linterna es digna de admiración; y es que nos encontramos ante otro sector más en el que las nuevas tecnologías son capaces de extraer cada vez mayor rendimiento. Se nota que las recientes hornadas de LEDs generan más lumens por vatio y eso se traduce en autonomías cada vez mayores y prestaciones de pico que antes sólo estaban al alcance de linternas mucho más grandes y costosas.

Ahora bien, he de decir una cosa que no me ha gustado tanto, y es que la Tiki tiene un acusado PWM en sus tres modos principales de menor potencia. Su frecuencia es de aproximadamente 650 Hz y si movéis la linterna delante de vuestros ojos lo vais a apreciar claramente. Por descontado, en el modo de 300 lumens y en los LED auxiliares no hay rastro de PWM (si no sabéis de qué va esto que estoy diciendo podéis echar un vistazo a este artículo). Sé que es algo muy habitual en linternas de pequeño tamaño, pero eso no quita que pueda llegar a ser molesto bajo ciertas circunstancias.

El tinte de la luz principal es un blanco ligeramente amarillento, pero no tanto como el de la iluminación ambiental del LED auxiliar correspondiente. Algo comprensible si tenemos en cuenta que la finalidad de este segundo emisor es dar una iluminación general con la que apreciar los colores de forma más natural; algo para lo cual hace falta un LED con un CRI mayor.

Me gusta mucho esta luz auxiliar que os digo. Creo que puede venir muy bien para esos casos en los que queremos iluminar una estancia pequeña o leer algo rápido a oscuras sin forzar la vista, por lo que la considero una adición de lo más práctica.

Por su parte, la funcionalidad del modo destellos de ese mismo LED auxiliar puede venirnos muy bien si por lo que sea tenemos que señalizar algo en plena oscuridad porque los flashazos (aproximadamente 1 por segundo) se ven desde bastante lejos. Pensad en que podéis colgarla de vuestra mochila si por lo que sea se os hace de noche y tenéis que caminar por el arcén de alguna carretera para que así los coches distingan desde la lejanía que hay algo allí.

Del mismo modo, el añadido de la luz ultravioleta a lo mejor de primeras no parece una cosa muy útil pero para mí, que soy un apasionado de aquello que, aunque invisible, podemos llegar a ver es un puntazo más que nada porque en mi mochila siempre llevo una Tube UV que ahora puedo dejar en casa. Os advierto que no es muy potente, pero para hacer brillar marcas ocultas en billetes o que resplandezcan ciertos tipos de minerales sirve.

Las sensaciones

He de reconocer que me encanta el simple hecho de sostener la Tiki entre mis dedos: sentir el frío del acero de su cabeza, el tacto levemente rugoso de su cuerpo, el hecho de que no tenga una sola arista afilada, observar los componentes internos… Es como un pequeño talismán que te ayuda a tener las manos entretenidas mientras andas con la cabeza ocupada en otra cosa o simplemente das un paseo sin rumbo. Podéis pensar en ella como una de esas worry stones muy típicas de filosofías zen y similares.

Como curiosidad os diré que si no colgáis nada de la anilla posterior del cuerpo, su centro de gravedad se encuentra a la altura del único botón que posee, y estoy seguro de que esto no es casualidad, ya que al hacerlo así vamos a tener la linterna equilibrada en nuestros dedos al agarrarla por donde sería más lógico hacerlo a efectos prácticos.

También me gusta comprobar cómo han tenido en cuenta que al poner la linterna en vertical para usarla como luz ambiental el mayor peso de la cabeza ayuda a mantenerla estable, y es que si esa zona estuviera hecha en polipropileno como el resto de la linterna esta se caería al más mínimo toque o vibración. Dos pequeños detalles que dan cuenta del esmero que han puesto en Nitecore a la hora de crear esta pequeña maravilla.

Una cosa más. Existe una versión de la Tiki con apellido LE que es igual salvo porque el cuerpo es más oscuro, el cabezal es de aluminio y sustituye los dos LED auxiliares por unos de color rojo y azul, lo que le permiten además de iluminar ambientalmente en cualquiera de esos dos tonos, emitir destellos alternativos entre ellos como si de un coche de policía estadounidense se tratara. Lo siento, pero para mí no hay comparación posible en cuanto a practicidad con respecto a la Tiki normal que hoy os muestro.

Conclusiones

Nada más saber de la existencia de la Tiki tuve claro que se iba a convertir en una de mis linternas favoritas. La Tube y la Wuben que ya he analizado en este blog me han acompañado durante meses y siempre me han sido de gran utilidad, demostrando que la mejor linterna es la que llevas siempre encima; pero el hecho de poder contar con hasta 300 lumens, un modo moonlight de 1 lumen, luz ultravioleta, luz ambiental difusa y baliza para emergencias me parece el combo definitivo hasta que salga al mercado algo de tamaño similar y capaz de dar todavía mayores prestaciones y rendimiento.

Mientras llega ese día será la Tiki la que me acompañe a todas partes, lo tengo clarísimo.

Más información

Radiografía de un edificio

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Recuerdo que ya os hablé hace mucho tiempo de este edificio situado en la Puerta del Vado (más conocida entre los alcalainos como “la plaza de las cigüeñas”) pero en esta ocasión me gustaría hacerlo desde un punto de vista más personal que en aquella ocasión.

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En esta manzana ahora en estado de ruina (de hecho está vallada y hay carteles que recomiendan no caminar junto a sus muros) había tres negocios durante los años en los que estuve asistiendo a clase en el cercano instituto Alonso Quijano en la segunda mitad de la década de los 90: una peluquería de caballeros, una tienda de frutos secos y el mítico bar Torrejonero. Vamos a hablar un poco de cada uno de ellos porque evocan en mí recuerdos muy variados:

Peluquería

De la peluquería (el último en cerrar de los tres negocios que os digo) recuerdo a un hombre que siempre estaba leyendo novelas de oeste en la puerta. Por su atuendo deduje que era el peluquero y aunque casi nunca había nadie allí cortándose el pelo siempre se le veía despreocupado mientras disfrutaba de sus aventuras de indios y vaqueros.

No sé si aquel hombre se jubilaría, trasladaría el negocio a otro lugar o simplemente cerró para dedicarse a otra cosa; pero estoy seguro de que la gente del portal que hay junto delante de aquel negocio le echarán de menos. porque al fin y al cabo le veían cada vez que bajaban a la calle

Frutos secos

Tampoco recuerdo el nombre de esta tienda de frutos secos (en el caso de que lo tuviera, que lo mismo ni eso) pero sí que sé que su mayor fuente de ingresos eramos los alumnos del Alonso Quijano que a la hora del recreo nos acercábamos a comprarnos una bolsa de “Jumpers” o una palmera de chocolate gigante.

Si mi mente no me traiciona, bajabas un par de escalones y aquello era una pequeña habitación de dos por dos sin apenas iluminación y llena de estanterías; y por la heterogeneidad de las personas que te atendían estoy casi seguro de que era un negocio familiar. Al igual que en el caso de la peluquería, supongo de que mucha gente echó de menos tener aquella tienda tan a mano para comprar una barra de pan o el paquete de tabaco.

Bar Torrejonero

Si a día de hoy te das una vuelta un sábado por la noche por lo que en su día se denominaba “la zona” comprobarás que aquello está más muerto que un salmón en una pescadería; pero eso no era así en la década de los 90, cuando aquellas calles eran el epicentro de la marcha nocturna de la ciudad y los numerosos bares que había por allí estaban tan abarrotados de gente que no había manera de entrar en ellos. Literalmente, no había hueco dentro para que entrara por la puerta ni una persona más, y es que en aquellos tiempos no había control de aforo como ahora.

La calle también era un hervidero de gente. De hecho, si se te ocurría ir en coche por esas calles en los días de marcha, para hacer un trayecto de 300 metros podías echar un buen rato, porque había tal cantidad de gente caminando por el asfalto que era muy complicado avanzar. Incluso recuerdo que a veces algún grupo numeroso algo achispado se plantaba en medio de la calle bloqueando el paso a los coches al grito de “¡El que no pite no pasa!” (y, efectivamente, como no pitaras, no pasabas). En fin, los años salvajes…

Todavía perviven algunos de aquellos bares; pero la gran mayoría acabó cerrando antes o después a medida que los gustos y costumbres de los veinteañeros fueron cambiando en el siglo XXI. Si sois de los que salíais por Alcalá hace dos décadas os sonarán nombres míticos como Tic-Tac, Akelarre, Jauja, Can-Can, As, La ruina, Giardino’s, La chopera (donde era típico celebrar los cumpleaños entre patatas bravas y minis variados), El parche, Tómbola, La corte, Copas Rotas, Inter, Bocco, La gatera, El botánico…

Y luego estaba el Torrejonero, que estaba algo más alejado del núcleo de “la zona” donde quedábamos al principio de la noche para jugar a a algo y tomar una Coca-Cola tranquilamente antes de dirigirnos hacia lugares con la música más alta y mucha más afluencia de público. Por la proximidad al instituto al que íbamos, era muy típico encontrarse allí con muchos compañeros tanto de la propia clase como de las otras; pero ya sabéis cómo iban las pandillas en aquella época y tan pronto con algunas de esas personas te abrazabas como si fueran amigos de toda la vida como con otras cruzabas una mirada desafiante y levantabas la barbilla a modo de saludo.

Del Torrejonero recuerdo lo cutre que era: el lugar era angosto, las paredes eran de lo más rústicas, había ventiladores hechos polvo en el techo para que circulara un poco el aire, una columna en el centro del local forrada de espejos… Pero pese a lo agobiante del lugar (en esa época se podía fumar en los bares y volvías a casa apestando a tabaco aunque no tocaras ni un cigarro) recuerdo noches súperdivertidas allí jugando al billar o al futbolín mientras planeábamos un futuro que en nada se parecería a lo que vino después.

Un día cualquiera, cuando ya había terminado mi época del instituto y estaba en la universidad, pasé una noche de fin de semana por delante del Torrejonero y me extrañó verlo cerrado. Poco a poco esa extrañeza inicial se tornó en costumbre y finalmente todos nosotros acabamos caminando frente a aquella puerta como si fuera un fantasma del pasado. Han tenido que pasar todos estos años para que la fuerza de los recuerdos ponga al Torrejonero en el lugar que se merece, que no es otro que el despertar de nuestra generación.

Todo esto, en un sólo edificio. ¿Cuántas historias quedan entre las paredes de tantos y tantos rincones de la ciudad?

Envejecimiento de una linterna EDC. Aluminio vs titanio

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Hay dos modelos de linterna que me han acompañado durante meses y ahora que la Nitecore Tiki ha tomado el relevo como compañera de fatigas por méritos propios resulta que la Olight i3E EOS y la Wuben G338 se han encontrado en el mismo cajón, dándome la idea para este artículo en el que vamos a ver qué tal les ha sentado el paso del tiempo a estos dos modelos a través de una serie de fotografías macro.

Por poneros en antecedentes, ambas linternas han ido colgadas de mi llavero durante varios meses cada una (primero la i3E y luego la Wuben) y, por tanto, dando vueltas en mi bolsillo rozando con todo tipo de superficies metálicas afiladas a cada paso que daba. Una mala vida que, por ejemplo, la Nitecore Tube no sufrió, ya que aunque también me acompañó durante una temporada esta fue bastante breve porque enseguida llegó la mini-linterna de titanio que aparece en esta entrada, de modo que su estado físico es bastante bueno y por eso no la he incluido aquí.

Aunque en la fotografía anterior ya se intuye por las tonalidades de los metales, comentar que la Olight está hecha en su totalidad de aluminio 6061 anodizado negro, mientras que la Wuben está integramente fabricada en titanio; material del que soy muy fan y con el que está realizada la que para mi gusto es la linterna más bonita de todas las que tengo en mi colección: la Thrunite Ti Hi. Pues bien, la cosa es que al poner una linterna al lado de la otra se puede distinguir al instante la mella que el paso del tiempo ha hecho en ambos acabados.

Como os podréis imaginar, el aluminio ha llevado peor el día a día que el titanio. Es lógico porque es más blando y los roces se van marcando poco a poco en su cuerpo hasta el punto de desgastar el anodizado en los puntos de mayor contacto dejando a la vista el metal base; algo que se aprecia a simple vista. Sin embargo, el titanio tan sólo ha sufrido microarañazos en su superficie que podremos apreciar mirando muy de cerca.

No sé si lo he comentado alguna vez por aquí, pero el anodizado es un proceso electrolítico mediante el cual a través de corrientes eléctricas y un baño en sustancias químicas, sobre el aluminio desnudo se deposita una capa protectora de alúmina que además puede ser de diversos colores que le protege frente a roces y arañazos. Lo que ocurre es que al final esta capa, aunque resistente, también se va arañando y desgastando tal y como le ha ocurrido a la Olight.

El titanio, sin embargo, tiene una mayor dureza específica que el aluminio y por ello suele ser más resistente a los roces, manteniendo su aspecto mejor con el paso del tiempo. Y eso que la Wuben tiene un acabado liso que hace que cualquier marca se aprecie más, porque si tuviera un acabado moleteado como el de la Thrunite que os decía antes prácticamente jamás envejecería.

Centrándonos un poco más en la Olight i3E, podemos ver que el mayor desgaste se ha producido en las zonas más expuestas al roce con las llaves y monedas que suelo llevar en los bolsillos. La propia anilla que lo unía al llavero también ha provocado bastante desgaste en su zona de contacto y, en general, las únicas partes apenas afectadas son aquellas que se encuentran en oquedades estrechas y ranuras donde el resto de elementos no llegaban a tocar (como las líneas longitudinales que recorren su cuerpo).

De cualquier modo, que una linterna se desgaste como lo ha hecho la Olight i3E EOS no es algo ni mucho menos malo. Obviamente si la tenemos en una estantería y lo único que hacemos con ella es quitarle el polvo de vez en cuando siempre estará como el primer día; pero cuando ves una linterna en este estado significa que ha sido tu fiel compañera de andaduras durante mucho tiempo y que ha envejecido a tu lado. A mí las dos linternas que os he enseñado hoy me han venido muy bien en infinidad de ocasiones y me han sacado de varios apuros; especialmente en el trabajo; de modo que doy por bien empleado el desgaste que esto les ha ocasionado.

La Wuben ha llevado la misma mala vida durante más o menos el mismo tiempo, pero ella se mantiene joven gracias a su material; por lo que queda claro que si queréis que vuestra linterna EDC esté prácticamente impoluta con el paso del tiempo pese al mal trato que se pueda llevar, el titanio es vuestra elección.

En mi caso, más allá del material de fabricación lo que pesa en mi decisión de adoptar una linterna como EDC es el tamaño, el peso y la usabilidad; y por eso de la Olight (19 gramos + pila AAA, 1 modo de 90 lumens) pasé a la Wuben (21 gramos, batería recargable 10180, 2 modos de 3 y 130 lumens) y hace unos días a la Tiki, que es casi tan pequeña como la Wuben pero con una funcionalidad mucho mayor con sólo 12 gramos de peso. Ahora falta ver qué tal lleva esta última el paso del tiempo, porque hay modelos en los que éste causa auténticos estragos como hoy habéis podido comprobar.

¡Nos leemos!

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